Malcorra mantuvo una muy equilibrada posición en un ámbito siempre hostil con las políticas israelíes

Malcorra mantuvo una muy equilibrada posición en un ámbito siempre hostil con las políticas israelíes

A fines de 2015, la designación de Susana Malcorra como canciller del gobierno de Mauricio Macri fue una sorpresa. Su salida no tanto. Hace algunos meses se especulaba con que iba a dejar el cargo por cuestiones ajenas a su labor profesional. El presidente siempre se mostró muy satisfecho por su tarea al frente de la cancillería.

 

Por Damian Szvalb

A la hora de hacer un balance sobre su año y medio al frente del ministerio de relaciones exteriores lo primero que hay que decir es que al presidente Macri le ha ido muy bien en su agenda internacional. Fuera del país recibió un fuerte respaldo a su gestión económica y grandes promesas de inversión. Y en esto tuvo mucho que ver Malcorra, quien le puso a disposición los enormes contactos que supo cosechar durante su larga carrera dentro de  Naciones Unidas.

La principal tarea de la canciller fue la de recomponer las relaciones de Argentina con el mundo, o por lo menos con una parte importante de él. El diagnostico de Macri era que el gobierno anterior había deteriorado las relaciones internacionales de Argentina y que eso trababa la posibilidad de las inversiones, indispensables para el desarrollo económico. Y Malcorra trabajó para eso: fue claro el acercamiento con países como Estados Unidos, Israel y varios europeos, que habían tenido una relación conflictiva con la gestión anterior.

Haber concretado en tan poco tiempo dos reuniones con dos presidentes de Estados Unidos de distinto partido político es un éxito diplomático indudable. La visita de Barack Obama a la Argentina apenas tres meses después de la asunción, y haber sido uno de los primeros presidentes en ser recibido por Donald Trump, le dieron al presidente Macri un respaldo y una visibilidad internacional importante.

Pero Malcorra también fue cuestionada. Sobre todo hay que recordar el innecesario apoyo a la candidatura de Hillary Clinton pocas semanas antes  de las elecciones en Estados Unidos. Eso en la diplomacia a veces se paga caro.  Por suerte, Trump parece haber perdonado ese desliz. También se le criticó haber estado un poco “distraída” haciendo campaña para llegar a ocupar el cargo de secretaria general de las Naciones Unidas. Por ejemplo, se especuló fuertemente que sus idas y vueltas en relación a la posición argentina frente a la crisis en Venezuela, que amenazó con ser dura y luego se moderó,  tuvieron que ver con su estrategia para ganar votos en la elección para el cargo mas alto de la ONU.

Con respecto a Israel, mantuvo una excelente relación y claramente recompuso una relación que había quedado muy dañada sobre todo por el impulso del gobierno anterior al Memorándum de Entendimiento con Irán. Malcorra mantuvo una muy equilibrada posición respecto al conflicto israelí palestino. Es un dato para considerar teniendo en cuenta su amplia trayectoria dentro de la estructura de Naciones Unidas, un ámbito siempre hostil con las políticas israelíes frente a los palestinos.

Claramente el desencuentro más fuerte que tuvo con Israel y con la comunidad judía argentina fue por la postura del gobierno sobre la resolución de la Unesco que pretende negar la histórica ligazón del pueblo judío con sus lugares sagrados. Si bien el gobierno argentino se abstuvo en la votación cuando en un primer momento la iba a apoyar, la canciller y el gobierno fueron criticados por la comunidad judía local. Todos esperaban un voto negativo para oponerse firmemente a esta resolución que busca “desjudaizar” a Jerusalem.

 

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