Mons. Ojea y la seguridad: “Cuidado de todos, en especial de los más vulnerables”

Mons. Ojea y la seguridad: “Cuidado de todos, en especial de los más vulnerables”

El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, expresó su preocupación por la inseguridad en la diócesis y en el país, por lo que difundió una reflexión, desde la mirada de la fe, con aportes tendientes a facilitar un diálogo fraterno sobre este tema de gran relevancia social.

En la carta pastoral “La seguridad: cuidado de todos, en especial de los más pobres”, el prelado cuestionó que frente a la “escalada de inseguridad” algunas personas tengan armas en sus casas y expresó su rechaza a situaciones de “exceso en la violencia represiva” por parte de las fuerzas de seguridad, a las que atribuyó “falta de experiencia” y “falta de formación”. 

“Personas de nuestras comunidades más vulnerables relatan episodios de ‘gatillo fácil’ y de haber recibido brutales golpizas. Estas noticias no siempre salen en los medios de comunicación. Necesitamos fuerzas de seguridad respetadas y apreciadas por la comunidad”, reclamó. 

El obispo sostuvo que “todos, de alguna manera, sufrimos la inseguridad”, pero advirtió que “los que más la sufren son los más pobres, los que viven en barrios más alejados y periféricos. Muchos de ellos viven aterrados, con mucho miedo de hablar, experimentando la soledad y, sobre todo, la desprotección”. 

Monseñor Ojea expresó que estuvo releyendo la carta pastoral “Seguridad, ¿para todos?”, de su antecesor, monseñor Jorge Casaretto, y propuso tres aspectos a considerar en esta oportunidad: la dignidad de la persona frente a la cultura del descarte; el concepto de “cuidado” y, por último, los aportes que podemos hacer para una política de seguridad desde el concepto del “cuidado”. 

La dignidad de la persona frente a la cultura del descarte 

En este punto, monseñor Ojea citó al papa Francisco cuando se refiere al valor de la vida siempre y en toda circunstancia, y al fenómeno de la exclusión social que abarca aspectos educativos, habitacionales, familiares-vinculares, laborales y de salud. Y recordó que estas son carencias que hay que “abordarlas integralmente”. 

El prelado se refirió puntualmente a esa forma de violencia que es “causa fundamental de la inseguridad y que muchas veces no la percibimos porque la hemos ‘naturalizado’: Se trata de la violencia generada por la inequidad socioeconómica entre sectores que están muy próximos en el espacio, pero muy alejados en cuanto a la realidad que les toca vivir cotidianamente”. 

“Esto incluye las situaciones de derroche que se muestran especialmente violentas a los ojos de quienes sufren graves necesidades. Estos tipos de violencias sociales quiebran la fraternidad. Y nos dividen. Rompen el vínculo que tenemos con los otros”, aseveró. 

El concepto de “cuidado” 

El obispo sanisidrense subrayó que “frente a la cultura del descarte el Papa propone otra lógica, la del cuidado de la vida. Se trata de cuidarnos unos a otros pero no en contra de terceros, sino incluyéndolos, procurando para todos el acceso a la tierra, al techo y al trabajo” y consideró que en nuestra cultura el modelo del cuidado se busca en la madre. 

“Tomando esa referencia, debemos potenciarla como modelo para el cuidado social: así como en una familia la madre se hace cargo de todos sus hijos, en especial de los más vulnerables, del mismo modo, como sociedad debemos hacernos cargo de todos los hermanos, sobre todo de los más frágiles”, precisó, y lamentó: “Estamos lejos de vivir este estilo de cuidado como sociedad”. 

“Tenemos niños viviendo en la ‘intemperie social’: crecen solos, no se educan, no festejan el cumpleaños y nadie les lee un cuento… Esta forma de entender el cuidado mutuo se funda en nuestro profundo vínculo fraterno”, añadió. 

Aportes a una política de seguridad desde el concepto del “cuidado” 

Monseñor Ojea dio pautas para un programa integral de seguridad y consideró clave “trabajar mucho en la formación y capacitación de nuestras fuerzas de seguridad. Es preciso prepararlas adecuadamente para la misión tan delicada que se les asigna: el cuidado de la vida y de los bienes de las personas que viven en su comunidad”. 

El prelado compartió algunas observaciones desde la experiencia pastoral: 

1. “Es necesario lograr vínculos confiables entre las fuerzas de seguridad y el resto de la sociedad, por medio de una cercanía humilde, respetuosa y servicial. 

2. “Me parece importante que, además de los organismos institucionales de control, haya algún tipo de observatorio integrado por vecinos y organizaciones sociales autónomas que puedan acompañar y auditar su funcionamiento. Si bien las observaciones no serían vinculantes, las autoridades deberían estar muy atentas a los comentarios y aportes que reciban por parte de estos vecinos y organizaciones. 

3. “Es importante también la calidad y madurez humana de los aspirantes, porque como sociedad les estamos otorgando un poder que incluye el manejo de un arma. Esto puede ser peligroso en personas no preparadas y puede derivar en abusos de autoridad. 

4. “Debemos trabajar sin prejuicios. No podemos mirar a nuestros jóvenes en estado de riesgo social como si se tratara de vagos, inútiles, adictos y peligrosos, y mucho menos meter a todos ‘en la misma bolsa’. Incluso quienes delinquen, en muchos casos, han sido víctimas de un sistema social y cultural que los ha descartado y sufren las consecuencias de una pobreza estructural que tal vez viene de varias generaciones de padres sin un trabajo estable. Detrás de esta realidad que padecen desde niños, debemos mirar al joven lleno de capacidades aún no desarrolladas, de anhelos y dolores no escuchados, de frustraciones y estigmatizaciones. Es un “capital humano” no visualizado ni aprovechado por la sociedad. 

5. “Es fundamental proveer el equipamiento y la retribución adecuada para las fuerzas de seguridad en atención al propio cuidado, a la dignidad de su trabajo y a la delicada función que cumplen en la sociedad. 

Conclusión: construyamos el diálogo social 

Monseñor Ojea afirmó que “estas reflexiones sólo pretenden ser una invitación a iniciar un diálogo abierto y sincero. El tema requiere una reflexión serena y equilibrada con mucha franqueza y capacidad de escucharnos. Este diálogo no puede ser reducido a una lógica de intereses políticos electoralistas o de sectores de poder, manipulando el drama de la violencia para ver quién se beneficia o a quién se perjudica. El aporte de la Iglesia no puede ser interpretado desde esas lógicas”. 

“Al encontrarnos cerca de la Navidad, que es un tiempo privilegiado para pedirle al Niño Dios el Don de la Paz para nuestra Patria y nuestras familias, los invito a seguir trabajando, reflexionando y rezando para que el Señor nos ayude a enfrentar estas realidades que tanto nos afligen y encontrar caminos de solución. María de Luján, Madre de los argentinos, siempre cercana a nuestros dolores y preocupaciones, nos acompañe con su intercesión”, concluyó.

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