La ideología de género como apostasía moderna

La ideología de género como apostasía moderna

La ideología de género es la nueva religión del Estado totalitario moderno

Los sistemas teológicos sirven para explicar y comprender los sistemas políticos: la teología es la luz de la historia porque cualquier afirmación relativa a la sociedad, a la familia, al gobierno, a la patria supone una cosmovisión relativa acerca de Dios. Por lo que toda verdad política o social se transfigura en una verdad teológica.

El Catolicismo es un sistema de civilización completo; tan completo, que en su inmensidad lo abarca todo: la ciencia de Dios, la ciencia del ángel, la ciencia del universo, la ciencia del hombre. Los teólogos dogmáticos enseñaron al hombre lo que había de creer, los morales lo que había de obrar y los santos le enseñaron a elevar su corazón a Dios subiendo el hombre hasta el cielo. Por el Catolicismo entró el orden de la gracia en el hombre, y por el hombre la santificación de la familia. El orden sobrenatural pasó del mundo religioso al mundo moral, y del mundo moral al mundo político.

El Catolicismo enseña lo siguiente: El hombre viene de Dios, el pecado del libre albedrío del hombre. La pérdida de los dones preternaturales del pecado original; la soberbia, del demonio. Para este fin instituyó Dios su Iglesia inmortal, impecable e infalible. La Iglesia representa la naturaleza humana sin pecado, tal como salió de las manos de Dios, llena de justicia original y de gracia santificante: por eso es infalible, y por eso no está sujeta a la muerte. En el sistema católico el mal existe, pero existe con una existencia modal; no existe esencialmente.

El mal, así considerado es sinónimo de desorden, caos que por una causa secretísima y misteriosa ha dejado de estar en orden con Dios. Por lo que tiene de efímero y de accidental es obra del hombre, es un accidente no una esencia y está en el corazón del hombre, viniendo de él y obrando en él. El desorden moral consistió en la ignorancia del entendimiento y en la flaqueza de la voluntad.

La familia y nación católica reconoce en Dios la soberanía constituyente y la actual; es deísta el que le niega la actual y reconoce en él la constituyente; es ateo el que niega de él toda soberanía, porque le niega la existencia. La sociedad actual es deísta y se pregunta constantemente, Si Dios existe y es justo, Omnipotente y bondadoso: ¿Por qué existe el mal?, ¿Por qué Dios permite y quiere el mal en el mundo?

Es la rebelión clásica del mundo postmoderno contra la existencia de Dios. Esta postura es una actitud de soberbia por parte del hombre moderno al no aceptar su condición creatural, refugiándose en una condición puritana de denuncia de inmoralidad de la existencia de Dios. El mundo pretende defender al hombre de un Dios que, de existir, sería malo o no puede evitar el mal. Por lo tanto, no sería Omnipotente ergo no es Dios. El mal es la ausencia privativa de un bien debido. Escribe Santo Tomás de Aquino (cuestión De malo): “…Las cosas opuestas se conocen unas por otras, como las tinieblas por la luz. Según esto, por el bien se puede conocer el mal. Hemos dicho que el bien es todo aquello que es apetecible; ahora bien, como todas las cosas aman su ser y su perfección, necesariamente se ha de afirmar que el ser y perfección de cada una de ellas tiene naturaleza de bien. Por consiguiente, es imposible que el mal signifique algún ser o alguna forma de la naturaleza y, por tanto, es necesario que con la palabra mal no es algo existente ni es un bien, porque como todo ser, en cuanto tal, es bueno, así la carencia de ser y la carencia de bien son una misma cosa”. Siguiendo con esta línea de pensamiento nos profundiza Jacques Maritain Maritain (De Bergson a Santo Tomás de Aquino, p. 201): “…Una privación: la privación de un bien que debería existir en una cosa. Esta doctrina se comprende mal con frecuencia. Se cree que niega o desconoce la realidad del mal, siendo así que descansa toda ella sobre la realidad de la privación, o de la lepra de la ausencia…El mal existe en las cosas, existe en ellas terriblemente. El mal es real, existe realmente como una herida o mutilación del ser…El mal existe así en el bien, dicho de otra manera: el sujeto portador del mal es bueno porque hay ser en él. Y el mal obra por el bien, puesto que el mal, siendo en sí mismo privación o no ser, carece de causalidad propia. El mal es así eficaz, no por sí mismo, sino por el bien al que hiere y sobre el cual actúa como parásito, por el bien deficiente y desviado, cuya acción es entonces viciada”.

El problema del ateísmo libertino en el hombre moderno.

El ateísmo es la afirmación de que no Dios no existe. “…La palabra ateísmo designa fenómenos muy diversos entre sí. Mientras unos niegan expresamente a Dios, otros creen que el hombre no puede asegurar nada acerca de Él; y otros someten a examen el problema de Dios con tal método, que aparece como un problema sin sentido. Muchos, sobrepasando sin razón los límites de las ciencias positivas, intentan explicarlo todo con esta sola razón científica, o al contrario, no admiten ya ninguna verdad absoluta. (…) Otros se presentan a Dios de tal modo, que esta imagen que ellos rechazan no tiene nada que ver con el Dios del Evangelio. Otros ni siquiera se plantean los problemas acerca de Dios, como que parecen no experimentar ninguna actitud religiosa ni perciben por qué hay que preocuparse todavía de la religión”. (CVII, Gaudium et Spes, N 19) Aunque podemos reconocer varios tipos de ateísmo en el hombre contemporáneo, nos centraremos en mencionar solamente los elementos comunes a todos los tipos de ateísmo:

Ningún tipo de ateísmo ha propuesto pruebas metafísicas de la inexistencia de Dios.La negación de una falsa e indigna idea de Dios.En el problema del ateísmo infieren los motivos derivados de la esfera de la voluntad y del sentimiento para negar la existencia de Dios pudiéndolos resumirlos en dos campos:

1. Antropocentrismo: Todo gira en torno al hombre en búsqueda de un paraíso terrenal que al no encontrarlo responsabiliza a Dios de su malo accionar.

