El Papa: “La Iglesia también sufre las colonizaciones ideológicas”

El Papa: “La Iglesia también sufre las colonizaciones ideológicas”

Recibiendo a los miembros del Colegio Pío Latinoamericano, por los 160 años de su fundación, Francisco advirtió sobre el peligro de las polarizaciones que «crean odio hacia “quienes no son de los nuestros”». Un recuerdo especial dedicado a Romero, ex estudiante del Instituto: como él, recomendó, hay que «estar siempre cerca de la vida de la gente»

El Papa Francisco ve con preocupación su América Latina, cuya historia y alma están seriamente amenazadas por fenómenos como «la fragmentación cultural, la polarización del entramado social y la pérdida de raíces», en donde también la misma Iglesia «sufre la invasión de las colonizaciones ideológicas». El Pontífice argentino compartió sus preocupaciones con la comunidad del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano, que está celebrando los 160 años de su fundación. El Papa recibió a una delegación hoy por la mañana en el Vaticano. 

 

En particular, el Papa, en un largo discurso, subrayó que es muy grave que en la actualidad «se fomentan discursos que dividen y propagan distintos tipos de enfrentamientos y odios hacia quienes “no son de los nuestros”, inclusive importando modelos culturales que poco o nada tienen que ver con nuestra historia e identidad y que, lejos de mestizarse en nuevas síntesis como en el pasado, terminan desarraigando a nuestras culturas de sus más ricas y autóctonas tradiciones».  

 

«¡Nuevas generaciones desarraigadas y fragmentadas!», exclamó Francisco. Y la Iglesia latinoamericana «no es ajena» a esta situación, sino que resulta «expuesta a esta tentación», pues «corre el riesgo de desorientarse al quedar presa de una u otra polarización o desarraigada si se olvida su vocación a ser tierra de encuentro»- 

 

Pero es posible contrarrestar esta tendencia. ¿Cómo? Creando «lazos y alianzas de amistad y fraternidad. Y esto no por una declaración de principios o gestos de buena voluntad sino porque durante estos años puedan aprender a conocer mejor y hacer suyas las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de sus hermanos; puedan ponerles nombre y rostro a situaciones concretas que viven y enfrentan nuestros pueblos y sentir como propios los problemas del vecino». La formación del Instituto “Pío”, uno de los pocos colegios romanos cuya identidad no se refiere a una nación o a un carisma, sino que «busca ser el lugar de encuentro, en Roma, de nuestra tierra latinoamericana (la Patria Grande como gustaban soñar nuestros próceres)», pretende precisamente ofrecer este aspecto.  

 

El instituto, del que han salido más de 30 cardenales y varios obispos, entre los que destaca San Óscar Arnulfo Romero, como recordó el rector Gilberto Freire, «puede ayudar mucho a crear una comunidad sacerdotal abierta y creativa, alegre y esperanzadora, si sabe ayudarse y socorrerse, si es capaz de enraizarse en la vida de los otros, hermanos hijos de una historia y patrimonio común, parte de un mismo presbiterio y pueblo latinoamericano», explicó el Papa. 

 

Una comunidad sacerdotal que descubre que « la mayor fortaleza con la que cuenta para construir la historia nace de la solidaridad concreta entre ustedes hoy, y seguirá mañana entre vuestras Iglesias y pueblos para ser capaces de trascender lo meramente “parroquial” y liderar comunidades que sepan abrirse a otros para entretejer y curar la esperanza». 

 

Y esto, en la época actual, es una necesidad para el continente, «marcado por viejas y nuevas heridas necesita artesanos de relación y de comunión, abiertos y confiados en la novedad que el Reino de Dios puede suscitar hoy. Y eso ustedes pueden empezar a gestarlo desde ya. Un cura en su parroquia, en su diócesis puede hacer mucho —y está bien— pero también corre el riesgo de quemarse, aislarse o cosechar para sí. Sentirse parte de una comunidad sacerdotal, en la que todos son importantes —no por ser la sumatoria de personas que viven juntas, sino por las relaciones que crean, este sentirse parte de esta comunidad— logra despertar y animar procesos y dinámicas capaces de trascender el tiempo». 

