Multitud renovó su amor por la "Mamita del cerro"

Multitud renovó su amor por la

Los ramos se pusieron en alto al llegar y los pañuelos flamearon sostenidos por manos que soportaron el frío reinante.

Recibida con el cariño y el amor de más de 80 mil fieles, la Virgen de Copacabana de Punta Corral arribó ayer a Tumbaya para descansar hasta el 28 de abril en el altar de la parroquia Nuestra Señora de los Dolores donde podrá ser visitada todos los días con la celebración de distintas misas diarias.

La "Mamita del cerro" llegó cerca de las 20.45 cuando la noche ya se había apoderado de los cerros tumbayeños después de un largo día de caminata. La imagen partió cerca de las 7 de su santuario en compañía de miles de creyentes y por más de 65 bandas de sikuris.

Descansando en los calvarios donde además otros peregrinos la fueron a esperar desde muy temprano, bajó en andas tapada con su manto por 24 largos kilómetros recorriendo los senderos coloridos y pedregosos hasta llegar cerca del río Grande donde sonaron las primeras bombas. La primera banda de sikuris en llegar fue "Punta Corral" que arribó aproximadamente a las 19, cortando desde ese momento la ruta 9.

Mientras tanto cada rincón era ocupado por cientos de personas que la esperaron con la ilusión de verla de nuevo o con la emoción tan profunda de conocerla por primera vez. Los fuegos artificiales anunciaron el momento y fue cuando su delicada cabellera, su rostro y su vestido rosa se dejaron ver a la multitud.

Los ramos se pusieron en alto y los pañuelos blancos y amarillos flamearon en el aire sostenidos por manos que soportaban el frío reinante. A muchas personas se les cayó una cálida lágrima reflejando la fe puesta en ella, la "Mamita del cerro" milagrosa o la Virgen de Copacabana de Punta Corral.

Caminando a paso lento por el último tramo llevada este año por el personal del Same y acompañada por las melodías de los sikuris cruzó el puente, la ruta 9 e ingresó hacia el parque de los niños hasta la iglesia. En todo el trayecto y en cada paso ella fue testigo de una ilusión de fe. Habían personas que miraban su llegada subidos a los cerros y los techos de las casas. Por supuesto que también las calles se vieron colmadas. Ya en la capilla amarilla los cánticos marianos de los servidores se oyeron fuerte y los sacerdotes y el obispo Daniel Fernández le dieron la bienvenida para de esa manera celebrar la última misa del Domingo de Ramos hasta después de las 22.30.

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