2. Soberbia y rechazo: Se cree que Dios es un peligro que amenaza la libertad y dignidad del hombre.

El hombre del nuevo orden mundial busca el sentido de su existencia humana partiendo de una concepción antropomórfica y antropocéntrica de lo concreto existente, el modo como cada hombre está agarrado al medio material y abstracto en el que se desenvuelve el individuo (existente), lo imperfecto y miserable del existir para que éste obtenga una comprensión propia y pueda dar sentido o encontrar una justificación a su existencia, proponiendo soluciones a los problemas más propiamente inherentes a la condición humana, como el absurdo de vivir, la significancia e insignificancia del ser, el dilema en la guerra, el eterno tema del tiempo, la libertad, ya sea física o metafísica, la relación dios-hombre, el ateísmo, la naturaleza del hombre, la vida y la muerte. La existencia es como un dato radical y se revela a todo hombre que piensa y vive por un sentimiento que habita en el fondo de su conciencia: la angustia por su rechazo al orden natural creado por Dios desnaturalizándose en un hombre libertino. “…La palabra "libertino" fue inventada por Calvino. Alude a una forma atea de la libertad. Adquiere importancia y llega a su culmen en la sociedad cortesana del siglo XVIII: su apogeo se da en Sade, el "Divino Marqués"(1). Sade representa la exaltación y, al mismo tiempo, el agotamiento de un ateísmo de corte aristocrático: cuando Robespierre habla de ateísmo dice "El ateísmo es de los aristócratas; la revolución es deísta"(2).”[1]

El hombre se angustia como ve lo que hay y reconoce lo que del mismo modo podía no haber; y la nada en que todo se sostiene admitiendo la existencia como algo diferente a la esencia. El hombre es arrojado a la existencia incierta y no necesita de Dios para perfeccionarse y ser feliz. Una vida sin sentido sosteniéndose sobre la nada y abocado a la muerte. “…Por eso pensaba que el ateísmo libertino, la forma primordial de ateísmo moderno, hubiese renacido en las sociedades de consumo capitalista y se expandiera en las formas más simples de hedonismo agnóstico, de consumismo sexista, en la multiplicación descontrolada e incesante de la pornografía, del erotismo y del placer inmediato. El eterno círculo del placer del poder y del poder del placer, en una rueda que se cierne en torno a sí mismo y que el "sadismo" sintetiza en sus últimas expresiones. En el ateísmo no existe un "más allá" de Sade. El mismo ateísmo de Nietzsche, en comparación con el de Sade, es un ateísmo adolescente”.[2]

El catolicismo y la tradición greco-latina ha aportado a nuestra civilización su esencia natural porque de Roma heredamos algo que le es propio, y mucho que es común con todas las ciudades vencidas por sus armas: tiene de Esparta, la severidad; de Atenas, la cultura; de Menfis, la pompa, y la grandeza, de Babilonia y de Nínive. Para decirlo todo de una vez, el Oriente es la tesis, el Occidente su antítesis, Roma la síntesis; y el romano imperio no significa otra cosa, sino que la tesis oriental y la antítesis occidental han ido a perderse y a confundirse en la síntesis romana.

La ideología de género es la nueva religión del Estado totalitario moderno. Dostoievsky afirmaba: “Si Dios no existiera, todo estaría permitido”. Este el punto de partida del ateísmo libertino, del hombre sartreaniano. Así descubrimos en seguida un mundo que llamaremos la intersubjetividad, y en este mundo el hombre decide lo que es y lo que son los otros porque Dios no ha creado al hombre según una idea que fije su esencia. Esto nos enseña Jean Paul Sartre, padre de la ideología de género. El hombre es libertad porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace sin ningún socorro, condenando a cada instante a inventar al hombre construyendo su naturaleza, su sociedad sin intervención de Dios. "El hombre es el porvenir del hombre", nos grita. No hay otro universo que este universo humano, el universo de la subjetividad humana. Humanismo porque recordamos al hombre que no hay otro legislador que él mismo, siempre buscando fuera de sí un fin que es tal o cual liberación, tal o cual realización particular, como el hombre se realizará precisamente como humano.

Pero esta construcción de un hombre, familia, sociedad y mundo sin Dios tiende a sucumbir. Roma sucumbió, porque sus dioses sucumbieron; su imperio acabó, porque acabó su teología. Pilatos no pudo comprender que tenía que ver el estado con la religión, la política con la teología. Por su contraparte, Caifás pensaba que una nueva religión como el catolicismo trastornaría el estado, que Cristo destronaría al César, y que la cuestión política iba envuelta en la cuestión teológica. Dios existe a pesar de todo.

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