En Jerusalén el nacimiento de niños une a cristianos y musulmanes

En Jerusalén el nacimiento de niños une a cristianos y musulmanes

Historias de convivencia entre ambas religiones. En el hospital St. Joseph y la sección de maternidad, en la zona árabe de la ciudad, trabajan todos unidos para acompañar a las mamás, y también a las hebreas

Esta es la historia de un lugar de Jerusalén en el que ocuparse del ser humano herido y de los nacimientos, encanto de una nueva vida que viene a la luz, crea y mantiene buenos vínculos entre personas de diferentes religiones. Este lugar es el St. Joseph Hospital, el único hospital católico que se encuentra en la zona árabe de la ciudad. En esta estructura, fundada en 1956 por las monjas de San José de la Aparición, trabajan actualmente alrededor de 300 personas: 50% musulmanas, 50% cristianas. Hay 57 médicos y colaboran varios especialistas de otras estructuras. Los pacientes son principalmente cristianos y árabes que viven en Jerusalén y alrededores, o que provienen de Cisjordania o Gaza. 

  

En 2015 el hospital (con la autorización del Ministerio de salud israelí) inauguró la sección de maternidad (que incluye también la terapia intensiva para recién nacidos), en la que se ocupan, en promedio, de 220 partos al mes. En esta sección trabaja sor Valentina Sala: obstétrica de 41 años que pertenece a la Congregación de San José de la Aparición y vive en Jerusalén desde 2013, junto con otras 4 hermanas.  

  

Una misión común 

  

Las diferencias entre las religiones profesadas por los médicos y agentes sanitarios del St. Joseph no son motivo de división, afirma. «Obramos con gran dedicación, conscientes de tener una misión en común: garantizar la mejor asistencia posible a los pacientes. Compartimos alegrías y preocupaciones, festejamos juntos las respectivas fiestas religiosas: hay un clima de gran respeto y familiaridad». En esta sección de maternidad, además de los médicos, hay 30 obstétricas y 30 enfermeras, y las relaciones, explicó, son muy serenas: «Han nacido firmes amistades. Varias de las obstétricas cristianas y musulmanas, por ejemplo, se van juntas de vacaciones». 

  

La misma experiencia humana 

  

El hospital, prosigue sor Valentina, «es como un vientre que acoge la vida en sus momentos cruciales: el nacimiento, la enfermedad y la muerte; es, pues, un lugar que obliga a ir a lo esencial. Y esto contribuye para que las personas se acerquen entre sí. Se podría decir que el hospital induce a todos, al personal sanitario y a los pacientes, a concentrarse en la naturaleza de sí mismos y en la de los demás, y, por lo tanto, comprender que nosotros, los seres humanos, somos iguales aunque tengamos diferentes culturas, educación, pertenencia política, religión profesada. La dinámica del parto es la misma para cualquier mujer, cristiana, musulmana o hebrea. Y la experiencia humana vivida es la misma. Creo que los hospitales ofrecen al mundo la capacidad de suscitar una mirada benévola, acogedora y de compasión hacia los demás». 

  

La naturalidad del parto 

  

La sección de maternidad del St. Joseph es conocida por su particular enfoque sobre el parto: a diferencia de lo que sucede en otros lados, observó sor Valentina, «aquí se trata de preservar lo más posible la naturalidad del nacimiento. Esto se traduce en una serie de comportamientos: antes que nada tratamos de limitar el uso del corte cesáreo, una práctica de la que abusa el mundo a menudo. Además, la mujer, durante el trabajo, no se ve obligada a permanecer en una cama, sino que se le ayuda a moverse con libertad y es ella la que elige la posición para parir. La obstétrica permanece a su lado no solo durante algunas horas, sino durante el arco del día. Después del nacimiento, se apoya al recién nacido inmediatamente sobre el vientre materno; la nueva madre comienza a amamantarlo en la sala de partos, a la que pueden entrar sus parientes y familiares. Durante los primeros días no permanecen mucho tiempo separados la mamá y su pequeño, preferimos que pasen la mayor parte del tiempo juntos. Esta tierra está sacudida por fuertes tensiones, y nosotros deseamos que el evento del nacimiento sea para el niño, para la madre y toda la familia una experiencia feliz, llena de paz». 

  

Relaciones amigables 

  

En la sección de maternidad también trabajan Imán Thawabteh, doctora de 28 años especializada en ginecología y obstetricia, y Noura Abudiab, una obstétrica de 25. Ambas son musulmanas, ambas están casadas y son madres; afirman tener «muy buenas relaciones» con las colegas cristianas, y en algunos casos verdaderamente «fraternas». «Aquí no se hacen diferencias entre cristianos y musulmanes. Es como si fuéramos una familia», subrayó Imán. También se dijo entusiasta de trabajar en este hospital, «tan especial por la gran dedicación, la profesionalidad y el espíritu de colaboración de todo el personal». El mismo entusiasmo anima a Noura que quiso presentar su curriculum después de titularse solamente al St. Joseph; cuando fue contratada, dijo, «lo que soñaba se hizo realidad». Noura aprecia muchos aspectos de su trabajo, como la posibilidad de adquirir todos los días nuevos conocimientos y tener más experiencia, que da «la fuera y la paciencia necesarias para afrontar con la calma que se requiere las dificultades que poco a poco se van presentando». Imán y Noura tienen muchos amigos cristianos y están convencidas de que las personas auténticamente religiosas (de la religión que sea) que viven y trabajan juntas en paz pueden enseñarle al mundo tanto «la igualdad de todos los seres humanos y la necesidad de amarse los unos a los otros y permanecer unidos» (Imán), como «la tarea que tenemos todos nosotros, enviados a la tierra para vivir juntos, de promover el respeto recíproco y los auténticos valores morales» (Noura). 

  

El parto acuático 

  

Desde el año pasado el St. Joseph ofrece a las mujeres la posibilidad del parto acuático, modalidad que ofrece solamente otro hospital israelí cerca de Tel Aviv. Esta novedad, que ha suscitado gran interés, es elegida por cada vez más mujeres. «Desde que se esparció la noticia de que tratábamos de preservar la naturalidad del parto y que proponíamos también el parto en el agua –cuenta sor Valentina– han comenzado a dirigirse a nosotros también muchas parejas hebreas. Cuando vino la primera, hace un año y medio, un par de obstétricas me dijeron que se sentían a disgusto. Pero, conociendo y acompañando a las mujeres hebreas, su disgusto desapareció, y muy pronto, por lo que ahora puedo decir que las relaciones de todo el personal árabe y las parejas hebreas son también muy buenas». 

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