Migrantes; el Papa: se extienden nuevas formas de racismo y xenofobia

Migrantes; el Papa: se extienden nuevas formas de racismo y xenofobia

Audiencia con los que participan en la conferencia del Vaticano y el WCC: «Quien explota el trabajo de las personas irregulares tendrá que rendir cuentas a Dios». En el documento final, la invitación a no seguir los nacionalismos populistas

El Papa denunció que se «extienden nuevas formas de xenofobia y racismo», en el discurso que entregó a las personas que participan en estos días en el congreso romano promovido por el Vaticano. Estos sentimientos, indicó el Pontífice, «parecían superados», pero han vuelto a cobrar fuerza debido a la política, que cede «a la tentación de instrumentalizar los miedos o las objetivas dificultades de algunos grupos y de servirse de promesas ilusorias para miopes intereses electorales», y que promete a quienes «obtienen ventajas económicas» del «sistema de precariedad y explotación» en el que viven los extranjeros, que «tendrán que dar cuentas ante Dios por las decisiones que han tomado». Francisco llamó a la responsabilidad a los maestros, medios de comunicación, líderes religiosos y, particularmente, a los cristianos, «cuya fe es una llamada a ir contracorriente, a reconocer, acoger y servir a Cristo mismo descartado en los hermanos». 

  

“Xenofobia, racismo y nacionalismo populista en el contexto de las migraciones mundiales” es el tema del congreso organizdo por el Dicasterio vaticano para el Servicio al Desarrollo Humani Integral y por el World Council of Churches (WCC), con la colaboración del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. 

  

«Queridos amigos, ¡buenos días! Escribí un discurso para leerlo, pero es un poco larguito…», comenzó el Papa. «Por eso, prefiero decirles dos o tres palabras de corazón y después saludarlos uno por uno: esto, para mí, es muy importante. Les ruego que no se ofendan». En el discurso que entregó a los presentes, y difundido por la Sala de Prensa vaticana, Jorge Mario Bergoglio afirma: «Vivimos en tiempos en los que parecen recobrar vida y difundirse sentimientos que a muchos parecían superados. Sentimientos de sospecha, de temor, de desprecio e incluso de odio hacia individuos o grupos juzgados diferentes en razón de su pertenencia étnica, nacional o religiosa y, en cuanto tales, considerados no lo suficientemente dignos de participar plenamente en la vida de la sociedad. Estos sentimientos, demasiado a menudo inspiran verdaderos actos de intolerancia, discriminación o exclusión, que dañan gravemente la dignidad de las personas involucradas y sus derechos fundamentales, incluido el derecho mismo a la vida y a la integridad física y moral. Desgraciadamente –prosigue el Papa– sucede también que en el mundo de la política se cede a la tentación de instrumentalizar los miedos o las objetivas dificultades de algunos grupos y de servirse de promesas ilusorias para miopes intereses electorales». 

  

«La gravedad de estos fenómenos no puede dejarnos indiferentes. Estamos todos llamados, en nuestros repsectivos papeles, a cultivar y promover el respeto de la dignidad intrínseca de cada persona humana, empezando por la familia (lugar en el que se aprenden desde la tierna edad los valores del compartir, de la acogida, de la fraternidad y de la solidaridad), pero también en los diferentes contextos sociales en los que operan», según el Papa, que se refirió a diferentes categorías de personas, empezando por los maestros, «a quienes se exige un renovado compromiso para que en la escuela, en la universidad y en los demás lugares de formación se enseñe el respeto de cada persona humana, incluso en las diversidades físicas y culturales que la caracterizan, superando los prejuicios», y de quien trabaja en los medios de comunicación, que tienen «el deber de ponerse al servicio de la verdad y difundir las informaciones, teniendo cuidado de favorecer la cultura del encuentro y de la apertura al otro, en el recíproco respeto de la diversidad». 

  

«Los que sacan ventajas económicas del clima de desconfianza en el extranjero, en el cual la irregularidad o la ilegalidad de la residencia favorecen y alimentan un sistema de precariedad y de explotación (a veces a tal grado que da vida a verdaderas formas de esclavitud), deberían hacer un profundo examen de conciencia, con la certeza de que un día tendrán que rendir cuentas ante Dios por las decisiones tomadas», según Francisco. 

  

Frente a la difusión «de nuevas formas de xenofobia y de racismo, también los líderes de todas las religiones tienen una importante misión», afirma el Pontífice argentino en el discurso entregado a sus huéspedes: «la de difundir entre sus fieles los principios y los valores éticos inscritos por Dios en el corazón del hombre, conocidos como la ley moral natural. Se trata de cumplir e inspirar gestos que contribuyan a construir sociedades basadas en el principio de la sacralidad de la vida humana y en el respeto de la dignidad de cada persona, en la caridad, en la fraternidad (que va mucho más allá de la tolerancia) y en la solidaridad. En particular –prosigue– que puedan las Iglesias cristianas convertirse en testigos humildes y operosos del amor de Cristo. Para los cristianos, de hecho, las responsabilidades morales antes mencionadas asumen un significado mucho más profundo a la luz de la fe». 

  

La «dignidad de todos los hombres, la unidad fundamental del género humano y el llamado a vivir como hermanos encuentran una confirmación y se refuerzan más en la medida en la que se acoge la Buena Noticia de que todos son salvados y reunidos por Cristo de la misma manera, de tal manera que, como dice San Pablo, “no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni hembra, porque todos (…somos) uno en Jesucristo”. En esta perspectiva, el otro no solo es un ser que hay que respetar en virtud de su intrínseca dignidad, sino sobre todo un hermano o una hermana que hay que amar. En Cristo, la tolerancia se transforma en amor fraterno, en ternura y solidaridad operativa. Esto vale principalmente en relación con los más pequeños de nuestros hermanos, entre los que podemos reconocer al forastero, al extranjero, con quienes Jesús mismo se identificó». Ser cristianos, según el Papa, «es un llamado a ir contracorriente, a reconocer, acoger y servir a Cristo mismo descartado en los hermanos». 

  

En el documento final del congreso, de ayer por la tarde, los participantes invitan a «todos los cristianos y a todos los que sostienen los derechos humanos fundamentales a rechazar las iniciativas populistas incompatibles con los valores del Evangelio». El nacionalismo populista, se lee en el documento, «es una estrategia política que trata de apoyarse y promover los temores individuales y de grupo con el objetivo de afirmar la necesidad de una política autoritaria para proteger los intereses del grupo social o étnico dominante presente en determinado territorio. En nombre de esta “protección” los líderes populistas justifican el rechazo a ofrecer refugio, recibir e integrar a individuos o grupos de otros países, culturas o contextos religiosos. Pero el rechazo a recibir y ayudar a los necesitados va en contra del ejemplo y del llamado de Jesucristo. Diciendo proteger valores o comunidades cristianas, cerrar las puertas a quienes buscan un refugio ante la violencia y el sufrimiento es inaceptable y esto amenaza el testimonio cristiano en el mundo, además de suscitar fronteras nacionales como ídolos». 

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