El Papa en Holguín: "Compartamos la ternura y la misericordia de Dios con los enfermos y los presos"

El Papa en Holguín:

"Los conciudadanos no son aquellos a los que se usa y de los que se abusa"

Misa del Papa en Holguín, en la Plaza de la Revolución de la ciudad de los Castro y en la ciudad por la que llegó la fe a la isla de la mano de los españoles. Con una nueva homilía nada política. Centrada en la "mirada de Dios" que nos salva, Francisco pide a la gente que "comparta con enfermos y presos la ternura y la misericordia de Dios".

Mientras llega el Papa y saluda, desde el papamóvil, por la megafonía la speaker grita pleno pulmón: "Papa Francisco haznos sentir que Dios es amor". Y añade: "Papa Francisco rezamos por tí y, hoy, venimos a rezar contigo". "Santo Padre eres la foto de la ternura y de la misericordia de Dios".

Altar austero, con una cruz presidiendo y la Virgen de la Caridad del Cobre al lado. La música moderna, pero bien ritmada y acompañada por un gran coro, guitarras, piano e instrumentos de viento.

Entre los asistentes, en primera fila y tocado con un gran sombrero de paja el presidenteRaúl Castro.

Lectura de San Pablo a los Efesios: "Un solo cuerppo y un sólo Espíritu".

Lectura del Evangelio de Mateo, el pasaje en el que cuenta la vocación del propio Mateo: "No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos...YO quiero misericordia y no sacrificios"

Algunas frases de la homilía del Papa

"Celebramos la dfiesta del apóstol San Mateo"

"El mismo nos cuenta cómo fue el encuentro que marcó su vida"

"Un juego de miradas que es capaz de transformar la historia"

"Jesús pasaba, lo vio, ser acercó y le dijo: 'Sígueme'"

"¡Qué fuerza de amor tuvo la mirada de Jesús para levantarle!"

"Mateo era un publicano y estaba mal visto"

"Los publicanos vivían apartados y despreciados de los demás"

"Eran traidores para el pueblo. Le sacaban el dinero a su gente, para dárselo a otros"

"Jesús no pasó de largo, lo miró sin prisa y con paz. Lo miró con ojos de misericordia, como nadie lo había mirado antes"

"Es amirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dió una nueva esperanza"

"Él siempre nos mira primero"

"Les invito a que digan: 'Yo también soy un pecador'"

"Su amor nos precede. Su mirada se adelanta a nuestra necesidad"

"Él sabe ver más alla del pecado, de las apriencias, del fracaso, de la categoría social. Ve más allá de todo eso la dignidad de hijos que todos tenemos"

"Vino precisamente a buscar a todos los que se sienten indignos de Dios y de los demás"

"Dejémonos mirar por Jesús. Que su mirada recorra nuestras calles y nos devuelva la alegría, la esperanza y el gozo de la vida"

"Después de la mirada, la palabra. Tras el amor, la misión"

"Allá atrás quedó el banco de los impuestos, el dinero, su exclusión..."

"Con Jesus tiene que levantarse para dar, para darse, para entregarse a los demás"

"Mateo encontró la alegría en el servicio"

"Los conciudadanos no son aquellos a los que se usa y de los que se abusa"

"Sus conciudadanos son aquellos a quien sirve"

"Mirar más allá, no quedarnos en lo políticamente correcto"

"Jesús va delante y nos precede"

"¿Crees que es posible que un recaudador se transforme en servidor? ¿Que un traidor se vuelva un amigo?"

"Su corazón transforma nuestro corazón"

"Dios es Padre que busca la salvación de todos sus hijos"

"Aprendamos a mirar como Él nos mira"

"Compartamos su ternura y su misericordia con los enfermos y los presos"

"La Iglesia en Cuba trabaja con esfuerzo y sacrificio"

"Mención especial merecen las llamadas casas de misión"

"Ayuda cotidiana para hacer vivas las palabras de Pablo: les ruego que anden como pide la vocación a la que han sido convocados'"

"Deseo dirigir, ahora, la mirada a la Virgen de la Caridad del Cobre"

"Le pido que mantenga sobre todos y cada uno de sus hijos de esta noble nación su mirada maternal"

"Que ella nos enseñe a mirar a los demás como Jesús nos miró a cada uno de nosotros"

Homilía completa del Papa

Celebramos la fiesta del apóstol y evangelista san Mateo. Celebramos la historia de una conversión. Él mismo, en su evangelio, nos cuenta cómo fue el encuentro que marcó su vida, él nos introduce en un «juego de miradas» que es capaz de transformar la historia.

Un día, como otro cualquiera, mientras estaba sentado en la mesa de la recaudación de los impuestos, Jesús pasaba, lo vio, se acercó y le dijo: «"Sígueme". Y él, levantándose, lo siguió».

Jesús lo miró. Qué fuerza de amor tuvo la mirada de Jesús para movilizar a Mateo como lo hizo; qué fuerza han de haber tenido esos ojos para levantarlo. Sabemos que Mateo era un publicano, es decir, recaudaba impuestos de los judíos para dárselo a los romanos. Los publicanos eran mal vistos e incluso considerados pecadores, y por eso vivían apartados y despreciados por los demás. Con ellos no se podía comer, ni hablar, ni orar. Eran traidores para el pueblo: le sacaban a su gente para dárselo a otros. Los publicanos pertenecían a esta categoría social.

