El Papa ante santos peruanos: Seamos misioneros como Cristo, Señor de los Milagros

El Papa ante santos peruanos: Seamos misioneros como Cristo, Señor de los Milagros

Después de rezar junto con las religiosas de vida contemplativa en el Santuario del Señor de los Milagros, el Papa Francisco se dirigió a la Catedral de Lima para orar ante las reliquias de los santos peruanos.

 

Al llegar, el Santo Padre bendijo un crucifijo y saludo a los fieles. Uno de ellos le ofreció mate, la bebida típica de Argentina, que él tomó con agrado.

 

Luego caminó hacia al altar central donde estaban expuestas las reliquias de Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano y San Juan Masías.

Al llegar hasta allí, el Santo Padre dejó un arreglo floral y rezó en silencio ante cada uno de los relicarios. Después pronunció la siguiente oración:

Dios y Padre nuestro,

que por medio de Jesucristo

has instituido tu Iglesia

sobre la roca de los Apóstoles,

para que guiada por el Espíritu Santo

sea en el mundo signo e instrumento de tu amor y misericordia,

te damos gracias por los dones

que has obrado en nuestra Iglesia en Lima.

Te agradecemos de manera especial

la santidad florecida en nuestra tierra.

Nuestra Iglesia arquidiocesana,

fecundada por el trabajo apostólico

de santo Toribio de Mogrovejo;

engrandecida por la oración,

penitencia y caridad de santa Rosa de Lima

y san Martín de Porres;

adornada por el celo misionero

de san Francisco Solano

y el servicio humilde de san Juan Macías;

bendecida por el testimonio de vida cristiana

de otros hermanos fieles al Evangelio,

agradece tu acción en nuestra historia

y te suplica ser fiel a la herencia recibida.

Ayúdanos a ser Iglesia en salida,

acercándonos a todos,

en especial a los menos favorecidos;

enséñanos a ser discípulos misioneros

de Jesucristo, el Señor de los Milagros, viviendo el amor, buscando la unidad

y practicando la misericordia

para que, protegidos por la intercesión

de Nuestra Señora de la Evangelización,

vivamos y anunciemos

al mundo el gozo del Evangelio.

Tras pronunciarla, el Pontífice guardó silencio durante unos momentos, impartió su bendición a los presentes y salió rumbo al Palacio Arzobispal para encontrarse con los Obispos.

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