La Madre Teresa de Calcuta y Benedicto XVI

La Madre Teresa de Calcuta y Benedicto XVI

«El Papa los ama y está con ustedes», dijo Benedicto XVI, en la Casa Don de María, recordando que Juan Pablo II había querido que esta Casa de acogida para necesitados estuviera en el Vaticano - «en el centro mismo de la Iglesia» - Y que había sido el mismo Juan Pablo II el que se la encomendó a la Madre Teresa de Calcuta.

En su primera visita pastoral de 2008, el Papa Joseph Ratzinger recordó a los dos futuros santos, es decir a su amado Predecesor y a la Fundadora de las Misioneras y Misioneros de la Caridad.

Y con palabras de la Madre Teresa -  siendo el 4 de enero y respirándose aún el clima familiar navideño - recordó que «es Navidad cada vez que permitimos que Jesús ame a los demás por medio de nosotros».

Le esperaba una pancarta de bienvenida con una gran foto de la Madre Teresa junto con el entonces Card. Joseph Ratzinger.

«Estoy aquí para decirles que el Papa los quiere mucho y para manifestarles mi cercanía».

Con el saludo de Benedicto XVI, se aunaron grandes emociones. Las del Santo Padre, las de los Misioneros y Misioneras de la Caridad y de sus colaboradores junto con las de los huéspedes de la benemérita institución. El Papa Ratzinger recordó que conocía de cerca el servicio de caridad evangélica ofrecido en esa casa. Pues durante tantos años, cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, había transcurrido varias horas del día al lado de esa institución.

Tras hacer hincapié en que cuando nació esta casa, la Beata Madre Teresa quiso que se llamara Don de María, Benedicto XVI deseó que este estilo de amor evangélico selle y caracterice siempre la vocación de sus misioneras, para que, junto con la ayuda material, brinden en cada momento «la pasión por Cristo y la luminosa sonrisa de Dios que animaron la vida de su fundadora»:

«Cuando se abrió esta casa, la beata madre Teresa quiso llamarla "Don de María", deseando que aquí se experimente siempre el amor de la santísima Virgen. En efecto, para cualquier persona que venga a llamar a la puerta es un don de María el sentirse acogido por los brazos amorosos de las Hermanas y de los voluntarios.

También es un don de María la presencia de quienes se dedican a escuchar a las personas que atraviesan dificultades y les sirven con la misma actitud que impulsó a la Madre del Señor a acudir prontamente a ayudar a santa Isabel. Que este estilo de amor evangélico marque y distinga siempre la vocación de todos ustedes para que, además de la ayuda material, comuniquen a todas las personas que encuentran diariamente el mismo amor a Cristo y la luminosa "sonrisa de Dios" que animaron la existencia de la madre Teresa.

¡La madre Teresa amaba decir: es Navidad cada vez que permitimos a Jesús amar a los demás a través de nosotros! … Jesús nació por nosotros, para permanecer con nosotros y ofrecer a quienes le abren la puerta de su corazón el don de su alegría, de su paz, de su amor. Al nacer en una gruta, porque no había sitio para él en otros lugares, Jesús experimentó las dificultades que muchos de ustedes sufren.

…Dios no nos abandona nunca y siempre sale a nuestro encuentro, nos protege y se preocupa por cada uno de nosotros, pues todas las personas, sobre todo las más pequeñas e indefensas, son preciosas a sus ojos de Padre rico en ternura y misericordia».

(CdM – RV)

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