Monseñor Pierre Jubinville: “No hay vida cristiana si no hay comunidad”

"En la Conferencia Episcopal no hay una postura que tenga mucho coraje, es más bien un poco tibia"

Monseñor Pierre Jubinville es un obispo canadiense, misionero Espiritano que pastorea las comunidades de la diócesis de San Pedro Apóstol, una diócesis paraguaya organizada en unas mil comunidades eclesiales de base.

El obispo Pedro, como es conocido por la gente a la que acompaña, llegó a Paraguay en 1991 y pasó sus ocho primeros años en la diócesis de donde hoy es obispo. Posteriormente trabajó en la formación durante doce años en la capital paraguaya, lo que combinaba con la atención a comunidades en la periferia de Asunción.

Pasado estos años se fue de Paraguay, a donde ya no pensaba volver. Pero en noviembre de 2013 fue llamado para ser obispo de una las diócesis más pobres del país, curiosamente la misma donde fue obispoFernando Lugo, que después se convertiría en presidente del país y que sufrió un golpe de estado parlamentario.

Monseñor Jubinville se presenta como hermano y no duda en afirmar, como hacía recientemente en la celebración de clausura del X Encuentro Continental de las CEBs, que el pastor probablemente siempre debería sentirse así, hermano, humilde, en medio de su comunidad, de acuerdo con las palabras del Papa Francisco que invita a andar en medio o, incluso, detrás de las ovejas porque ellas tienen el sentido del camino a dónde ir y hay que saber escuchar. Él es, sin ningún género de dudas, un obispo con olor a oveja, pobre entre los pobres, dispuesto a realizar cualquier servicio que sea preciso, sea cargar cosas de un lado para otros o subirse a una silla para amarrar un cartel que necesita ser colgado, aprovechando sus más de dos metros de altura.

Entre sus tareas episcopales está la de acompañar a las Comunidades Eclesiales de Base en Paraguay, que no ve como parte del pasado y sí como el futuro. Dentro de ellas ve como Dios le está pastoreando, encontrando en la comunidad un lugar donde se vive y se comparte todo lo que Dios ha creado. Lejos de sentirse capataz del rebaño, no duda de agradecer a Dios por todo lo que la convivencia del día a día con los más pobres aporta a su vida. De hecho, viendo como se comporta, se descubre que siempre está atento a las necesidades del prójimo, dispuesto a abrazar y hablar con todo mundo, dando a entender que cree y quiere hacer realidad una Iglesia en salida, de puertas abiertas.

Al hilo de la temática del último Encuentro Continental de las CEBs, siguiendo la idea del teólogo alemán Johann Baptist Metz, que hablaba de la "memoria peligrosa" de Jesús, Monseñor Jubinville afirma que convivir en CEBs es exponerse a esta "memoria peligrosa", que nos abre a los demás, nos cuestiona, nos sana, nos hace descubrir nuestra verdadera y profunda identidad, nos enseña a escuchar, nos envía no tanto como poderosos maestros de un mensaje bien sabido, sino para exponernos más al misterio de Dios, encontrar su rostro donde Jesús nos anunció que Él se revelaría: los más pobres y excluidos. 

Usted está familiarizado con las Comunidades Eclesiales de Base desde hace mucho tiempo y actualmente desempeña la tarea de acompañar a las CEBs en Paraguay, ¿si alguien que nunca ha oído hablar de CEBs le preguntase qué es eso, qué le diría?

Me quedaría con la palabra comunidad, como reunión de gente, que en nuestro caso tiene muchas veces una dimensión territorial, que se reúnen para rezar, para formarse, para compartir, para mirar su entorno y ver qué es lo que pueden hacer. Este sería el esquema general, pero después hay muchas variantes, pues hay comunidades más comprometidas en lo social, otras más centradas en lo litúrgico, las hay más activas, otras más pasivas.

Nuestro modelo en San Pedro es la comunidad pequeña, la comunidad de base. Para mí no hay vida cristiana si no hay comunidad, pues ella es la unidad donde uno se forma como cristiano, se sostiene, se alimenta.

El hecho de que su diócesis esté organizada en CEBs, ¿qué supone para la Iglesia Sanpedrana?

Son entre novecientas y mil las comunidades y supone que se organicen internamente para asegurar los servicios. El principal es la reunión dominical para celebrar la Palabra, para lo que hay personas que se preparan para realizarlo, también la catequesis. Eso de parte de la gente, pues los pastores están para recorrer las diferentes comunidades, acompañar, formar.

Las comunidades están organizadas en coordinaciones. Antes teníamos una coordinación zonal y otra parroquial con representantes de los zonales. Ahora las comunicaciones son un poquito más fáciles y muchas parroquias se reúnen en una sola coordinación cada mes, donde tienen momentos de formación y de organización. Esa reunión y los trabajos de formación es la principal tarea de los pastores.

