“La Iglesia ha pedido perdón y yo renuevo ese pedido de perdón”

El obispo de San Isidro presidió una misa junto a víctimas de abuso sexual y maltrato infantil, el pasado viernes 10 de marzo en la Catedral de San Isidro. Con este nuevo gesto, la Iglesia busca asumir, pedir perdón y reparar el daño sufrido por las víctimas de esos aberrantes hechos. 

 “Para Jesús hay muchos modos de matar, y el abuso sexual de menores es una de esas formas tremendas, heredadas de Caín y Abel” comenzó diciendo Oscar Ojea, obispo de San Isidro, sin medias tintas y asumiendo una vez, no sin dolor, las culpas de la Iglesia en un tema tan escandaloso como el abuso sexual y el maltrato infantil dentro del ámbito eclesiástico. Ante una Catedral que seguía atenta sus palabras, Ojea sostuvo que “para que haya verdaderamente abuso, tiene que haber un poderoso y un débil. El abuso supone manipulación del poder, de una forma de poder sobre la debilidad” que lleva al silencio, a no denunciar la violación a la intimidad, a ocultar el maltrato físico y psicológico.

La celebración contó con la presencia de Martín Fassi, obispo auxiliar de San Isidro, el sacerdote Guillermo Caride, vicario general de la diócesis, el Pbro. Máximo Jurcinovic, vocero del Obispado de San Isidro y el padre Carlos Saracini, superior provincial de los Pasionistas junto a otros sacerdotes cercanos a Rufino Varela –quien pidió la misa-, testimonio clave en desenmascarar la terrible historia de encubrimientos y abusos de parte del capellán del prestigioso colegio Cardenal Newman.

 

“Cuando el débil puede salir de esa red de silencio al que lo obliga el poderoso; ese secreto pactado para comprimir a la criatura cuando puede hablar, cuando puede expresarse, cuando puede decir qué ha pasado, decírselo a sí mismo y decirlo a los demás, comienza la verdadera sanación” continuó diciendo Ojea. Ese camino de sanación es el que comenzó Varela el 30 de diciembre del año pasado cuando hizo público cómo fue abusado 4 décadas atrás cuando tenía entre 11 y 16 y cómo le confesó de esos abusos al padre Finnlugh Mac Conastair, el capellán del Newman, su colegio, quien también abusó de él. Recién después que Rufino hizo público su calvario, el colegio aceptó pedir disculpas públicas; antes de eso, se había negado una y otra vez a reconocer las atrocidades que habían avalado.

“La Iglesia ha pedido perdón y yo renuevo ese pedido de perdón aquí, en mi Diócesis, a todas aquellas personas que han sido víctimas de abusos siendo niños o jóvenes, por miembros de nuestra jerarquía, pedimos perdón a estos hermanos y a estos hijos nuestros” dijo Ojea y agregó que “el perdón no solamente como una palabra, sino como un compromiso de acompañar, de estar al lado” de la víctima denunciando estas conductas aberrantes por parte de miembros de la jerarquía eclesiástica, indicando “inmediatamente el camino del derecho a hacer la denuncia en el Tribunal civil, la denuncia penal; y en segundo lugar a iniciar, con el consentimiento de aquel que denuncia, el debido proceso canónico inmediatamente. Este es el compromiso que hemos tomado en estos últimos tiempos, a partir del Papa Benedicto particularmente y a partir del Papa Francisco”.

Fue justamente Francisco quién lo llamó a Varela hace unas semanas atrás para escucharlo y transmitirle su apoyo. "Está haciendo lo correcto. Sepa que rezo por usted", le habría dicho el Papa, y lo instó a seguir acompañando al obispo sanisidrense, por su actitud de compromiso eclesial y personal con el tema desde el primer momento que asumió -algo inédito en los últimos años en la diócesis-, trabaja fuertemente en poder vencer esas redes de silencios familiares e institucionales, redes que se tendieron para oprimir y obligar al secreto del abuso que es un “tremendo problema social” que viene de la violencia recibida por aquel que abusa, y que después se derrama implacablemente sobre aquel que sufre el abuso.

 

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