“Estamos sumamente impresionados y agradecidos con su Santidad el Papa quien irradia tanta bondad, tanta alegría y tanta santidad, él estuvo con nosotros con todo el corazón, estaba feliz y hablando con un lenguaje muy nuestro naturalmente, no solo porque es en español sino por el sentimiento, la bondad como he dicho, que lo sentíamos muy cercano a nosotros”.

“Yo quiero destacar eso, la bondad del Papa, su mensaje, es un mensaje bellísimo en el que nos expresa con tanta bondad cómo debemos vivir los salvadoreños y cómo debemos amar a nuestro beato monseñor Oscar Romero”.

“Por otra parte quería destacar también la actitud tan noble y generosa de todos los allí presentes… yo nunca había visto tantos salvadoreños fuera del país como esta vez, todos congregados con mucha fe, con mucha alegría aplaudiéndole al Papa, escuchando su mensaje”.

“Nos hemos sentido muy cerca de todo el país de El Salvador, porque somos conscientes que estamos representando a todos y lo que le hemos pedido al Papa ha sido a nombre de todos. En primer lugar expresarle nuestro saludo, nuestro agradecimiento sincero por habernos dado nuestro primer beato y que gran beato, monseñor Oscar Romero, y después de eso le hemos hecho la petición de que prontamente venga canonizado y también que pronto sea la beatificación del padre Rutilio Grande y además le hicimos la invitación a ir a nuestro país… y ojalá que el Papa pueda pronto visitarnos y que en esa visita pueda ser la canonización de monseñor Romero y la beatificación del padre Rutilio Grande”.

“Yo quisiera aprovechar el momento para pedir a todos sus oraciones, que nos unamos en oración, pidiendo a Dios el don de la beatificación del padre Rutilio y, como hemos dicho, el don de la canonización de monseñor Romero”.

Acerca de los frutos esperados por la reciente beatificación, monseñor Escobar Alas explicó:

“Nosotros lo que queremos es vivir en paz. Obtener la paz de una sociedad todavía en conflicto, hemos avanzado bastante pero la paz social todavía es una tarea pendiente. Cuando monseñor Romero hace 35 años ofrendó su sangre, su vida, dijo que si servía su vida por el bien de El Salvador, por la dignificación de los salvadoreños y por la paz con gusto la entregaba y en este espíritu de oblación murió. Dios le concedió morir en el altar como todos sabemos, ofrendando su propia vida plenamente y en el corazón de monseñor Romero había el deseo de que El Salvador viviera en paz”.