El Papa: el chismorreo saliendo de la Misa destruye la paz

El Papa: el chismorreo saliendo de la Misa destruye la paz

Durante la Audiencia general, Francisco explicó que el Espíritu Santo es un «don» de Dios que no debe ser conservado como si el alma fuera un «almacén». «El Papa, los obispos, y los sacerdotes no son los padrones; la Iglesia es de todos»

El Espíritu Santo es un don de Dios, que no debe ser conservado como si el alma fuera un almacén, ni arruinado después de haberlo recibido, como los que chismorrean contra los demás al salir de la misa. Es el consejo que el Papa dio durante la Audiencia general en la Plaza San Pedro, donde subrayó que no hay padrones por una parte (el Papa, los obispos y los sacerdotes) y obreros por otra, porque la Iglesia «somos todos nosotros», y los dones del Espíritu, que suscitan «sinfonía y no monotonía», llevan a los fieles a ocuparse los unos de los otros. 

  

Es propio del Espíritu «descentrarnos de nuestro yo para abrirnos al “nosotros” de la comunidad cristiana, así como al bien de la sociedad en la que vivimos. Recibir para dar, no estamos nosotros en el centro, nosotros somos un instrumento de ese don para los demás», explicó Francisco. «También la semilla, cuando la tenemos en la mano, no es para meterla al armario, sino para sembrarla; y toda la vida debe ser sembrada para que dé frutos: el don del Espíritu Santo hay que darlo a la comunidad». 

  

La misión de la Iglesia en el mundo, en este sentido, «procede a través de la aportación de todos los que forman parte de ella. Algunos piensan que la Iglesia tiene padrones (el Papa, los obispos y los sacerdotes), y luego los obreros, que son los demás; no, la Iglesia somos todos, y todos tenemos la responsabilidad de santificarnos, de cuidarnos los unos a los otros». «Somos nosotros los que estamos en la plaza, somos nosotros los que caminamos, todos», y la Confirmación «vincula a la Iglesia universal, esparcida por toda la tierra, pero involucrando activamente a los confirmados en la vida de la Iglesia particular a la que ellos pertenecen, con el obispo a la cabeza, que es el sucesor de los Apóstoles. Y por esto el obispo es el ministro originario de la Confirmación, porque él incorpora a la Iglesia a este confirmado». 

  

Esta «incorporación» del confirmado en la Iglesia, prosiguió Jorge Mario Bergoglio, «está bien significada en el signo de paz que concluye el tiro de la crismación», porque en la «confirmación recibimos el Espíritu Santo y la paz, esa paz que debemos dar nosotros». Recibir la paz, pues, «compromete a trabajar para mejorar la concordia en la parroquia, favoreciendo el acuerdo con los demás, incluyendo y no descartando o marginando. Recibir la paz compromete a cooperar con quien es diferente de nosotros, conscientes de que la comunidad cristiana se edifica mediante riquezas diferentes y complementarias. El Espíritu es creativo y no repetitivo. ¡Sus dones suscitan sinfonía y no monotonía! Su obra involucra a todos los que llevan en sí su sello. La ceremonia de la confirmación significa caridad entre nosotros, paz. Pero luego, ¿qué sucede? Salimos y nos ponemos a chismorrear contra los demás, a “despellejar” a los demás, comienzan los chismes, y los chismes son guerras, y esto no funciona: si nosotros hemos recibido el signo de la paz con el apoyo del Espíritu Santo, debemos ser hombres y mujeres de paz, sin ir a destruir, pobre Espíritu Santo, el trabajo que tiene con nosotros con los chismes… que no son obra del Espíritu Santo por el bien de la Iglesia, destruyen lo que hace Dios». 

  

«¡Por favor, dejemos de chismorrear!», exhortó el Papa, quien concluyó afirmando que el Espíritu Santo da la valentía para «comunicar el Evangelio, con las obras y las palabras, a todos los que encontramos por nuestro camino. Palabras buenas, de las que edifican, no las de los chismes que destruyen: cuando salgan de la iglesia, por favor, piensen que la paz recibida es para darla a los demás, no para destruirla con el chismorreo». 

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