“La Iglesia en Myanmar defiende los derechos humanos y apoya la democracia”

“La Iglesia en Myanmar defiende los derechos humanos y apoya la democracia”

El mensaje de Francisco a los obispos birmanos: que la comunidad católica continúe teniendo «un papel constructivo en la vida de la sociedad», haciendo escuchar su voz «en cuestiones de interés nacional, insistiendo particularmente en el respeto de la dignidad y los derechos de todos, especialmente de los más pobres y vulnerables»

«La Iglesia de Myanmar testimonia cotidianamente el Evangelio gracias a sus obras educativas y caritativas, su defensa de los derechos humanos, su respaldo a los principios democráticos. Pongan a la comunidad católica en condiciones de seguir teniendo un papel constructivo en la vida de la sociedad, haciendo escuchar vuestra voz en cuestiones de interés nacional, insistiendo particularmente en el respeto de la dignidad y los derechos de todos, especialmente de los más pobres y vulnerables». Es el mensaje que Francisco dirigió a 22 obispos birmanos, recibidos en el arzobispado de Rangún, residencia del Papa durante su estancia en estos días. 

 

Es la última cita público de este día, antes del encuentro informal que el Papa tendrá con la comunidad de los jesuitas. En su discurso, el Papa reflexionó sobre «tres palabras: sanación, acompañamiento y profecía». La primera es curación: «El Evangelio que –explica Francisco– predicamos es sobre todo un mensaje de sanación, reconciliación y paz». Y en este país es un mensaje que «tiene un eco particular», puesto que Myanmar «está trabajando para superar divisiones profundamente enraizadas y para construir la unidad nacional. Sus comunidades llevan las marcas de este conflicto y han dado testigos valientes de la fe y de las antiguas tradiciones; para ustedes, por tanto, la predicación del Evangelio no debe ser sólo una fuente de consolación y de fortaleza, sino también una llamada a favorecer la unidad, la caridad y la sanación en la vida del pueblo». 

 

Bergoglio después recordó que la comunidad católica en Myanmar «puede estar orgullosa de su testimonio profético de amor a Dios y al prójimo, que se expresa en el compromiso con los pobres, con los que están privados de derechos y sobre todo, en este tiempo, con tantos desplazados que, por así decirlo, yacen heridos a los bordes del camino». El Papa pidió que los obispos transmitieran su agradecimiento «a todos los que, como el Buen Samaritano, trabajan con generosidad para llevar el bálsamo de la sanación a quienes lo necesitan, sin tener en cuenta la religión ni la etnia». «Es esta sanación –añade– recuerden que la Iglesia es un “hospital de campo”. Curar, sanar heridas, sanar las almas: esta es su primera misión. Sanar, sanar a los heridos». 

 

La segunda palabra es acompañamiento. Francisco explica que «un buen pastor está constantemente presente ante su grey» y le pide a los obispos birmanos «un esfuerzo especial para acompañar a los jóvenes»: «ocúpense de su formación en los sanos principios morales, que los guíen para afrontar los desafíos de un mundo que cambia rápidamente». 

 

La tercera palabra es profecía: «La Iglesia de Myanmar testimonia cotidianamente el Evangelio gracias a sus obras educativas y caritativas, su defensa de los derechos humanos, su respaldo a los principios democráticos. Pongan a la comunidad católica en condiciones de seguir teniendo un papel constructivo en la vida de la sociedad, haciendo escuchar su voz en cuestiones de interés nacional, insistiendo particularmente en el respeto de la dignidad y los derechos de todos, especialmente de los más pobres y vulnerables». Una invitación a no retroceder ni retirarse, a pesar de ser una minoría. Una invitación a no callar frente a las violaciones de los derechos humanos. 

 

Francisco invita a los obispos birmanos a mantener el equilibrio entre «salud física y espiritual». La salud física porque, explica, «sé que su ministerio es difícil y que, junto con los sacerdotes, a menudo se cansan bajo el peso del día y del calor». Con respecto a la «salud espiritual», indica, «recuerden la primera tarea del obispo: cuando los primeros cristianos recibieron las quejas de los griegos helénicos porque no estaban bien custodiadas sus viudas ni sus hijos, los apóstoles se reunieron e inventaron a los diáconos. Pedro anuncia esta noticia y allí anuncia la tarea del obispo, y dice así: para nosotros la oración es el anuncio de la palabra. La oración es la primera tarea del obispo. Cada uno de nosotros, obispos, tendrá que preguntarse, por la noche, en el examen de conciencia: ¿Cuántas horas he rezado hoy?». 

 

Al final del encuentro, el Pontífice pide a todos los presentes rezar, «ustedes en birmano y yo en español», un Ave María. Antes del encuentro, en la catedral de Santa María, el Papa saludó a un sacerdote en silla de ruedas y se tomó una foto con los niños del coro. 

 

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