El Papa: no es cierto que la petición sea una forma débil de fe

El Papa: no es cierto que la petición sea una forma débil de fe

Con el Padre Nuestro Jesús tomó una decisión audaz, porque ninguno de los teólogos famosos osaría rezarle a Dios como un niño que se dirige al padre

La oración «anida donde hay un hombre, en cualquier hombre que tiene hambre, que llora, que lucha, que sufre y se pregunta “¿por qué?”», y la fe es un acostumbrarse «al grito»: es lo que Jesús indicó al enseñar el Padre Nuestro, una oración «audaz», porque «ninguno de nosotros, ninguno de los teólogos más famosos osaría rezarle a Dios de esta manera», explicó el Papa en la Audiencia general, rezarle a Dios como un niño que se dirige al papá, subrayó. Jesús «no quiere apagar lo humano, no quiere anestesiar, no quiere que nos deshagamos de las preguntas y demandas aprendiendo a soportar todo». Por el contrario «quiere que todo sufrimiento, toda inquietud, se eleve al cielo y se convierta en diálogo». En este sentido, «no es cierto» que la oración de petición sea una forma débil de la fe, mientras que la oración más auténtica sería la de alabanza pura, la que busca a Dios sin el peso de ninguna petición: «No, esto no es verdad. La oración de petición es auténtica, es espontánea, es un acto de fe en Dios que es Padre, que es bueno, que es omnipotente». «Es un acto de fe en mí, que soy pequeño, pecador, necesitado —recordó Francisco. Y por esto la oración, para pedir algo, es muy noble. Dios es el Padre que tiene una inmensa compasión por nosotros, y quiere que sus hijos le hablen sin temor».

 

El Padre Nuestro, dijo el Papa, prosiguiendo con el ciclo de catequesis dedicado a la oración que enseñó Jesús, es «audaz», porque «si no la hubiera sugerido Jesús, probablemente ninguno de nosotros, es más ninguno de los teólogos más famosos osaría rezarle a Dios de esta manera. Jesús, efectivamente, invita a sus discípulos a acercarse a Dios y a dirigirle con confianza algunas peticiones: antes que nada sobre Él y luego sobre nosotros. No hay preámbulos en el Padre Nuestro: Jesús no enseña fórmulas para “congraciarse” con el Señor; al contrario, nos invita a orar a Él, derribando las barreras de la dependencia y del miedo. No dice que se dirijan a Dios llamándolo ‘Todopoderoso’, o ‘Altísimo’, Tú que estas tan lejos de nosotros, yo soy un miserable. No, no. No dice así, sino simplemente “Padre”, con toda simplicidad, como los niños se dirigen al papá. Y esta palabra ‘Padre, expresa confidencia y confianza filial»

 

La oración del Padre Nuestro, prosiguió el Papa, hunde sus raíces en la «realidad concreta del hombre. Por ejemplo, nos hace pedir el ‘pan de cada día”: petición simple, pero esencial, que dice que la fe no es una cuestión “decorativa”, alejada de la vida, que interviene cuando se han satisfecho las demás necesidades. Si acaso, la oración comienza con la vida misma. La oración (nos lo enseña Jesús) no comienza en la existencia humana después de que el estómago está lleno: más bien anida en donde haya un hombre, cualquier hombre que tiene hambre, que llora, que lucha, que sufre y se pregunta “¿por qué?”. Nuestra primera oración, en cierto sentido fue el gemido que acompañó el primer respiro» y «Jesús, en la oración, no quiere apagar lo humano, no quiere anestesiar, no quiere que nos deshagamos de las preguntas y demandas aprendiendo a soportar todo. Tener fe —explicó Bergoglio citando a una “persona” sin identificar—es acostumbrarse al grito».

 

El Papa también se refirió al Bartimeo del Evangelio que gritaba mientras iba pasando el maestro: «Jesús, ten piedad de mí», a pesar de toda la gente buena que le decía que se callara: «¡quédate callado! Pasa el Señor. Cállate. No molestes. El Maestro tiene muchas cosas que hacer; no lo molestes. Tú eres fastidioso con tus gritos. No molestes». Por ello, explicó Bergoglio, «la oración no solo antecede a la salvación, sino que de alguna manera ya la contiene, porque libera de la desesperación de quien no cree en una salida a muchas situaciones insoportables».

 

«Claro», continuó el Papa, «los creyentes también sienten la necesidad de alabar a Dios», pero «ninguno de nosotros debe abrazar la teoría que alguien hizo en el pasado, de que la oración de petición es una forma débil de la fe, mientras que la oración más auténtica sería la de alabanza pura, la que busca a Dios sin el peso de ninguna petición. “No, esto no es verdad. La oración de petición es auténtica, es espontánea, es un acto de fe en Dios que es Padre, que es bueno, que es omnipotente. Es un acto de fe en mí, que soy pequeño, pecador, necesitado. Y por esto la oración, para pedir algo, es muy noble. Dios es el Padre que tiene una inmensa compasión por nosotros, y quiere que sus hijos le hablen sin temor directamente: “Padre, tengo necesidades”, “Pero, Señor, ¿qué me has hecho?”. Por ello —concluyó— le podemos contar todo, incluso las cosas que en nuestra vida han quedado distorsionadas e incomprensibles. Y nos ha prometido que habría estado con nosotros para siempre, hasta el último de los días que pasaremos en esta tierra. Recemos el Padre Nuestro comenzando así, simplemente “padre” o “papá”, y él entiende y nos ama tanto».

 

Antes de concluir su catequesis, el Papa Francisco saludó cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica. «Que el Señor Jesús —dijo— nos dé la gracia de una total confianza en Dios, Padre compasivo que nos ama y permanece siempre a nuestro lado. Que Nuestra Señora de Guadalupe, cuya fiesta celebramos hoy, nos ayude a entregarnos al amor providente de Dios y a poner en Él toda nuestra esperanza».

Comentá la nota