¿Cómo influyen las CEBs en la vivencia del cristianismo en pleno siglo XXI, en una sociedad marcada por sus características actuales?

Yo digo que el primer impacto es mantener lo mejor posible, en medio de las dificultades, un pequeño tejido humano de gente que justamente se solidariza, recibe llamados de su entorno o de otros lados y sabe responder, se visitan, se ayudan. Eso para mí es una gran contribución social y a nivel de la fe ese encuentro es un espacio donde se procesan todos los asuntos de la fe que somos, creer, reconciliarse, conocerse y convertirse, practicar la caridad. Todo eso se organiza ahí.

Para mí la comunidad es algo que trabaja a nivel de base. Después algunas tienen enlaces con otras organizaciones y eso tiene también sus impactos. Parece que la gente de la comunidad que se involucra desde las organizaciones sociales son más motivados, son más ingenuos, vienen con una frescura que muchos, a veces, no tienen. En nuestro caso son principalmente organizaciones campesinas.

Ante la situación social de Paraguay, ¿cuál es la postura de las CEBs y de la Iglesia paraguaya?

No hay una postura determinada. Se siente que estamos viviendo situaciones comunes, en general con una postura bastante crítica con el gobierno, búsquedas de pequeñas soluciones locales, lo que hace que muchas veces las CEBs se impliquen a nivel local para remediar un poquito desde la base. No veo que hay una gran postura, un sentir común. Hay situaciones puntuales en que la posición es clara, pero a nivel de la Conferencia Episcopal no hay una postura que tenga mucho coraje, es más bien un poco tibia. Pero a nivel de base si que hay mucho apoyo, mucha solidaridad, mucha ayuda, mucha visita. Se mueven.

En las grandes movilizaciones sociales hay gente de comunidades de base, pero creo que la delantera la llevan organizaciones que no son muy involucradas con la Iglesia. Pienso que hay una simpatía y un apoyo de las comunidades en general.

¿Cómo adaptar las CEBs a la actual sociedad paraguaya? ¿Es posible adaptar esta forma de ser Iglesia?

De alguna forma el siglo XXI percibe a las CEBs como algo anacrónico, pues vienen del arraigo territorial, que es algo que ahora está desapareciendo. La gente se mueve, tiene solidaridades más horizontales, está en red, pero yo creo que todavía la gente busca una raíz en la comunidad y hay que fomentar eso.

En cuanto a adaptar pienso que tener palabra propia, incluso cuando va a molestar, eso es una cosa difícil. Mantener su pertenencia en la Iglesia a pesar de las tensiones es una cosa difícil, como en todos los sitios. Es un desafío que haya más líderes responsables que tomen postura propia, manteniendo su pertenencia eclesial. Eso cuando irrita a consecuencia de la tensión con los pastores, que ya la tenemos, pero que podría ir agudizándose.

Cuando la comunidad tiene una misión, un proyecto de curas dispuesto a vivir una experiencia de contacto con el pueblo al que acompañan, la comunidad se hace mucho más animada, viva, activa, creativa. Cuando es solamente sentarse a hablar y rezar, le falta mucho y ahí se desagrega.

Como misionero ad gentes y desde la llamada que Aparecida hace a las Iglesias latinoamericanas a ser discípulos misioneros, ¿es difícil animar la dimensión misionera a la que se invita?

Cada vez más, nos damos cuenta que si no damos ese paso nos vamos a morir como Iglesia. Ahora estoy también en la comisión que se ocupa del trienio en el que la Iglesia paraguaya decidió dar prioridad a los jóvenes. Estábamos en reunión con los jóvenes y ahí veíamos la necesidad de salir e ir al encuentro de los jóvenes, especialmente los que están en dificultades, porque están los jóvenes de la Iglesia, pero a veces medio alejados de sus propios hermanos y hermanas. A mi modo de ver es difícil salir y creo que tenemos que aprender a hacerlo, pues es muy importante y algo que estamos viendo, pero el paso es muy difícil de dar.

Usted es obispo en la diócesis donde Fernando Lugo fue obispo, quien después se convirtió en presidente de Paraguay, ¿qué visión se tiene de él en su diócesis?

Se acuerdan del presidente, pero en la Iglesia también se acuerdan del obispo. La gente pobre se acuerda y lo añora como presidente. Por ejemplo, había gratuidad en los servicios de salud con su gobierno.

Yo quiero recordar a Fernando como el tercer obispo de nuestra diócesis, no borrar su memoria, porque aportó una abertura más social, estuvo implicado en varias luchas en la zona. Fue el aporte suyo y no podemos olvidarle, al contrario, nos encontramos de vez en cuando, pero no mucho.

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