"El obispo está mucho más exigido desde que Francisco es Papa"

Monseñor Ojea, obispo de San Isidro y presidente de Cáritas, dice que todo lo que estaba en germen Bergoglio lo ha llevado a la plenitud. Y que tras las incómodas críticas al sistema, en vivo y en directo EE.UU. va a tener oportunidad de entenderlo mejor.

Monseñor Oscar Ojea es obispo de la diócesis argentina de San Isidro, responsable de Cáritas de la Conferencia Episcopal Argentina, y, quizás, de los pocos obispos que pueden presumir de haber sido compañero, amigo del Papa y su auxiliar durante tres años. De visita familiar en España, el prelado explica quién es el Papa que él conoce y qué significa para Argentina y para el mundo. Un Papa que va en cabeza y al que nos cuesta seguir.

Empezando por los propios obispos, a los que les cuestiona su forma de vida. "Desde que Francisco es papa, el obispo está mucho más exigido", asegura.

Bienvenido, monseñor

Lo primero, José Manuel, quería agradecerles la oportunidad de comunicarme con ustedes y saludar especialmente a monseñor Carlos Osoro por la hospitalidad de su diócesis conmigo. No sé si tendré tiempo de verle porque me quedo muy poco: vengo a visitar a la familia.

A su hermano, que vive en Madrid.

Sí, hace cuarenta años que vino. Por mi lado, en el año 2006 fui llamado al episcopado y he sido obispo auxiliar de Buenos Aires durante tres años.

Auxiliar de monseñor Bergoglio, cuando él era cardenal.

Claro. Era arzobispo de Buenos Aires y yo fui vicario episcopal. En Buenos Aires hay seis obispos auxiliares, es una diócesis enorme. Yo colaboré con el durante tres años en la vicaría del centro, una de las zonas en las que se divide la diócesis bonaerense. Ya le conocía de cuando era obispo nuestro desde el año 92 y, bueno, le conocí como pastor cuando yo era párroco. Posiblemente, siendo yo auxiliar ha sido cuando le he conocido más íntimamente. Teniendo el honor de colaborar con él.

De ahí pasó a ser obispo de San Isidro.

Si, en el año 2009. Obispo coadjutor primero, y luego en 2011 ya obispo residencial.

¿Ha cambiado mucho el cardenal que conoció al hacerse Papa?

Desde mi óptica no, tal vez porque lo he conocido en la intimidad. Yo creo que hay una plenitud: todo lo que estaba en germen lo ha llevado a la plenitud. Veo que el Papa es un hombre pleno, luminoso y capaz. Pero todo estaba ya en ciernes cuando era cardenal. Tal vez en lo público sus modos eran más tímidos, sin embargo era el mismo que es.

¿Sonríe más ahora? ¿Ése es el secreto de la felicidad que transmite? Parece estar imbuido de una misión especial.

Yo tengo una carta suya de muy poco tiempo después de que fuera llamado al episcopado. En la carta me dice más o menos que, cuando pensó que iba a ser elegido, le inundó una gran paz que sabía de movida que no era suya. "Me siento blindado por esa paz", me escribía. "Gracias a ella sobrevivo". Yo pienso que es la Gracia. La Gracia estuvo ahí en primer lugar. Y, en segundo, sus dones y cualidades personales, llevados a plenitud, que son muchísimos.

Ya los tenía y lo que tiene ahora es una palestra mundial para demostrarlos.

Así es.

¿Qué significa para Argentina tener un papa argentino, latinoamericano por primera vez en la Historia? ¿Se les va a subir a ustedes el ego más todavía?

Él nos ha hecho chistes con respecto a eso, claro. A lo de creérnosla. Incluso, en sus primeras palabras en el episcopado argentino ya nos dijo "recen para que no me la crea". Sin lugar a dudas estamos muy felices de tener un papa argentino, nos sentimos realmente honrados y yo estoy orgulloso de poder vivir este momento de la Iglesia, que se presenta como un momento lleno de posibilidades pastorales, de mucho pensamiento y de renovar la Iglesia abriendo sus cosas, invitando a la cercanía a los hermanos que no creen y que están lejos.

¿Hay una especie de 'revolución tranquila' en marcha?

Pienso que sí, que sus palabras y sus gestos despiertan cariño y atraen especialmente a los hermanos que están más lejos. Esto es lo revolucionario: ponerles en movimiento a ellos y hacernos interrogar a nosotros sobre muchas cosas.

¿Nos hacía falta esa incidencia tan grande que él hace en la misericordia y en la ternura?

