La Iglesia anhela que baje la tensión y se destrabe la visita del Papa

La Iglesia anhela que baje la tensión y se destrabe la visita del Papa

Los obispos esperan que después de los comicios de octubre disminuya la polarización y el gobierno convoque a un diálogo para buscar grandes consensos. Ello abriría las puertas para la demorada venida de Francisco a su país. 

Por Sergio Rubin

La Iglesia anhela que después de las elecciones de octubre baje el nivel de confrontación y se avance en la búsqueda de grandes acuerdos. El deseo no es novedoso entre los obispos. Fue una constante desde la crisis de 2001, nunca concretado. La novedad es que ahora perciben un mayor consenso entre los dirigentes y una cierta disposición del actual gobierno, mezcla de virtud con necesidad. Tras las legislativas, el oficialismo seguirá careciendo de mayoría en el Congreso y los desafíos que le aguardan continuarán siendo enormes. Además de las ventajas que, creen, tendría para el país (y para el propio Gobierno), contribuiría a destrabar la demorada visita del Papa Francisco a la Argentina, que requiere -como se viene diciendo en los medios eclesiásticos- de un mejor clima político.

De todas maneras, en la Iglesia reina la cautela. Consideran que hay una parte del oficialismo que resiste un diálogo amplio y la fijación de políticas de Estado, como quedó demostrado al inicio del mandato, cuando se archivó avanzar por ese camino, tibiamente asumido durante la campaña presidencial. Y observan que hasta ahora las señales que da el presidente son las de procurar apenas acuerdos puntuales con cada sector. En el peronismo, referentes poderosos como el jefe del bloque de senadores, Miguel Angel Pichetto, se declaran hoy por hoy muy a favor. Pero la actitud que viene teniendo el kirchnerismo y la llegada de Cristina Kirchner a la cámara alta preanuncian una resistencia cerril, potenciada por la evolución de las causas judiciales que se le siguen a la ex presidenta.

El obispo de San Francisco, Sergio Buenanueva, resumió el sentir de sus colegas tras las recientes primarias, que le dieron aire al oficialismo, pero patentizaron el grado de polarización: “Pasada la lid electoral, con sus ganadores, también con sus heridos y magullados (ojalá que superando resentimientos), que nuestra dirigencia política, alentada por buena parte de la ciudadanía, se siente a la mesa de los que buscan consensos", abogó en su blog. Y completó: "Un país donde una tercera parte de los argentinos es pobre, implica que todos somos pobres; esa es la grieta verdadera y más dolorosa”. En otras palabras, las medidas para combatir la pobreza deberían encabezar los acuerdos. Seguidas, como dijeron  otros obispos, por la lucha contra el narcotráfico y la elevación de la calidad educativa.

Hasta aquí todos argumentos más o menos conocidos, en el mejor de los casos actualizados. Pero una indagación más profunda en los medios eclesiásticos permite determinar que algunos empinados obispos consideran que en  el seno del gobierno se debaten dos corrientes: la “humanista” y la “tecnócrata”. O, dicho de otra manera, los que tienen una mayor preocupación social y los que son más fríos a la hora de la toma de decisiones económicas y que, más o menos conscientemente, se inclinan por la teoría del derrame (el crecimiento económico a la larga solucionará las carencias sociales), objetada por la Iglesia. Es claro que los primeros serían más acuerdistas que los segundos. En ese escenario, obviamente, sería el presidente quien tendría la última palabra acerca de hasta dónde avanzar.

Otra creencia de algunos obispos con peso específico es que dentro del gobierno hay quienes preferirían que el Papa Francisco no viniese a la Argentina. Temen que sus homilías y discursos puedan contener aspectos críticos hacia la gestión macrista. No dan nombres (en rigor, solo mencionan a Jaime Durán Barba, que es un consultor). En cambio, mencionan con énfasis entre los que ansían esa visita a María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Gabriela Michetti, Esteban Bullrich y Jorge Triaca, todas figuras que este año visitaron al pontífice en Santa Marta, al igual que la ex canciller Susana Malcorra. Desde el Gobierno aseguran que, si hubo resistencia de algunos funcionarios, eso pertenece al pasado. Y subrayan que anhelan la venida del pontífice.

Lo cierto es que la visita papal estuvo este año más cerca de lo que muchos argentinos puedan pensar. Se afirma que el Papa llegó, incluso, a barajar noviembre como el mes para concretarla (tras los comicios legislativos). Pero como se quería repetir el itinerario que hizo Juan Pablo II en 1987, cuando incluyó a Uruguay y a Chile, se tropezó con el inconveniente de que en el país trasandino hay elecciones presidenciales para esa época. Finalmente, Francisco irá a Chile y Perú en enero, completando la visita  a los países del Pacífico (hace dos años estuvo en Ecuador y Bolivia).

Pero también es verdad que la profundidad de la grieta es un obstáculo grande para su venida. Lo acaba de recordar el rector de la UCA, monseñor Víctor Fernández, muy cercano al Papa, en una entrevista al diario La Voz, de Córdoba:  “Argentina está pasando por un momento de excesiva polarización y crispación y se teme que su presencia pueda ser utilizada para exacerbar aún más esta división”. Algo similar había dicho semanas atrás a Clarín el canciller de la Academia de Ciencias del Vaticano, el arzobispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo.

Así las cosas, la probabilidad de que Francisco visite el país el año que viene es alta, según una exploración de Clarín en los medios eclesiásticos. Pero lo que pase en el país después de las elecciones de octubre será clave. ¿Constituirá el inicio de una etapa de concordia que allane la solución de los problemas del país y permita que el argentino más encumbrado de su historia visite su patria?

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