El Papa: en la comunión Dios encuentra nuestra fragilidad

El Papa: en la comunión Dios encuentra nuestra fragilidad

Durante la Audiencia, Francisco prosiguió con su ciclo de catequesis sobre la misa, que no es un espectáculo o un museo, sino un encuentro vivo con el Señor. Y para prepararse se necesita silencio, no pláticas

por IACOPO SCARAMUZZI

«Cuando comulgo en la misa el Señor encuentra mi fragilidad». Lo dijo el Papa durante la catequesis de la Audiencia general, en la que prosiguió con su nuevo ciclo de catequesis (que comenzó la semana pasada) dedicado a volver a descubrir el significado de la misa y de la eucaristía. Francisco subrayó que la misa «no es un espectáculo o un museo», sino un «encuentro vivo» con el Señor, que debemos preparar recogiéndonos en silencio, no platicando con el que está sentado al lado, e insistió en que la oración es «confiar, abrir el corazón para dejarse maravillar» por Dios, y no hablarle «como los loros». 

 

«Para comprender la belleza de la celebración eucarística, deseo comenzar con un aspecto muy simple», dijo el Papa: «la Misa es oración; es más, es la oración por excelencia, la más elevada, la más sublime, y al mismo tiempo la más “concreta”». ¿Qué es verdaderamente la oración?, preguntó el Papa; «es, antes que nada, diálogo, relación personal con Dios. Y el hombre ha sido creado como ser relacional que encuentra su plena realización solo en el encuentro con su Creador». Por ello, «esta, pues, es la gracia más grande: poder expresar que la Misa, la Eucaristía, es el momento privilegiado para estar con Jesús, y, mediante Él, con Dios y con los hermanos. Rezar, como todo diálogo verdadero, es también saber permanecer en silencio; en los diálogos hay momentos de silencio, en silencio junto a Jesús. Y cuando vamos a Misa –añadió– tal vez llegamos cinco minutos antes y nos ponemos a platicar con quien esté al lado, pero no es momento para platicar, es el momento del silencio, para prepararnos al diálogo, momento de recogerse en el corazón para prepararse al encuentro de Jesús: el silencio es muy importante, acuérdense de lo que dije la semana pasada: no vamos a un espectáculo, vamos al encuentro con el Señor, y el silencio nos prepara y nos acompaña». 

 

Los Evangelios, recordó Francisco, «nos muestran que Jesús se retira en lugares apartados para rezar; los discípulos, viendo esta íntima relación con el Padre, sienten el deseo de poder participar en ella, y le piden: “Señor, enséñanos a rezar”. Jesús responde que lo primero que se necesita para rezar es saber decir “Padre”, es decir ponerse ante su presencia con confianza filial. Tengamos cuidado», advirtió el Papa: «si yo no soy capaz de decirle “Padre” a Dios, no soy capaz de rezar. Así de simple. Debemos aprender a decir “Padre”». 

 

La primera de las actitudes en la oración, prosiguió Bergoglio, es «confianza», como la que tiene «el niño con sus padres; saber que Dios se acuerda de ti y que te cuida. La segunda predisposición, también propia de los niños, es dejarse sorprender. El niño siempre hace mil preguntas porque desea descubrir el mundo; y se maravilla incluso con cosas pequeñas, porque todo es nuevo para él. Para entrar al Reino de los cielos hay que dejarse maravillar. En nuestra relación con el Señor, en la oración, ¿nos dejamos maravillar? ¿O –añadió Francisco– pensamos que la oración es hablarle a Dios como hacen los loros? No: confiar, abrir el corazón para dejarse maravillar. ¿Nos dejamos sorprender por Dios, el Dios de las sorpresas? Porque el encuentro con el Señor es un encuentro vivo, no es un encuentro de museo, y nosotros vamos a Misa, no al museo: vamos al encuentro vivo con el Señor». 

 

El Papa también se concentró sobre la posibilidad de «renacer», «volver a tener el gusto, la alegría, la maravilla de la vida». «También frente a tantas tragedias esta es una pregunta fundamental de nuestra fe y este es el deseo de todo verdadero creyente: el deseo de renacer, la alegría de volver a comenzar. ¿Nosotros tenemos este deseo? Renacer siempre para encontrar al Señor. ¿Ustedes tienen este deseo? De hecho es fácil perderlo, porque debido a tantas actividades, tantos proyectos que hay que llevar a cabo, al final nos queda poco tiempo y perdemos de vista lo que es fundamental: nuestra vida del corazón, nuestra vida espiritual, nuestra vida que es encuentro con el Señor en la oración. En verdad, el Señor nos sorprende mostrándonos que Él nos ama incluso en nuestras debilidades. “Jesucristo es la víctima de expiación por nuestros pecados; no solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. Este don, fuente de verdadera consolación (porque el Señor siempre perdona) es un don que nos es dado mediante la Eucaristía, ese banquete nupcial en el que el Esposo encuentra nuestras fragilidades… ¿Puedo decir –preguntó el Papa a los fieles– que, cuando comulgo en la Misa, el Señor encuentra mi fragilidad? Sí, podemos decirlo porque esto es verdadero… para volver a nuestra primera llamada: la de ser a imagen y semejanza de Dios. Esto es la Eucaristía, esto es la oración». 

 

Antes de la Audiencia general, frente a la Casa Santa Marta, en donde vive, los dirigentes de la casa automotriz Lamborghini le regalaron al Papa un número único del modelo “Huracán”, que será vendido en una subasta por Sotheby’s. El valor de la Lamborghini es de 230 mil euros. Las ganancias serán entregadas directamente al Papa, quien, precisó una nota de la Sala de prensa vaticana, decidió donar el dinero a tres proyectos: «la reconstrucción de la Llanura de Nínive», en Irak, mediante la fundación de derecho pontificio Ayuda a la Iglesia Necesitada; el proyecto «Casa Papa Francisco» de la Comunidad Papa Juan XXIII (mujeres víctimas del tráfico de personas y de la prostitución); y las actividades de dos asociaciones italianas que trabajan principalmente en África: la Gicam del profesor Marco Lanzaetta y Amici de República Centroafricana. 

 

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