Era un paso necesario. En realidad, el tema de la misericordia había estado muy presente en las encíclicas de los papas anteriores, pero él ha virado de las palabras a los gestos con toda claridad. Su preferencia por los más pobres, su bula sobre el Año de la Misericordia le definen. Hablando con él el día 15 de mayo, lo primero que le pregunté fue que si seguía levantándose a las cuatro de la mañana para la oración, como hacía en Buenos Aires. El Papa me dijo que sí y que, ahí, en oración, meditando sobre el hijo pródigo, pensó en ese padre que reiteradamente sale a mirar de lejos, a ver si viene el hijo. Y que, entonces, también pensó que la Iglesia tenía que ser como ese padre que ha aprendido a mirar a lo lejos para saber después acompañar al que viene de lejos haciendo camino. Por eso el Año de la Misericordia me ha conmovido mucho. Es el pensamiento que más repite este papa. El eje de su pontificado es esa parábola.

Ciertamente, los gestos dicen mucho. ¿A veces más que las palabras?

Vivimos en la civilización de la imagen, que es lo que se comunica de manera más rápida y notable. Yo he querido, cuando he estado en Roma después de su elección como Papa, estar en el fondo de la plaza, para poder contemplar mejor este fenómeno de su relación con la gente. Es realmente impresionante verle desde ahí abajo. Le comenté que había quedado sorprendido de aquello -cómo le siente y le vive la gente, cómo buscar llegar a él y tocarle, decirle algo...- y me dijo que era lo que más le gustaba de todo: "Estoy esperando que llegue el miércoles y el otro miércoles...". No es sólo cosa de la gente: es obvio que él también busca esa cercanía. Yo diría que es una comunicación plena. Uno lo percibe claramente en la plaza.

Esta sintonía total se ha percibido también en su último viaje, en el que ha rodeado su patria sin entrar en ella, como Moisés. Esperemos que vaya pronto. ¿Lo tiene pensado?

Parece que vendría el año que viene en el segundo semestre, pero no está confirmada la fecha. En 2016 tenemos la celebración de los doscientos años de la independencia y por ese motivo tenemos un Congreso Eucarístico Nacional el 9 de julio. Seguramente después de ese congreso vendría el Papa, aunque no está confirmado todavía.

Pero antes de eso, él ha querido hacer esta recorrida por los países de la periferia de la Argentina y a mí me ha parecido muy importante, porque nosotros en nuestro país tenemos una fortísima inmigración boliviana y paraguaya. El segundo país donde hay más paraguayos del mundo es la Argentina, así que somos muy sensibles a lo que puede haber pasado en el viaje del Papa por Ecuador, Bolivia y Paraguay. También los interpretamos como mensajes dirigidos a nosotros, porque queremos mucho a los países de nuestra periferia.

También en sus viajes juega con la simbología de la periferia.

Sí, porque está convencido de que desde la periferia el mundo se ve distinto que desde el centro. Lo explica en la exhortación apostólica sobre la Alegría del Evangelio y lo mantiene en los hechos. Es una concepción del mundo más como un poliedro que como una esfera: poniéndose en distintos lugares, uno puede mirar distinto y percibir de modo diferente la realidad.

¿Qué opina de su discurso, aquí calificado de "histórico", a los movimientos populares en Bolivia?

Me pareció importantísima su denuncia al sistema. En primer lugar, creo en esa triple T que tenemos que tener presente cuando pensamos en los pueblos originarios y en los movimientos populares: tierra, techo y trabajo. Son el marco básico que tiene que enmarcar la lucha de los pueblos por aquello que necesitan, su dignidad. En segundo lugar, también fue importante porque denunció los crímenes cometidos por lo que hoy llamamos Primer Mundo; los que tienen que ver con la Conquista de América. Esto ha sido trascendente: el hecho de que la Iglesia pida perdón, gesto que fue inaugurado por Juan Pablo II en el Jubileo, es históricamente importante porque reubica a la Iglesia en su diálogo con el mundo en pos de la justicia.

Por otro lado, su próximo viaje también va a ser histórico: se prepara para septiembre la visita a Cuba y EE.UU.

Yo vengo ahora de Cuba, de la diócesis de Holguín, en el oriente, donde tenemos hace muchos años confiada una parroquia donde hay dos sacerdotes argentinos de San Isidro que están atendiendo la parroquia y se van renovando con el tiempo. Realmente he percibido el entusiasmo que hay: un deseo vivo de que este Pontífice les visite. Cuba ha recibido a dos: Juan Pablo, cuya visita fue realmente histórica, y hace poco, a Benedicto. Ahora, la visita de Francisco se va a dar en un nuevo contexto, tras haber mediado entre la isla y Estados Unidos, de modo que creo que va a ser muy trascendente. El pueblo la espera y va a ser la primera vez que visite nuestra diócesis de Holguín, que es la tercera ciudad de Cuba de mayor importancia. La gente está llena de orgullo.

