Olimpiadas; el Papa: las Coreas juntas dan esperanzas de un mundo de paz

Olimpiadas; el Papa: las Coreas juntas dan esperanzas de un mundo de paz

Durante la Audiencia general, un mensaje a los juegos invernales que comenzarán el próximo viernes. En la catequesis advierte sobre las homilías demasiado largas: algunos fieles se salen de la iglesia para fumarse un cigarro

Que las delegaciones de Corea del Norte y Corea del Sur «desfilen juntas bajo una única bandera y que compitan como un único equipo» en las Olimpiadas invernales que comenzarán el próximo viernes en PyeongChang, despiertan la esperanza «de un mundo en el cual los conflictos se resuelven pacíficamente con el diálogo y en el respeto recíproco, como también enseña el deporte». Lo dijo el Papa Francisco al final de la Audiencia general de hoy, 7 de febrero, en el Aula Pablo VI. El Pontífice hizo un nuevo llamado para los migrantes, en ocasión de la Jornada Mundial de Oración y Reflexión en contra de la Trata de mañana. Durante la catequesis, Francisco reflexionó sobre la lectura del Evangelio y sobre el género de las homilías, que, advirtió, exigen la preparación de quien la pronuncia y la atención de quien las escucha y, como sea, deben ser breves: «¡Cuántas veces que algunos se duermen en la homilía, otros platican o se salen a fumar un cigarro!», recordó el Papa suscitando las risas entre los fieles. 

  

Jorge Mario Bergoglio, al concluir su catequesis, indicó que pasado mañana, el viernes 9 de febrero, comenzarán los XXIII Juegos Olímpicos de Invierno en la ciudad de PyeongChang, en Corea del Sur, con la participación de 92 países. «La tradicional tregua olímpica este año adquiere una especial importancia», subrayó «Las delegaciones de las dos Coreas desfilarán juntas bajo una única bandera y competirán como un único equipo. Esto hace esperar un mundo en el que los conflictos se resuelven pacíficamente, con el diálogo y en el respeto recíproco, como también enseña el deporte». EL papa después saludó al Comité Olímpico Internacional, «a los atletas y a las atletas que participan en los Juegos de PyeongChang, a las autoridades y al pueblo de la Península de Corea. A todos acompaño con la oración, mientras renuevo el compromiso de la Santa Sede para apoyar cualquier iniciativa útil a favor de la paz y del encuentro entre los pueblos. ¡Que estas Olimpiadas sean una gran fiesta de la amistad y del deporte! Que Dios los bendiga». 

  

Francisco prosiguió hoy con su ciclo de catequesis dedicado al significado de la misa, y se concentró sobre el Evangelio y la homilía. «El diálogo entre Dios y su pueblo, desarrollado en la Liturgia de la Palabra de la Misa, llega a su clímax en la proclamación del Evangelio», dijo. «Nosotros nos levantamos para escuchar el Evangelio, pero es Cristo quien nos habla allí, por eso estamos atentos, es un coloquio directo, es el Señor quien nos habla. Entonces, en la Misa no leemos el Evangelio para saber cómo van las cosas, sino que escuchamos el Evangelio para cobrar conciencia de lo que Jesús hizo y dijo una vez, u esa Palabra está viva y llega a mi corazón; por ello, escuchar el Evangelio es importante, con el corazón, porque es Palabra viva». 

  

Para que llegara su mensaje, «Cristo –prosiguió el Papa– también se sirve de la palabra del sacerdote que, después del Evangelio, pronuncia la homilía. Recomendada vivamente por el Concilio Vaticano II como parte de la liturgia misma, la homilía no es un discurso de circunstancia, tampoco una catequesis como la que estoy haciendo ahora yo, ni una conferencia o una lección; la homilía es otra cosa, es un “retomar aquel diálogo que ya está abierto entre el Señor y su pueblo”, para que encuentre cumplimiento en la vida». Por ello, la homilía ayuda el «recorrido» de la Palabra de Dios, dijo Francisco retomando una idea que expuso la semana pasada, pues «entra por las orejas, pasa por el corazón y llega a las manos, a las buenas obras». El Pontífice argentino subrayó que quien pronuncia la homilía «debe desempeñar bien su ministerio, lo que predica, el sacerdote o el diácono o el obispo, ofreciendo un servicio real a todos los que participan en la Misa, pero también los que escuchan «tienen que poner de su parte». Si «a veces hay motivos para aburrirse por una homilía larga o que no está bien centrada o incomprensible, otras veces el prejuicio es el que se convierte en un obstáculo», prosiguió Francisco. «Quien hace la homilía debe estar consciente de que no está haciendo algo propio, está predicando, dando voz a Jesús, y la homilía debe estar bien preparada, debe ser breve, breve. Me decía un sacerdote, continuó el Papa abandonando el texto que tenía preparado para la Audiencia, que una vez fue a otra ciudad, en donde vivían sus padres y el papá le dijo: “estoy contento porque con mis amigos encontramos una iglesia en la que se hace la misa sin homilía”. ¡Cuántas veces vemos que en la homilía algunos se quedan dormidos, otros platican o salen a fumarse un cigarro!…», dijo el Papa entre las risas de los fieles. «¡Ah! ¿Es cierto, no? Todos ustedes lo saben: por ello este favor, que sea breve, pero que esté bien preparada. Y, ¿cómo se prepara una homilía? Con la oración, con el estudio de la Palabra de Dios y haciendo un resumen claro. Y breve». En la Liturgia de la Palabra, concluyó el Papa, «mediante el Evangelio y la homilía, Dios dialoga con su pueblo, que le escucha con atención y veneración y, al mismo tiempo, lo reconoce presente y operante. Si, pues, nos ponemos a la escucha de la “buena noticia”, seremos convertidos y transformados por ella, y podremos cambiarnos a nosotros mismos y al mundo». 

   

Al final de la Audiencia, además del mensaje “olímpico”, el Papa recordó que mañana, 8 de febrero, memoria litúrgica de la Santa Josefina Bakgia, será la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata. El tema de este año es “Migración sin trata. ¡Sí a la libertad! ¡No a la trata!”. Bergoglio dijo a respecto: «Invito por lo tanto a todos, ciudadanos e instituciones, a aunar esfuerzos para prevenir la trata y garantizar protección y asistencia a las víctimas. Oremos para que el Señor convierta el corazón de los traficantes – que palabra fea: traficantes de seres humanos - y brinde la esperanza de recobrar su libertad a cuantos sufren por esta plaga vergonzosa». 

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