“No a la lógica del beneficio en la sanidad, salvaguardar a las personas no las ganancias”

“No a la lógica del beneficio en la sanidad, salvaguardar a las personas no las ganancias”

Mensaje del Papa para la XXVII Jornada Mundial del Enfermo del 11 de febrero que este año se celebra en Calcuta, en India, y tiene como “patrona” a la Madre Teresa

No a la mercantilización en las estructuras sanitarias católicas. No al tratamiento de la vida como “una propiedad privada”. No a las conquistas de la medicina y de la biotecnología que manipulan la existencia humana. No a la lógica de las ganancias y beneficios a toda costa, a expensas de la salvaguardia de la persona humana. Para el Papa Francisco la vida es “un don” y como tal debe ser tratada, no cediendo a las derivas que corren el riesgo de disminuirla. Esto es, en síntesis, el centro el mensaje que el Pontífice ha publicado hoy con ocasión de la XXVII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra el 11 de febrero y que este año se celebra con solemnidad en Calcuta, en la India, que tiene como “patrona” a la Madre Teresa. 

 

Precisamente la figura de la santa albanesa es el punto de referencia para el mensaje del Papa, como “modelo de caridad que ha hecho visible el amor de Dios por los pobres y los enfermos”, que se ha puesto a disposición de todos “por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada”, que “se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado”. 21 años después de su muerte, todavía hoy la Madre Teresa ayuda a comprender que “el único criterio de acción debe ser el amor gratuito a todos, sin distinción de lengua, cultura, etnia o religión”, escribe el Papa. Esto vale sobre todo para los enfermos, cuya curación –subraya-- “necesita profesionalidad y ternura, gestos gratuitos inmediatos y simples como una caricia, a través de la cual se hace sentir al otro que es 'querido'”. La vida es “un don de Dios”. Y precisamente porque es un don, “la existencia no se puede considerar una mera posesión o una propiedad privada, sobre todo ante las conquistas de la medicina y de la biotecnología, que podrían llevar al hombre a ceder a la tentación de la manipulación del 'árbol de la vida'”, afirma Jorge Mario Bergoglio. 

 

“Frente a la cultura del descarte y de la indiferencia”, es importante reivindicar “el don” --algo diferente del regalar porque supone el “deseo de establecer un vínculo”-- que “se sitúa como

el paradigma capaz de desafiar el individualismo y la contemporánea fragmentación social, para

impulsar nuevos vínculos y diversas formas de cooperación humana entre pueblos y culturas”, afirma Francisco. “Cada hombre es pobre, necesitado e indigente”, observa en su mensaje. “Cuando nacemos, necesitamos para vivir los cuidados de nuestros padres, y así en cada fase y etapa de la vida, nunca podremos liberarnos completamente de la necesidad y de la ayuda de los demás, nunca podremos arrancarnos del límite de la impotencia ante alguien o algo”. Reconocer lealmente esta verdad ayuda a permanecer “humildes” y “practicar con decisión la solidaridad, en cuanto virtud indispensable de la existencia”. 

 

En esta óptica el Papa agradece el trabajo realizado por voluntarios, promotores de aquella “gratuidad humana” fundamental en el sector socio-sanitario. Modernos “buenos Samaritanos” a los que el Obispo de Roma agradece el servicio realizado, en especial a todas las asociaciones que se ocupan de transporte y ayuda de los pacientes y a aquellas que proveen a las donaciones de sangre, tejidos y órganos. 

 

“Un ámbito especial en el que vuestra presencia manifiesta la atención de la Iglesia –añade el Papa-- es el de la tutela de los derechos de los enfermos, sobre todo de quienes padecen enfermedades que requieren cuidados especiales, sin olvidar el campo de la sensibilización social y la prevención”. Francisco agradece a los servicios de voluntariado en las estructuras sanitarias y a domicilio, que van desde la asistencia sanitaria hasta el apoyo espiritual. “De ellos se benefician muchas personas enfermas, solas, ancianas, con fragilidades psíquicas y de movilidad”, escribe. El voluntario es un amigo desinteresado con quien se puede compartir pensamientos y emociones; a través de la escucha, es capaz de crear las condiciones para que el enfermo, de objeto pasivo de cuidados, se convierta en un sujeto activo y protagonista de una relación de reciprocidad, que recupere la esperanza, y mejor dispuesto para aceptar las terapias”. 

 

Este ejemplo de los voluntarios, “la dimensión de la gratuidad”, según el Pontífice, “debería animar sobre todo a las estructuras sanitarias católicas porque es la lógica del Evangelio la que cualifica su labor, tanto en las zonas más avanzadas como en las más desfavorecidas del mundo”. Por tanto, “las estructuras católicas están llamadas a expresar el sentido del don, de la gratuidad y de la solidaridad, en respuesta a la lógica del beneficio a toda costa, del dar para recibir, de la explotación que no mira a las personas”. Esto “es indispensable para superar la cultura del beneficio y del descarte” que sin embargo parece el alma del mundo de hoy. 

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