El Papa: si el jesuita se encuentra como cordero entre lobos, debe permanecer cordero

El Papa: si el jesuita se encuentra como cordero entre lobos, debe permanecer cordero

Audiencia al Colegio Internacional del Jesús de Roma: «Dirán cosas feas sobre ustedes, los calumniarán, los perseguirán: este es su camino»

El jesuita «se puede encontrar como cordero entre los lobos, pero no debe luchar contra los lobos, sólo debe permanecer como cordero. Así el Pastor lo alcanzará allí, donde está su cordero». Lo dijo el Papa Francisco, citando a san Juan Crisóstomo, a los jesuitas del Colegio del Jesús de Roma, que fueron recibidos hoy en audiencia. «Dirán cosas feas sobre ustedes, los calumniarán, los perseguirán: este es su camino», recordó a los representantes de la Compañía de Jesús. Después Francisco insistió en que «no hay crecimiento sin crisis, así como no hay fruto sin poda o victoria sin lucha. Crecer, echar raíces significa luchar sin tregua contra toda mundanidad espiritual, que es el peor mal que nos puede pasar, como decía el Padre de Lubac. Si la mundanidad afecta a las raíces, adiós a los frutos y adiós a las plantas. Si, en cambio, el crecimiento es un constante actuar contra el propio ego, - precisó el Papa – habrá mucho fruto. Y mientras el espíritu enemigo no se rendirá en el tentarles en buscar sus ‘consolaciones’, insinuando que se vive mejor si se tiene lo que se quiere, el Espíritu amigo los animará suavemente en la bondad, a crecer en una docilidad humilde, yendo adelante, sin lágrimas y sin insatisfacción, con esa serenidad que sólo viene de Dios».

 

Asimismo, el Papa Francisco destacó dos signos positivos del crecimiento, la libertad y la obediencia: dos virtudes que avanzan si caminan juntas. «La libertad es esencial, porque donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. El Espíritu de Dios habla libremente a cada uno de nosotros a través de sentimientos y pensamientos; no puede ser encerrado en esquemas, sino que debe ser acogido con el corazón, en el camino, como hijos libres, no como siervos. Deseo – señaló el Papa – que sean hijos libres que, unidos en su diversidad, luchen cada día por conquistar la mayor libertad: la de sí mismos. La oración les será de gran ayuda, la oración nunca debe ser descuidada: es la herencia que el Padre Arrupe nos dejó al final». Y, hablando sobre la obediencia y poniendo como ejemplo a San Ignacio cuando esperaba pacientemente en Villa d’Este, el Papa dijo que, como para Jesús, «también para nosotros el alimento de la vida es hacer la voluntad del Padre, y de los padres que la Iglesia nos da. Debe ser una libertad y obediencia en el modo de actuar con los superiores, “creativa”».

 

 

Jorge Mario Bergoglio recordó a los Jesuitas del Colegio Internacional del Jesús de Roma que están llamados a «crecer», ahondando las raíces y respondiendo a Dios «con el fuego que se extiende desde dentro, con esa tensión positiva, siempre en aumento, que dice “no” a cada comodidad». El Papa citó los ejemplos de San Pablo, que se advertía «ay de mí si no anuncio el Evangelio», a san Francisco Javier, que afirmaba «no me he detenido ni un instante» y a san Alberto de Hurtado que quería ser «flecha puntiaguda en los miembros dormidos de la Iglesia. El corazón, si no se expande, se atrofia. Si no crece, se marchita».

 

Continuando su reflexión sobre el segundo verbo, crecer, el Papa Francisco dijo que, no hay crecimiento sin crisis, así como no hay fruto sin poda o victoria sin lucha: «Crecer, echar raíces significa luchar sin tregua contra toda mundanidad espiritual, que es el peor mal que nos puede pasar, como decía el Padre de Lubac. Si la mundanidad afecta a las raíces, adiós a los frutos y adiós a las plantas. Si, en cambio, el crecimiento es un constante actuar contra el propio ego, - precisó el Papa – habrá mucho fruto. Y mientras el espíritu enemigo no se rendirá en el tentarles en buscar sus ‘consolaciones’, insinuando que se vive mejor si se tiene lo que se quiere, el Espíritu amigo los animará suavemente en la bondad, a crecer en una docilidad humilde, yendo adelante, sin lágrimas y sin insatisfacción, con esa serenidad que sólo viene de Dios».

 

El Papa utilizó una imagen que ya había usado con otros miembros de la Compañía de Jesús: «Una vez le dije a un grupo de jesuitas que se preparaban para convertirse en superiores que el general era un pastor de un rebaño de sapos, porque la libertad trae muchas iniciativas y el pobre Superior tiene que ir de un lado a otro… Hacer la unidad no con ovejas mansas, sino con sapos», y conducir este «rebaño de sapos» en una armonía diferente».

 

 

Finalmente, Francisco después de reflexionar sobre el fundarse y crecer, reflexionó sobre el madurar: «No se madura en las raíces y en el tronco, sino sacando los frutos, que fecundan la tierra con nuevas semillas. Aquí es donde entra en juego la misión, el estar cara a cara con las situaciones de hoy, el cuidar del mundo que Dios ama. San Pablo VI decía: ‘Dondequiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles y de punta, en la encrucijada de las ideologías, en las trincheras sociales, ha habido y hay una confrontación entre las necesidades ardientes del hombre y el mensaje perenne del Evangelio, ahí ha habido y hay jesuitas’. En los cruces más intrincados, en las fronteras, en los desiertos de la humanidad: aquí el jesuita está llamado a estar. Se puede encontrarte como un cordero en medio de los lobos, pero no debe luchar contra los lobos, sólo debe permanecer como cordero. Así el Pastor lo alcanzará allí, donde está su cordero».

 

El Pontífice también destacó que, la pasión y la disciplina en los estudios contribuyen a esta misión. Y siempre será bueno relacionar al ministerio de la Palabra el ministerio de la consolación. «Allí, tocan la carne que el Verbo ha asumido: acariciando a los miembros sufrientes de Cristo, aumenta la familiaridad con el Verbo encarnado. El sufrimiento que ven no los asuste. Llévenlo ante al Crucifijo. Son llevados allí y a la Eucaristía, donde se atrae el amor paciente, que sabe abrazar a los crucificados de todos los tiempos. La paciencia también madura así, como la esperanza, porque son gemelos: crecen juntos. No tengan miedo de llorar en contacto con situaciones difíciles: son gotas que irrigan la vida, la hacen dócil. Las lágrimas de compasión purifican el corazón y los afectos».

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