“Que nadie sea dejado solo, cada vida es sagrada”

“Que nadie sea dejado solo, cada vida es sagrada”

Durante el Ángelus Francisco puso en guardia frente al egoísmo, la envidia, la maledicencia, y demás: «estos gérmenes arruinan el tejido de nuestras comunidades»

Por GIACOMO GALEAZZI

 «Cada vida es sagrada y hay que sacar adelante la cultura de la vida como respuesta a la lógica del descarte y al descenso demográfico». Llamado del Papa por la vida: «estamos cerca y juntos rezamos por los niños que está en peligro de la interrupción del embarazo, como también por las personas en fin de vida: cada vida es sagrada. Para que nadie sea dejado solo y el amor defienda el sentido de la vida. Recordemos las palabras de Madre Teresa: “¡La vida es belleza, admírala; la vida es vida, defiéndela!”». Papa Francisco insistió, ante los fieles que participaron hoy a mediodía en el Ángelus, que «la misión de los cristianos en la sociedad es aquella de dar “sabor” a la vida con la fe y el amor que Cristo nos ha donado y, al mismo tiempo, mantener lejos los gérmenes contaminantes del egoísmo, de la envidia, de la maledicencia, y demás». De hecho, prosiguió, «estos gérmenes arruinan el tejido de nuestras comunidades, que deben en cambio resplandecer como lugares de acogida, de solidaridad y de reconciliación». 

 

Para cumplir esta misión, explicó Francisco, «es necesario que nosotros mismos, en primer lugar, seamos liberados de la degeneración corruptiva de los influjos mundanos, contrarios a Cristo y al Evangelio; y esta purificación no termina nunca, debe ser realizada continuamente, hay que hacerla todos los días». De hecho, subrayó Jorge Mario Bergoglio, «cada uno de nosotros está llamado a ser luz y sal en el proprio ambiente de la vida cotidiana, perseverando en la tarea de regenerar la realidad humana en el espíritu del Evangelio y en la perspectiva de Reino de Dios. Que nos sea siempre de ayuda la protección de María Santísima, primera discípula de Jesús y modelo de los creyentes que viven cada día en la historia, su vocación y misión. Que Nuestra Madre, nos ayude a dejarnos siempre purificar e iluminar por el Señor, para transformarnos también en “sal de la tierra” y “luz del mundo”». 

 

 

 

Reflexionando sobre las lecturas del Evangelio dominical, Francisco explicó el discurso de la montaña del Evangelio de Mateo: «Después de haber presentado, el domingo pasado, las Bienaventuranzas, hoy pone en evidencia las palabras de Jesús que describen la misión de sus discípulos en el mundo. Él utiliza las metáforas de la sal y de la luz, y sus palabras están dirigidas a los discípulos de todo tiempo, por lo tanto, también a nosotros. Jesús nos invita a ser un reflejo de su luz, a través del testimonio de las obras buenas. Y dice: “Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo”». Estas palabras, según el Papa, muestran que «nosotros somos reconocibles como verdaderos discípulos de Aquél que es Luz del mundo, no en las palabras, sino por nuestras obras». Y, efectivamente, «nuestro comportamiento, en el bien y en el mal, es el que deja un signo en los demás». Por ello « tenemos una tarea y una responsabilidad por el don recibido: la luz de la fe, que está en nosotros por medio de Cristo y de la acción del Espíritu Santo, no debemos retenerla como si fuera de nuestra propiedad». Por el contrario, «estamos llamados a hacer que resplandezca en el mundo, a donarla a los demás mediante las obras buenas. ¡Y cuánto tiene necesidad el mundo de la luz del Evangelio que transforma, cura y garantiza la salvación a quien lo recibe!». Además, subrayó el Pontífice, «la luz de nuestra fe, donándose, no se apaga sino que se refuerza. En cambio puede debilitarse si no la alimentamos con el amor y con las obras de caridad. Así la imagen de la luz se encuentra con aquella de la sal. En efecto, la página evangélica nos dice que, como discípulos de Cristo somos también “sal de la tierra”». La sal, añadió Jorge Mario Bergoglio, «La sal es un elemento que mientras da sabor, preserva el alimento de la alteración y de la corrupción: ¡en los tiempos de Jesús no había neveras!».  

 

Después del Ángelus, el Papa recordó que en Italia se celebra la Jornada por la Vida, que este año tiene el tema de «Mujeres y hombres por la vida en la huella de Santa Teresa de Calcuta». «Me uno —expresó— a los obispos italianos en el desear una valerosa acción educativa en favor de la vida humana. Cada vida es sagrada. Llevemos adelante la cultura de la vida como respuesta a la lógica del descarte y al descenso demográfico; estamos cercanos y juntos rezamos por los niños que está en peligro de la interrupción del embarazo, como también por las personas en fin de vida: cada vida es sagrada. Para que nadie sea dejado solo y el amor defienda el sentido de la vida. Recordemos las palabras de Madre Teresa: “¡La vida es belleza, admírala; la vida es vida, defiéndela!”». 

 

El Papa también saludó al Movimiento por la vida, a los profesores de las universidades romanas y a todos los que colaboran en la formación de las nuevas generaciones, para que «sean capaces de construir una sociedad acogedora y digna de toda persona». Al final se dirigió a los peregrinos, las familias, los grupos parroquiales y las asociaciones procedentes de diversas partes del mundo; «en particular, saludo a los fieles de Viena, Granada, Melilla, Acquaviva delle Fonti y Bari; así como a los estudiantes de Penafiel (Portugal) y Badajoz (España)». Y se despidió deseando a todos buen domingo, como acostumbra. 

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