El Papa: Corrupción, xenofobia y racismo, vergüenza de la política

El Papa: Corrupción, xenofobia y racismo, vergüenza de la política

Francisco denuncia los vicios de la política en su mensaje para la próxima Jornada Mundial de la Paz y advierte: “cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro”

El Papa no tiene dudas: la corrupción, la xenofobia y el racismo son “una vergüenza para la política” y “ponen en peligro la paz social”. Son los vicios de una actividad que debería ser, en realidad, el estado más alto de la caridad. Pero muchos de quienes la ejercen, caen en el enriquecimiento ilegal, la tendencia a perpetuarse en el poder, en la apropiación indebida de los bienes públicos y en el aprovechamiento de las personas. Una denuncia contenida en el mensaje de Francisco para la próxima Jornada Mundial de la Paz, cuyo contenido fue dado a conocer hoy por la sala de prensa pero que la Iglesia católica celebrará el 1 de enero.

 

El documento, difundido en ocho idiomas, lleva por título “La buena política está al servicio de la paz”. En uno de sus apartados, el pontífice se refirió a los vicios de esa actividad humana, entre los cuales incluyó también a la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la razón de Estado, el rechazo al cuidado de la Tierra y la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato.

 

“Sabemos bien que la búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción”, señaló.

 

“Cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro y los jóvenes pueden sentirse tentados por la desconfianza, porque se ven condenados a quedar al margen de la sociedad, sin la posibilidad de participar en un proyecto para el futuro”, añadió.

 

Al mismo tiempo, el Papa se dijo convencido de que la buena política es aquella al servicio de la paz, aquella que respeta y promueve los derechos fundamentales de todos, creando así entre las generaciones presentes y futuras un vínculo de confianza y gratitud. Al mismo tiempo, asegura que esta actividad, llevada a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse en una “forma eminente de la caridad”.

 

Más adelante constató que, en la actualidad, se vive un generalizado clima de desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la ansiedad de perder beneficios personales y, “lamentablemente”, se manifiesta también a nivel político, a través de actitudes de cerrazón o nacionalismos que ponen en duda la fraternidad que tanto necesita el mundo globalizado. “Hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan ‘artesanos de la paz’ que puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios padre que quiere el bien y la felicidad de la familia humana”, abundó.

 

Para recordar cómo deberían ser los políticos, el Papa citó las “bienaventuranzas” que el cardenal vietnamita Francois-Xavier Nguyen Van Thuan, fallecido en 2002, le dedicó a esa categoría de personas. Así escribió: Bienaventurado el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su papel, aquel “cuya persona refleja credibilidad”, el que “trabaja por el bien común y no por su propio interés”, quien “permanece fielmente coherente”, el que “está comprometido en llevar a cabo un cambio radical”, el que “sabe escuchar” y “no tiene miedo”. 

 

“Cien años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y con el recuerdo de los jóvenes caídos durante aquellos combates y las poblaciones civiles devastadas, conocemos mejor que nunca la terrible enseñanza de las guerras fratricidas, es decir que la paz jamás puede reducirse al simple equilibrio de la fuerza y el miedo. Mantener al otro bajo amenaza significa reducirlo al estado de objeto y negarle la dignidad. Es la razón por la que reafirmamos que el incremento de la intimidación, así como la proliferación incontrolada de las armas son contrarios a la moral y a la búsqueda de una verdadera concordia”, indicó. 

 

“El terror ejercido sobre las personas más vulnerables contribuye al exilio de poblaciones enteras en busca de una tierra de paz. No son aceptables los discursos políticos que tienden a culpabilizar a los migrantes de todos los males y a privar a los pobres de la esperanza. En cambio, cabe subrayar que la paz se basa en el respeto de cada persona, independientemente de su historia, en el respeto del derecho y del bien común, de la creación que nos ha sido confiada y de la riqueza moral transmitida por las generaciones pasadas”, precisó. 

 

Luego, dirigió un pensamiento especial a los niños que viven en zonas de conflicto, y a todos aquellos que se esfuerzan para que sus vidas y sus derechos sean protegidos. Denunció que, en el mundo, uno de cada seis niños sufre a causa de la violencia de la guerra y de sus consecuencias, e incluso es reclutado para convertirse en soldado o rehén de grupos armados. Por eso, aseguró que la acción de cuantos se comprometen en la defensa de la dignidad y el respeto de los niños es sumamente precioso para el futuro de la humanidad.

 

Asimismo constató que la paz es fruto de un gran proyecto político que se funda en la responsabilidad recíproca y la interdependencia de los seres humanos, pero es también un desafío que exige ser acogido día tras día, es una conversión del corazón y del alma.

 

Para lograr esa conversión, siguió, es necesario alcanzar la paz con uno mismo, rechazando la intransigencia, la ira y la impaciencia. “La paz con el otro”: El familiar, el amigo, el extranjero, el pobre y el que sufre; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje que lleva consigo. Así como “la paz con la creación”, una responsabilidad que corresponde a cada uno de los habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro.

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