IOMA: cuando la vida no vale nada

IOMA: cuando la vida no vale nada

Gabriela Ciuffarella falleció luego de esperar durante dos meses que la obra social le aprobara una costosa droga oncológica. El organismo, que preside Pablo Di Liscia, jaqueado por conflictos.

Sin los efectos esperados, la médica que atendía a Gabriela Ciuffarella decidió probar con otra droga. El cáncer de médula ósea avanzaba. El 26 de diciembre, su familia ingresó el trámite en IOMA. Los tiempos se llevaron las esperanzas. La autorización se firmó el viernes 23 de febrero; el lunes siguiente, ella estaba muerta.

Docente de inglés en Lomas de Zamora, con más de 23 años de carrera, a Gabriela le habían recetado Carfilzomib, una costosa droga. Necesitaba seis dosis, con un valor de 200 mil pesos cada una. Sólo lo podía proveer IOMA, su obra social, pero la dependencia bonaerense demoró demasiado, y a sus autoridades poco parece haberles importado.

Lucha

Aun con andador y golpeada por la enfermedad, Gabriela no dejaba de preocuparse por sus seres más queridos. Mariel Pimentel, una de sus amigas, estuvo unos días concentrada en los arreglos de una casa suya venida a menos. Gabriela buscó tutoriales en internet sobre cómo realizar las conexiones de luz. Nunca quiso descuidar el vínculo.

La anécdota retrata su personalidad, según Mariel. “Gabriela era el "Roberto Carlos" de los profesores. Millones de amigos, millones de grupos”, le dice a La Tecla. En su faceta personal, se había convertido en especialista del buen comer. Se dedicaba a estudiar circuitos gastronómicos. No era de extrañar que un fin de semana fuera a Chascomús, General Belgrano o Luján, solamente con el fin de apreciar platos típicos o ciertas especialidades. Y, entre semana, siempre se juntaba con amigos. No sólo organizaba los encuentros, sino que también se convirtió en fuente de consulta al respecto. Gabriela llevaba una agenda con información de lugares visitados y por visitar.

Amaba viajar. Gracias a sus ahorros pudo conocer Brasil, Estados Unidos y varios países de Europa. Grecia, en particular, la había maravillado.

Por su actividad de profesora, partía muy temprano por la mañana y regresaba por la noche. Tenía 15 cursos, con los que procuraba llegar a fin de mes. Daba clases de inglés en las secundarias 11 y 25 de Villa Fiorito, muy lejos del centro de Lomas de Zamora. No tenía hijos, pero sí una relación muy estrecha con sus alumnos.  En el colegio recuerdan cómo se esforzaba para que los estudiantes la comprendieran. Variaba estrategias y hasta recurría a dibujos para hacerse entender lo más posible.

Quizá por eso, en su velatorio, hubo alrededor de 60 adolescentes, alumnos y exalumnos, que se acercaron por su cuenta a despedir a su profesora en el velatorio. “Su vida era la escuela, el poder salir con amigos a almorzar o cenar. Difícilmente la ibas a encontrar comiendo sola, siempre estaba con alguien”, comenta a este medio Juan José Sandoval, vicedirector de la secundaria 11.

Caída

Los hechos se desencadenaron rápidamente. Gabriela tuvo noticias de la enfermedad por casualidad. Se cayó mientras hacía ejercicio con una pelota en el gimnasio. Pensó que se le había salido el hombro de lugar e hizo sesiones de kinesiología.

Después de un tiempo, la situación no mejoró. Le hicieron placas. Fue entonces cuando lo peor salió a la luz. Los estudios mostraron que, en realidad, le faltaba parte de un hueso. “La enfermedad había comenzado de forma muy vio-lenta”, añade Mariel.

A Gabriela le programaron una cirugía. Le tuvieron que poner un clavo para unir una parte del hueso con el otro.  Ya era mediados de 2017 y, para entonces, ya había tomado licencia en los colegios.

Así y todo, ella se armó de fuerzas. No perdió el contacto con varios de sus conocidos y colegas. WhatsApp le permitió compartir recuerdos.

Quienes la rodearon estudian acciones. Luis, su hermano, se abstiene de opinar. "Lo que hay que hacer es comprarle remedios a la gente que necesita. Para eso pagan, aportan, ¿no?”

Burocracia

Sus allegados conocieron los vericuetos de la burocracia. El expediente  para adquirir la droga se cargó el 2 de enero en la Regional Nº 2 de IOMA de Lomas de Zamora. En enero, recibieron un “no”. La droga no estaba en el vademécum de IOMA. El 6 de febrero, recurrieron a un pedido de excepción. Pero el tiempo pasaba. Luis Ciuffarella, su hermano, llegó a pensar en un préstamo. No tuvo sentido. La droga no se puede comprar en farmacias ni en laboratorios.

El 22 de febrero, cuando Gabriela ya estaba internada en el Hospital Santojanni, el trámite llegó a La Plata. Por la proximidad del fin de semana, les dijeron que había que esperar 72 horas para concretar la compra. Restaba, explicaron, llamar a una compulsa de precios. Ya era tarde.

El domingo por la noche, Mariel Pimentel, que conocía a Gabriela desde que compartieron el secundario en la adolescencia, la saludó por última vez. Su amiga ya estaba en coma.

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