La Nunciatura Apostólica confirmó que "la carta es verdadera" y habló de una "confusión"

La Nunciatura Apostólica confirmó que
Monseñor Emil Paul Tscherrig ratificó que el escrito que difundió el Gobierno es un telegrama legítimo enviado por Francisco. Aclaró que la Nunciatura actuó correctamente
Faltaba una palabra en el misterio de la carta del Papa a Cristina Kirchner. Y llegó. El nuncio monseñor Emil Paul Tscherrig ratificó que el telegrama difundido por Presidencia de la Nación es "legítimo" y atribuyó toda la polémica a una confusión.

La Nunciatura Apostólica es la representación del Vaticano en la Argentina, sede diplomática a través de la cual se canalizan todas las comunicaciones oficiales de Francisco, entre ellas las cartas y los telegramas que el Pontífice envía a la Presidencia de la Nación.

Tscherrig aseguró que todas las versiones que surgieron en torno a la desmentida y ratificación definitiva del texto son "especulaciones". "No continuemos a aumentar la pelea porque no hay pelea; son todas especulaciones", sentenció.

"La carta es verdadera. Nunca fue falsa. Es una carta normal, un mensaje normal que se envía de un gobierno a otro. No puedo explicar el malentendido, no lo sé", completó.

El recorrido de la carta

El jueves al mediodía, Presidencia de la Nación difundió el escrito por los mismos canales en los que suele comunicar la actividad oficial de Cristina Kirchner. La nota fue publicada en Infobae y en el resto de los medios de la Argentina. A las 18, el oficial de protocolo del Vaticano, monseñor Guillermo Karcher, desmintió el contenido de la nota en un programa de televisión y habló de "mala leche" de quienes la habían difundido. Cuando caía la noche, el secretario de Culto indicó en una conferencia de prensa que el telegrama había sido entregado por la Nunciatura.

Esta mañana, a las 6, Karcher empezó un recorrido por las radios más escuchadas de la Argentina para intentar explicar qué fue lo que sucedió. Dijo que en realidad la nota era "un telegrama legítimo" de Francisco. Las tapas de los diarios, que a muchas casas todavía no habían llegado, quedaron en ridículo.

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