Nueva Zelanda, el Papa: necesitamos gestos de paz para combatir odio y violencia

Nueva Zelanda, el Papa: necesitamos gestos de paz para combatir odio y violencia

Francisco, después de la oración del Ángelus, se dirigió a los asistentes y les invitó a orar por las víctimas del «horrible ataque» contra dos mezquitas en Christchurch

Para el Santo Padre, asistimos a días donde experimentamos el dolor de las guerras y de los conflictos que “no dejan de afligir a la humanidad”. En este contexto retoma “el dolor de las víctimas del horrible ataque contra dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda”. Así dice: “Rezo por los muertos y heridos y sus familias. Estoy cerca de esa comunidad religiosa y civil”. E invita a la oración por “nuestros hermanos musulmanes que han sido asesinados”.

 

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En este segundo domingo de Cuaresma, el Papa en su catequesis nos invita a “contemplar el acontecimiento de la Transfiguración, en el que Jesús concede a los discípulos Pedro, Santiago y Juan el anticipo de la gloria de la Resurrección: una visión del cielo en la tierra. El evangelista Lucas (9:28-36) nos muestra a Jesús transfigurado en el monte, que es el lugar de la luz, un símbolo fascinante de la experiencia única reservada a los tres discípulos. Suben con el Maestro al monte, lo ven sumido en la oración, y en cierto momento "su rostro cambió de aspecto" (v. 29).

 

En los tres discípulos esta experiencia genera una reacción primera, afirma el Papa: “Acostumbrados a verle cada día en la simple apariencia de su humanidad, frente a ese nuevo esplendor, que también envuelve toda su persona, se asombran”.

 

El asombro es todavía más grande, afirma el Papa, porque “junto a Jesús aparecen Moisés y Elías, que le hablan de su próximo "éxodo", es decir, de su Pascua de muerte y resurrección. Entonces Pedro exclama: "Maestro, es hermoso que estemos aquí". (v. 33). ¡Él no quería que ese momento de gracia terminara!”.

 

Para el Papa, “la Transfiguración tiene lugar en un momento muy preciso de la misión de Cristo, es decir, después de haber confiado a sus discípulos que "debe sufrir mucho, [...] ser matado y resucitar al tercer día" (v. 21). Jesús sabe que ellos no aceptan esta realidad, y entonces quiere prepararlos para soportar el escándalo de la pasión y muerte de la cruz, para que sepan que este es el camino por el cual el Padre celestial llevará a su Hijo escogido a la gloria, resucitándolo de entre los muertos. Y este será también el camino de los discípulos: nadie llega a la vida eterna si no es siguiendo a Jesús, llevando su propia cruz en la vida terrena”.

 

El misterio de la transfiguración, insiste el Papa, “nos muestra la perspectiva cristiana del sufrimiento: es un paso necesario pero transitorio. El punto de llegada al que estamos llamados es tan luminoso como el rostro del Cristo transfigurado: en él está la salvación, la bienaventuranza, la luz, el amor ilimitado de Dios. Al mostrar su gloria, Jesús nos asegura que la cruz, las pruebas, las dificultades en las que estamos luchando tienen su solución y su superación en su Pascua”.

 

Cristo transfigurado, como parte de la reflexión de la Cuaresma, es una invitación a todos los cristianso a subir al monte: “¿En qué sentido? Con oración. Permanezcamos unos instantes en el recogimiento, fijemos nuestra mirada interior en su rostro y dejemos que su luz nos impregne e irradie en nuestras vidas”.

 

Para el Papa, el evangelista Lucas subraya “el hecho de que Jesús se transfiguró "mientras oraba" (v. 29). Se había sumergido en una conversación íntima con el Padre, en la que también resonaban la Ley y los Profetas, Moisés y Elías... Es así: la oración en Cristo y en el Espíritu Santo transforma a la persona desde dentro y puede iluminar a los demás y al mundo que la rodea”.

 

El Papa Francisco finalizó su alocución, invitando a que “continuemos nuestro camino cuaresmal con alegría… Que la Virgen María nos enseñe a permanecer con Jesús aun cuando no lo entendamos a él o a sus caminos. Porque sólo estando a su lado veremos Su gloria”.

 

El Papa Francisco finalizó su mensaje saludando a todos los presentes: “los fieles de Roma y de muchas partes del mundo. Saludo a los peregrinos de Polonia, de Valencia en España, de Cazajeiras en Brasil y de Benguela en Angola. Saludo a los grupos parroquiales de Verona, Quarto di Napoli y Castel del Piano en Perugia; a los alumnos de Corleone, a los monaguillos de Brembo en Dalmine, a la asociación "Uno a Cento" en Padua”.

 

Terminó sus palabras, deseando un feliz domingo a todos y con la invitación: “no olviden rezar por mí. ¡Que tengan un buen almuerzo y hasta pronto!

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