 

El mismo «sentido de pertenencia» ayudará también a «estimular creativamente renovadas energías misioneras que impulsen un humanismo evangélico capaz de convertirse en inteligencia y fuerza propulsora en nuestro continente», aseguró Jorge Mario Bergoglio. Sin este trabajo «codo a codo», por el contrario, « nos dispersaremos, nos debilitaremos y lo que sería peor, privaremos a tantos hermanos nuestros de la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo y de una comunidad de fe que dé horizonte de sentido y vida». 

 

El peligro es serio: «poco a poco», advirtió el obispo de Roma, «casi sin darnos cuenta, terminaremos por ofrecer a América Latina un “Dios sin Iglesia, una Iglesia sin Cristo, un Cristo sin pueblo” o, si queremos decirlo de otro modo, un Dios sin Cristo, un Cristo sin Iglesia, una Iglesia sin pueblo». «Puro gnosticismo reelaborado», lo definió el Papa, que no tiene nada que ver con la tradición y la memoria de América Latina, en donde «el amor a Cristo y de Cristo no puede manifestarse sino en pasión por la vida y por el destino de nuestros pueblos y en especial solidaridad con los más pobres, sufrientes y necesitados». 

 

Por ello, Francisco exhortó a «ser evangelizadores con alma y de alma» y a «desarrollar el gusto de estar siempre cerca de la vida de nuestra gente; nunca aislarnos de ellos». «La misión es pasión por Jesús, pero, al mismo tiempo, es pasión por su pueblo», afirmó, por lo que recomendó, «por favor, nunca acurrucarse en cobertizos personales o comunitarios que nos alejen de los nudos donde se escribe la historia. Cautivados por Jesús y miembros de su Cuerpo integrarnos a fondo en la sociedad, compartir la vida con todos, escuchar sus inquietudes… alegrarnos con los que están alegres, llorar con los que lloran y ofrecer cada eucaristía por todos esos rostros que nos fueron confiados». 

 

El modelo que se puede seguir es san Óscar Romero, ex estudiante del Colegio que fue canonizado en octubre de este año, un «hombre enraizado en la Palabra de Dios y en el corazón de su pueblo», subrayó el Papa. Como él, insistió, «no le tengan miedo a la santidad, no le tengan miedo a gastar la vida por su gente». 

 

Por este camino lleno de «mestizaje cultural y pastoral no estamos huérfanos», aseguró el Pontífice: «nuestra Madre nos acompaña. Ella quiso mostrarse así, mestiza y fecunda, y así está junto a nosotros, Madre de ternura y fortaleza que nos rescata de la parálisis o la confusión del miedo porque simplemente está allí, es Madre». «No la olvidemos —exhortó— y, confiadamente, pidámosle que nos enseñe el camino, que nos libre de la perversión del clericalismo, nos haga cada día más “pastores de pueblo” y no permita que nos convirtamos en “clérigos de Estado”». 

 

El Papa Bergoglio también dedicó algunas palabras a la Compañía de Jesús, que desde el principio ha acompañado el camino de este Instituto: «Gracias por su labor y tarea». Y aprovechó la ocasión para recordar una de las características del carisma jesuita, que es «buscar armonizar las contradicciones sin caer en reduccionismos. Así lo quiso san Ignacio al pensar en los jesuitas como hombres contemplativos y de acción, hombres de discernimiento y de obediencia, comprometidos en lo cotidiano y libres para partir». 

 

El consejo del Papa fue muy claro: «Enseñar a abrazar los problemas y conflictos sin miedo; a manejar el disenso y la confrontación», ayudar a los hermanos que se están formando a que sean «maestros de grandes horizontes y, a la vez, enseñen a hacerse cargo de lo pequeño, a abrazar a los pobres, a los enfermos y a asumir lo concreto del día a día». 

Comentá la nota