María Eugenia, sos reaccionaria y no sos cristiana

María Eugenia, sos reaccionaria y no sos cristiana

Tus acciones, María Eugenia, te delatan. Más reaccionaria que cristiana, más preocupada por la caída en tu imagen que por cambiar la realidad de los millones que viven a la intemperie o son empujados a la miseria, hoy vas a anunciar un aumento en los planes sociales.

 

Reconocés que la alta inflación “pega”, sobre todo, “entre los más pobres” -esos que vos contribuiste a generar- y buscarás “asegurarles” el alimento. Con una “sensibilidad” sin parangón, comunicarás que desde agosto las familias beneficiarias del programa Más Vida percibirán $448 ($58 más que el monto actual) y cada hijo recibirá un ingreso de $ 314 ($41 más). También, darás $5.000 a unos mil comedores para que compren garrafas, equipamiento o alimentos para unas 50 mil personas (que vos y el Presidente prometieron sacar de la pobreza). Hoy, en el Conurbano, la miseria alcanza a unos siete millones de habitantes (no es un número, es la triste realidad de tus compatriotas, los que dependen de la esperanza de cambio que vos les prometiste). Mientras que la mitad de los chicos con la edad de tus hijos no comen ni una vez al día. ¿Te imaginás a los tuyos con el estómago vacío, lo que se debe sentir eso?

Además, como si esto fuera poco, decidís, por pedido de tu jefe político, Macri, frenar la obra pública, la forma más perfecta de crear trabajo digno, sacar a miles de compatriotas bonaerenses de la miseria, construir rutas, hospitales, escuelas, viviendas.

Quizá no leíste la historia, lo que dijo el general Perón: “No es posible que en una Argentina en la que está todo por hacerse haya un solo hombre, una sola mujer sin trabajo digno”. ¿Sabés lo que significa eso, María Eugenia? Es llevar el pan cotidiano a la mesa de los hogares para no tener que comer de la dádiva de políticos miserables y reaccionarios como vos. 

En cambio hoy, vas a anunciar la dádiva, la changa, la propina. Y los pobres seguirán en su pobreza, a la intemperie, dependientes del poder, usados para tu campaña política (Ver recuadro), “descartados” -como condena el Papa Francisco, al que vos visitaste meses atrás y del que nada parecés haber aprendido-.

En nuestro país, que hace más de medio siglo atrás alimentaba a todos nuestros hijos, ni la pobreza, ni el hambre pueden considerarse fatalidades. Son, más bien, la consecuencia de las injusticias que el Gobierno al que vos adherís perfecciona: con un Estado de rodillas ante el mercado y sus empresas monopólicas; que alienta la bicicleta financiera que devalúa; apuesta a la suba sideral de las tasas, a la recesión o la importación como manotazos de ahogado para bajar la inflación, sin éxito y con efectos siniestros para todos.

El fracaso de esta política era previsible. Porque tu gobierno, que multiplica la marginalidad, no piensa en cómo reducir en serio la miseria, ni en integrar a los pobres (tus compatriotas, tus hermanos, como reza la cristiandad), ni en crear empleo para que se ganen la vida. 

Ustedes prefieren el sometimiento clientelar, como en los tiempos del kirchnerismo, cuando vos y tu jefe gobernando en la Capital del país se callaban la boca, mientras este diario, en absoluta soledad, denunciaba el saqueo y la putrefacción de la política kirchnerista. ¿Dónde estaban entonces? ¿Por qué no denunciaban? ¿Acaso los negocios los unían?

Nada cambió. Ahora, como antes, los pobres buscan ganarse dignamente el pan de cada día. Pero vos les ofrecés migajas duras para hoy, hambre para mañana. Te ilusionás, de ese modo, con ganar la elección. ¿Pero podés dormir tranquila?

Comentá la nota