Mons. Mestre: “Debemos ‘darle títulos’ a quien vale la pena”

Mons. Mestre: “Debemos ‘darle títulos’ a quien vale la pena”

“Debemos ‘darle títulos’ a quien vale la pena. Esto implica recuperar nuestra comunión con Dios para superar la tentación de vivir de las apariencias”, reflexionó el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Mestre sobre la liturgia del 31º domingo “durante el año”, domingo 5 de noviembre.

En su reflexión sobre la liturgia dominical, el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Mestre, explicó que “el Señor hace una contundente caracterización de los escribas y fariseos señalando algunas de sus actitudes más negativas”. “Podríamos correr el riesgo de pensar que estas palabras no ‘nos tocan’ a nosotros”, señaló. “Sin embargo, si miramos con profundidad y nos dejamos interpelar, seguro que encontraremos algunos elementos para examinar ante Dios nuestra vida”, afirmó el prelado. 

Luego, monseñor Mestre propuso tres puntos de meditación sintetizados en tres palabras: Apariencias, títulos y servicio. 

1. Vivir de las aparienciasLa actitud negativa de los escribas y fariseos que Jesús denuncia en este texto se puede sintetizar como “vivir de apariencias”. Esa es la raíz de todo lo que se comenta puntualmente en el relato. Este vivir solo de lo que se muestra, del exterior, esto de “caretear” los hace profundamente incoherentes. Lo dice claramente el Señor: “No hacen lo que dicen”. Solo les interesa “vivir de la imagen”, están concentrados solo en el propio “status”, hacen ostentación y están desesperados por “salir en la foto”. Nuestra sociedad contemporánea tiene mucho de estas actitudes. Y muchas de estas actitudes se nos pueden “pegar” también a nosotros. 

2. ¿Qué títulos se pueden usar?Podemos quedar un poco perplejos con esto que nos pide Jesús de no usar los títulos de maestro, padre y doctor. Son palabras que utilizamos con cierta asiduidad. Debemos dejar en claro que el Señor no se opone al uso material de estos títulos para dirigirnos a determinadas personas. Los podemos usar. Pero evitando las “apariencias” que veíamos en el punto anterior y, por sobre todas las cosas, lo central es entender que todo se debe orientar al único Maestro, Padre y Doctor con mayúscula que es el mismo Dios. Manejarse solo con las apariencias hace que se pierda lo esencial que es la comunión con Dios el único Maestro, Padre y Doctor. Debemos “darle títulos” a quién vale la pena. Esto implica recuperar nuestra comunión con Dios para superar la tentación de vivir de las apariencias. 

3. El servicio como signo distintivoEl que quiera ser grande que sea servidor. Aquí está el signo distintivo del discípulo misionero del Señor. Puede existir el deseo de “ser grande”. Lo debemos aceptar y asumir. Pero lo debemos orientar hacia el servicio, ahí está la grandeza. Para ser servidor como nos dice este Evangelio hacen falta dos virtudes: la capacidad de “abajarse” y de crecer en humildad. El seguidor del Señor se caracteriza por el servicio que es exactamente lo contrario de “vivir de las apariencias”. Debemos poner manos a la obra y “abajarnos” ante el hermano en la vida cotidiana con una actitud de mucha humildad. Este es el auténtico servidor del Evangelio.

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