Gobernadora, la mentira tiene patas cortas

Gobernadora, la mentira tiene patas cortas

Llegar a junio y después se verá. Devotos de los proyectos electorales y las metas a corto plazo, ese era el inconfeso objetivo del Gobierno a principios de este año. En junio -y hasta bien entrado julio-, sabían, apostaban, tendrían la bruma del mundial como aliada.

Todo -la crisis generalizada; el acuerdo con el FMI, el ajuste que se firmó en un informe con fecha del 12 de junio, pero cuyo detalle fino recién trascendió un mes después; alguna causa judicial comprometida- quedaría cubierto por esa neblina y, si hiciera falta más, el grueso de los medios aportaría a la espesura. Así lo imaginaron, así nos subestimaron. Pero la Argentina quedó eliminada demasiado pronto. Y la realidad, como el cántaro que va a la fuente, rompió su jaula. La mentira, con sus patas cortas, no podía llegar muy lejos.

En esos días estábamos, digiriendo todavía la derrota argentina, cuando una denuncia volvió a poner en duda a la Gobernadora, su transparencia, su decencia, el canto de sirenas que tan bien suena en su boca y a ella le encanta repetir. 

La acusación en su contra, en tanto presidenta del PRO en la Provincia, la coloca como jefa de una banda que habría utilizado el nombre de cientos de pobres (en su mayoría del Conurbano) como aportantes para la campaña legislativa 2017. La nómina, que crece cada día, incluye  a personas de bajos recursos que habitan en casas a las que no les llegan las cloacas ni el agua potable, cuyos hijos integran el vergonzoso 54,2% de chicos hundidos en la miseria o el 37,7% que depende de un comedor escolar para alimentarse; mientras que otro 20,2% de estos niños ha manifestado pasar hambre (ese asesino silencioso); la mitad no asiste o abandona la escuela y, en la era de la tecnología, más del 52,7% no sabe lo que es una computadora. Es apenas una apretada síntesis del último informe de la UCA, un indicio de cómo viven los que no tienen voz, pero votan y, en medio de la crisis, pueden ser usados por el Gobierno que vino a terminar con el clientelismo y los punteros, “que no son el Estado”, según suele recordar la Gobernadora.

¿Acaso puede, quien no cuenta con lo mínimo e indispensable para vivir dignamente, aportar los miles de pesos que no tiene para una campaña política? Si se trató de una maniobra vil, perversa y corrupta que, para lavar $43 millones, usurpó identidades, falsificó documentos y violó la privacidad de quienes menos tienen, es lo que investiga ahora la Justicia.

El deseo, la realidad

Los hechos y las palabras van por sendas paralelas. 

En el discurso, la mandataria provincial promete gobernar con decencia, cumplir con esa natural cualidad humana que, según cree, puede ganar elecciones en el país de la corrupción enquistada. Sin combatirla, mientras nadie la controla (Ver aparte).

La realidad exhibe sus casos testigos: desde el Ioma (cuyas irregularidades persisten pese a denunciarlas desde tiempos inmemoriales en páginas de este diario) a la causa en cuestión y, tras ella (pese a ella), la decisión de impulsar como contadora general de la Provincia a María Fernanda Inza, su amiga personal, su mano derecha en la secretaría de Legal y Técnica, y una de las principales sindicadas por la presunta recaudación ilegal del PRO. Inza fue la tesorera de la campaña 2017 que tenía a Esteban Bullrich, Gladys González y Graciela Ocaña como principales candidatos. Inza habría facilitado los aportes falsos de 850 pobres. 

Sobre la denuncia, la Gobernadora guardó silencio durante casi un mes, hasta que al caer la semana pasada una pregunta en público la obligó a dar alguna explicación. Apenas se limitó a desdeñar la investigación porque “viene del kirchnerismo”. Aunque entre quienes la denuncian se encuentran dirigentes como Margarita Stolbizer (a quien nadie podría acusar de kirchnerista). Tras la feria judicial, la exdiputada sumará a la causa más datos de falsos aportantes.  

Sin explicar las irregularidades, al hablar la mandataria se fue por la tangente y propuso una nueva “Ley de Financiamiento de Partidos Políticos”, porque la actual (bajo la que Cambiemos transitó ya dos campañas) “tiene lagunas, tiene deficiencias”. 

Otra vez, la promesa eterna y el detalle que escapa a la jefa de Estado provincial: no se puede gobernar en perpetua campaña. No alcanza con prometer transparencia. Ni con desear cosechar un futuro mejor mientras se siembra miseria y, sobre ella, en su nombre, se riega corrupción. Hay que ser, ante todo. Y hacer, para refundar la Provincia, el país. Hacer, siquiera, para parecer. 

En nombre de la transparencia

El nombramiento de María Fernanda Inza como contadora general de la Provincia configura un escenario inaudito: todos los organismos de control de gestión bonaerense previstos en la Constitución están controlados por el oficialismo de Cambiemos.   

Con el agravante de que Inza llega en medio del escándalo por los aportantes “truchos” a la campaña provincial del PRO en 2017, de la que ella fue tesorera.

Ahora, la amiga íntima de la Gobernadora tendrá a su cargo nada menos que la tarea de fiscalizar el gasto público, justo en momentos en que el ajuste que impone el FMI amenaza como una guadaña sobre la cabeza de los trabajadores.  

Otro de los organismos originalmente contemplados en la carta magna bonaerense para controlar a la Provincia y los municipios es el Tribunal de Cuentas, conducido por el radical Eduardo Benjamín Grimberg. Es la primera vez en varias décadas que ese organismo está en manos del partido gobernante. Con un agravante: un fallecimiento, una renuncia y una jubilación dejaron sin quórum para emitir fallos al ente encargado de auditar las cuentas de la Gobernadora. 

También están ocupados por hombres de Cambiemos otros dos organismos clave de la Provincia: la Fiscalía de Estado, a cargo del radical Hernán Gómez, y la Tesorería General, conducida desde 2016 por Horacio Stávale, hijo del fallecido dirigente radical Juan Carlos Stávale.

Sin control efectivo de lo que se gasta, cómo y en qué se utiliza el dinero de los bonaerenses, con el Gobierno haciendo las veces de juez (y parte), la transparencia resulta ser apenas una promesa de campaña. El caballo de Troya de Cambiemos para ganar la elección.

Comentá la nota