Y Jesús se detuvo, no pasó de largo precipitadamente, lo miró sin prisa, lo miró con paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dio una esperanza, una nueva vida como a Zaqueo, a Bartimeo, a María Magdalena, a Pedro y también a cada uno de nosotros. Aunque no nos atrevamos a levantar los ojos al Señor, Él siempre nos mira primero. Es nuestra historia personal; al igual que muchos otros, cada uno de nosotros puede decir: yo también soy un pecador en el que Jesús puso su mirada. Los invito a que hoy en sus casas, o en la iglesia, estén tranquilos, solos, hagan un momento de silencio para recordar con gratitud y alegría aquellas circunstancias, aquel momento en que la mirada misericordiosa de Dios se posó en nuestra vida.

Su amor nos precede, su mirada se adelanta a nuestra necesidad. Él sabe ver más allá de las apariencias, más allá del pecado, del fracaso o de la indignidad. Sabe ver más allá de la categoría social a la que podemos pertenecer. Él ve más allá esa dignidad de hijo, tal vez ensuciada por el pecado, pero siempre presente en el fondo de nuestra alma, es nuestra dignidad de hijos. Él ha venido precisamente a buscar a todos aquellos que se sienten indignos de Dios, indignos de los demás. Dejémonos mirar por Jesús, dejemos que su mirada recorra nuestras calles, dejemos que su mirada nos devuelva la alegría, la esperanza, el gozo de la vida.

Después de mirarlo con misericordia, el Señor le dijo a Mateo: «Sígueme». Y Mateo se levantó y lo siguió. Después de la mirada, la palabra. Tras el amor, la misión. Mateo ya no es el mismo; interiormente ha cambiado. El encuentro con Jesús, con su amor misericordioso, lo transformó. Y allá atrás queda el banco de los impuestos, el dinero, su exclusión. Antes él esperaba sentado para recaudar, para sacarle a otros, ahora con Jesús tiene que levantarse para dar, para entregar, para entregarse a los demás. Jesús lo miró y Mateo encontró la alegría en el servicio. Para Mateo, y para todo el que sintió la mirada de Jesús, sus conciudadanos no son aquellos a los que «se vive», se usa, se abusa. La mirada de Jesús genera una actividad misionera, de servicio, de entrega. Sus conciudadanos son aquellos q los que Él sirve. Su amor cura nuestras miopías y nos estimula a mirar más allá, a no quedarnos en las apariencias o en lo políticamente correcto.

Jesús va delante, nos precede, abre el camino y nos invita a seguirlo. Nos invita a ir lentamente superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio de los demás e incluso de nosotros mismos. Nos desafía día a día con una pregunta: ¿Crees? ¿Crees que es posible que un recaudador se transforme en servidor? ¿Crees que es posible que un traidor se vuelva un amigo? ¿Crees que es posible que el hijo de un carpintero sea el Hijo de Dios? Su mirada transforma nuestras miradas, su corazón transforma nuestro corazón. Dios es Padre que busca la salvación de todos sus hijos.

Dejémonos mirar por el Señor en la oración, la Eucaristía, en la Confesión, en nuestros hermanos, especialmente en aquellos que se sienten dejados, más solos. Y aprendamos a mirar como Él nos mira. Compartamos su ternura y su misericordia con los enfermos, los presos, los ancianos, las familias en dificultad. Una y otra vez somos llamados a aprender de Jesús que mira siempre lo más auténtico que vive en cada persona, que es precisamente la imagen de su Padre.

Sé con qué esfuerzo y sacrificio la Iglesia en Cuba trabaja para llevar a todos, aun en los sitios más apartados, la palabra y la presencia de Cristo. Una mención especial merecen las llamadas «casas de misión» que, ante la escasez de templos y de sacerdotes, permiten a tantas personas poder tener un espacio de oración, de escucha de la Palabra, de catequesis y vida de comunidad. Son pequeños signos de la presencia de Dios en nuestros barrios y una ayuda cotidiana para hacer vivas las palabras del apóstol Pablo: «Les ruego que anden como pide la vocación a la que han sido convocados. Sean siempre humildes y amables, sean comprensivos, sobrellevándose mutuamente con amor; esfuércense en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz» (Ef 4,2).

Deseo dirigir ahora la mirada a la Virgen María, Virgen de la Caridad del Cobre, a quien Cuba acogió en sus brazos y le abrió sus puertas para siempre, y a ella le pido que mantenga sobre todos y cada uno de los hijos de esta noble nación su mirada maternal y que esos «sus ojos misericordiosos» estén siempre atentos a cada uno de ustedes, sus hogares, familias, a las personas que puedan estar sintiendo que para ellos no hay lugar. Que ella nos guarde a todos como cuidó a Jesús en su amor y que ella nos enseña a mirar a los demás como Jesús nos miró a cada uno de nosotros.

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