Kazajistán: tierra de concordia entre católicos y musulmanes

Kazajistán: tierra de concordia entre católicos y musulmanes

Historias de convivencia entre cristianos y musulmanes. La relación dentro los fieles de ambas religiones según las palabras del obispo de Karaganda, Adelio Dell’Oro, y del imán principal de la mezquita regional, Omirzhak Bekkoza.

CRISTINA UGUCCIONI - KARAGANDA

«Aquí, en Kazajistán, la convivencia entre los musulmanes y los católicos es más que buena; las relaciones son muy cordiales, amigables: la pertenencia religiosa no constituye un motivo de división; vivimos todos juntos en un clima que puedo definir de concordia». Son las palabras del padre Adelio Dell’Oro, de 68 años y obispo de Karaganda, ciudad ubicada en el centro del país. La diócesis, cuya superficie es casi dos veces y medio que la de Italia, incluye varias parroquias (las dos más alejadas están a 1700 kilómetros entre sí) y cuenta con 18 sacerdotes, la mitad de ellos originarios de Kazajistán. El Padre Adelio conoce muy bien el país: por más de 10 años, de 1997 a 2009, vivió en Karaganda y en Astana como sacerdote «fideo donum» de la diócesis de Milán. Después de ser nombrado obispo volvió al país en 2013, primero como administrados apostólico de Atyrau y después como pastor de Karaganda.

El pequeño rebaño

En Kazajistán viven 17 millones de personas que pertenecen a 130 diferentes nacionalidades: los musulmanes (sunitas) constituyen entre el 70 y el 75 % de la población; los ortodoxos, entre el 20 y el 25. También hay protestantes y budistas: los católicos son un pequeño rebaño. «A menudo digo en broma que si hoy estamos presentes en Kazajistán se lo debemos a Stalin», prosigue el padre Adelio. «Fue él, efectivamente, el que deportó a los campos kazajos a decenas de miles de católicos, principalmente polacos, alemanes, ucranianos, lituanos: la mayor parte de ellos murió, pero los que sobrevivieron (entre ellos había también algunos sacerdotes) transmitieron la fe a las jóvenes generaciones. En el largo invierno del régimen comunista, las abuelas fueron las que administraban el bautismo a sus nietos, principalmente». Después de la caída de la Unión Soviética, los católicos eran 300.000, pero con el paso del tiempo, muchos abandonaron Kazajistán para volver a sus tierras de origen. Hoy son unos 50.000: algunos miles viven en el territorio de la diócesis y en la ciudad de Karaganda, alrededor de la que había muchos campos soviéticos.

La amistad con el imán

Las relaciones que vinculan al padre Adelio con el imán principal de la mezquita regional de Karaganda, Omirzhak Bekkoza, no son solo formalmente cordiales, sino de amistad. «El imán es un hombre muy abierto, cordial, generoso y disponible; nos vemos a menudo. Desea mantener y construir relaciones buenas con nosotros los católicos y nunca deja de participar en las celebraciones o en los encuentros a los que lo invito», observa el padre Adelio. «Podría contar muchos episodios: me limito a dos. El año pasado fui a verlo, al final del Ramadán; hablamos largo rato y antes de despedirme quiso ofrecerme el agua santa de La Meca (a donde había ido en peregrinaje), invitándome a beber un sorbito y pedir un deseo: claro, me dijo, Alá lo habría cumplido. El 11 de septiembre pasado lo invité en ocasión de la beatificación del padre Wladyslaw Bukowinski: no solo presenció, sino que al día siguiente me invitó a la mezquita en ocasión de la fiesta del Kurban-Ait (el sacrificio de Abraham), y me pidió que felicitara y hablara durante algunos instantes a los fieles».

El encuentro en la mezquita

El imán es Omirzhak Bekkoza, tiene 58 años y es padre de ocho hijos. Cuenta: «la relación entre los musulmanes y los católicos en la ciudad, como por lo demás en el país, es verdaderamente buena: no hay tensiones ni incomprensibles, y no se han verificado conflictos. Los fieles musulmanes tienen simpatía por los católicos que demuestran atención por nosotros y que vienen a vernos. Kazajistán es nuestra casa común». Y para el padre Adelio tiene palabras de aprecio: «lo conocí en ocasión de su ingreso a la diócesis, que me había invitado. Desde entonces entre nosotros se instauraron relaciones muy amistosas. Sucedió espontáneamente: el padre Adelio irradia bondad, es siempre cordial, tiene un rostro benévolo. Y cuando una persona es confiable, las personas tienden a acercarse: él tiene un carácter que atrae a todos. No es soberbio, aunque sea más anciano que yo. Y siempre responde a mis invitaciones: en ocasión del Kurban-Ait incluso predicó brevemente, ante cuatro mil musulmanes, proponiendo una reflexión sobre Abraham, y sobre el sacrificio. Mis amigos católicos más queridos son, además del padre Adelio, el vicario general Evgenij Zinkowski y sor Alma Dzamova, a quienes conocí hace mucho tiempo, cuando vinieron a visitarme para presentarse».

El Espíritu de Asís

El padre Adelio y el imán Omirzhak subrayan el importante papel del Estado en la preservación y en el impulso de buenas relaciones entre ciudadanos. «Creo que el presidente Nursultán Abishevich Nazarbayev, que firmó un Concordato con la Santa Sede en 1998, tenía mucho aprecio por San Juan Pablo II, que vino en visita en 2001: por ello, creo, tomó la decisión de organizar cada tres años, en la capital, un encuentro semejante al de Asís, en el que participan musulmanes, ortodoxos, católicos y representantes de las demás religiones. Es un momento de fraternidad muy bello, que contribuye a afianzar los vínculos entre los fieles», recuerda el padre Adelio. Y el imán Omirzhak añade: «Todos los dirigentes de la región, empezando por el presidente, actúan para favorecer la concordia, incluso entre las diferentes comunidades nacionales. En Karaganda fue construida una Casa de la Amistad, en la que los presidentes de estas comunidades tienen una oficina propia y se encuentran regularmente. También esta iniciativa fue emprendida para reforzar la amistad entre todos los que vivimos en Kazajistán».

 

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