¿Aprovechará para agradecerle ese paso histórico que se ha dado con su contribución?

Sin duda. Además, la gente tiene mucha esperanza en lo que el Papa va a decir, sobre todo sobre la familia, que es un tema fundamental en Cuba, por el éxodo de cubanos que ha habido, el sufrimiento ocasionado por la lejanía de esos seres queridos... La palabra del Papa va a ser sumamente importante también en todo lo que tiene que ver con la situación social. El Papa irá a renovar el impulso misionero en Cuba y a hacer un reconocimiento de lo que ha significado la Virgen cuando se ha roto la cadena de comunicación de la fe. Porque en eso hay que ser claro: en Cuba se ha roto la cadena de transmisión de la fe generacionalmente. Entonces, la devoción a la Virgen, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, ha sido lo que ha mantenido a ateos y creyentes aglutinados, puesto que también es un símbolo nacional. Creo que el Papa va a hacer un importante hincapié en esta devoción histórica del pueblo cubano.

¿Y en Estados Unidos?

Bueno, allí se presenta más complicado, aunque hay amigos y hermanos norteamericanos que quieren mucho al Papa. Otros no lo quieren, porque han interpretado las últimas cartas como una postura muy enfrentada al mundo capitalista, pero creo que van a tener oportunidad de entenderlo mejor. 

¿Se nota en su país el 'efecto Francisco'?

Creo que hay más disposición a escuchar el mensaje. Hay una inmensa parte de católicos que, al estar felices, están movilizados desde el punto de vista misionero y evangélico. El pueblo tiene una actitud distinta y los obispos y sacerdotes todavía no estamos a la altura. ¿Cómo podemos ayudar al Papa mejor? Creo que esto no solamente pasa en Argentina, sino que pasa también en otros países.

Ha cambiado los paradigmas y está sacudiendo la vida de los obispos, incluso.

Y de los curas y de la gente: no le quepa la menor duda. En efecto, desde que Francisco es papa, el obispo está mucho más exigido y muchísimo más comprometido a estar a la altura de esta nueva situación pastoral.

Habrá que aterrizar.

Y escuchar a la gente y ser humilde.

En España estamos pasando una crisis económica brutal. En Argentina también hay problemas y usted, como presidente de Cáritas, los percibe.

Yo diría que los problemas que tenemos son muy serios. El narcotráfico, que es un tema sumamente complejo: no hablo sólo de la oferta de droga y el consumo en los jóvenes -especialmente de los jóvenes de los barrios marginales-, sino del delito que acarrea la adicción. Es lo que en nuestra Cáritas llamamos "las nuevas pobrezas", una unidad entre droga y criminalidad... Al mismo tiempo, trae también el tema de la trata de personas.

Es un nuevo modo de violencia: se juntan situaciones que deben ser abordadas de un modo global, no sólo desde un segmento.

Por ejemplo, si yo tengo un joven que tiene un problema familiar por la ausencia de sus padres por estar ocupados manteniendo a la familia, vivirá aislado y eso se convertirá en otro problema: de la carencia afectiva a la soledad. Recurre a la banda, como modo de sustitución de la familia, y su inserción en ella le lleva a hacer más problemas: abandona la escuela. Al problema de la educación se le puede sumar el de la enfermedad, porque la droga, en su viaje, trae necesariamente, si no es sida, la tuberculosis que ha reaparecido ahora en la Argentina por el tema de la alimentación.

Entonces, tenemos un conglomerado de problemas que no se pueden abordar sólo desde un sesgo terapéutico, educacional o del desarrollo social. De nuevo, necesitamos una mirada integral, interdisciplinar. Nos hemos encontrado con un desafío que sí es nuevo y es muy importante que la Iglesia, aprovechando la cercanía que tiene con ese mundo, ha de comprometerse. La tiene porque, como yo digo, ¿a quién le va a contar una abuela que el nieto le ha robado para consumir? Se lo dice al cura: no va a hacer la denuncia a una fiscalía. La Iglesia está empezando a convocar a los distintos actores sociales, para poder caminar en esto de la reconstrucción del tejido social en pos de un futuro mejor.

¿En este momento la voz de la Iglesia es más escuchada políticamente?

Pienso que sí tiene más fuerza. La buscan más porque interesa como pensamiento. No sé cuál será su eco en otros países, pero en Argentina, evidentemente, la presencia de Francisco ha elevado la exigencia de dirigir la palabra de la Iglesia a los diversos problemas sociales.

Monseñor, ha sido un placer. Muchas gracias.

Al contrario, José Manuel: reitero mis saludos y mi entusiasmo. Que Dios les bendiga a todos.

Comentá la nota