Francisco a los representantes de la FAO: el acceso a la comida es un derecho

Francisco a los representantes de la FAO: el acceso a la comida es un derecho

Que los compromisos no se queden en el papel; no hay que considerar el hambre un problema sin solución y hay que «cambiar los estilos de vida; la sobriedad se ha convertido en una condición del desarrollo»

POR IACOPO SCARAMUZZI

ROMA

Debemos responder «al imperativo de que el acceso a la comida necesaria es un derecho de todos». Papa Francisco se dirigió de esta manera a los participantes de la 39° Sesión de la Conferencia de la FAO, en curso en Roma del 6 al 13 de junio. A pocos días de la publicación de su encíclica ecológica “Laudao si’”, el próximo 18 de junio, Jorge Mario Bergoglio animó el compromiso «de modificar los estilos de vida», porque «es evidente» que la «sobriedad» se ha convertido en una «condición» del desarrollo. Indicó que entre los problemas que hay que afrontar están el «cambio climático» y la «especulación financiera», y exhortó a los países, a los gobiernos y a las organizaciones internacionales a no «desertar» ni «delegar» las propias responsabilidades. 

El Papa recordó la propia participación en la segunda conferencia internacional sobre la Nutrición, el pasado 20 de noviembre, y recordó que en esa sede los estados se comprometieron a encontrar soluciones y recursos: «Espero –dijo– que aquella decisión no se quede solo en el papel o en las intenciones que guiaron las negociaciones, sino que prevalezca con decisión la responsabilidad de responder en concreto a los hambrientos y a todos los que esperan del desarrollo agrícola una respuesta a su condición». Vemos que en todas partes aumenta, subrayó Francisco, «el número de los que con fatigas acceden a comidas regulares y saludables», pero «en lugar de actuar preferimos delegar, a todos niveles. Y pensamos: “Habrá alguien que se ocupe, tal vez de otro país, o aquel gobierno, o aquella organización internacional”. Nuestra tendencia a desertar frente a temas difíciles es humana, es más, es una actitud que a menudo preferimos privilegiar, aunque luego no faltemos a ninguna reunión, a ninguna conferencia o a la redacción de un documento». 

«En cambio, debemos responder al imperativo de que el acceso a la comida necesaria es un derecho de todos. ¡Y los derechos no permiten exclusiones!», insistió el Papa. «No es suficiente ver el estado de la cuestión sobre la nutrición en el mundo, aunque actualizar los datos sea necesario, porque nos muestra la dura realidad. Claro, puede consolarnos saber que esos mil 200 millones de hambrientos de 1992 se han reducido, incluso con la población mundial en aumento. Pero sirve a poco tomar nota de los números o incluso programar una serie de compromisos concretos y de recomendaciones que deben ser adoptadas en las políticas y en las inversiones si descuidamos la obligación de “erradicar el hambre y prevenir todas las formas de malnutrición en todo el mundo”», dijo Francisco citando la declaración de Roma sobre la nutrición. 

El Papa después afrontó la cuestión dramática del desperdicio y del hecho de que unabuena cantidad de productos agrícolas «se utiliza para otros fines, tal vez fines buenos, pero que no son la necesidad inmediata de quien pasa hambre. Preguntémonos entonces, ¿qué podemos hacer? Más aún, ¿qué es lo que yo estoy haciendo?». Hay que empezar por el compromiso de «modificar los estilos de vida», porque, «tal vez necesitamos menos recursos»: «La sobriedad no se opone al desarrollo, es más, ahora se ve claro que se ha convertido en una condición para el mismo». 

Y Francisco identificó múltiples causas de esta situación: «Nos preocupa justamente el cambio climático, pero no podemos olvidar la especulación financiera: un ejemplo son los precios del trigo, el arroz, el maíz, la soja, que oscilan en las bolsas, a veces vinculados a fondos de renta y, por tanto, cuanto mayor sea su precio más gana el fondo. También aquí, tratemos de seguir otro camino, convenciéndonos de que los productos de la tierra tienen un valor que podemos decir «sacro», ya que son el fruto del trabajo cotidiano de personas, familias, comunidades de agricultores. Un trabajo a menudo dominado por incertidumbres, preocupaciones por las condiciones climáticas, ansiedades por la posible destrucción de la cosecha». 

El Papa criticó la «resignación genérica, el desinterés y hasta la ausencia de tantos, incluso los Estados. A veces se tiene la sensación de que el hambre es un tema impopular, un problema insoluble, que no encuentra soluciones dentro de un mandato legislativo o presidencial y, por tanto, no garantiza consensos». Y esta actitud es provocada por la «falta de voluntad para asumir compromisos vinculantes, ya que nos escudamos tras la cuestión de la crisis económica mundial y la idea de que en todos los países hay hambre: “Si hay hambrientos en mi territorio, ¿cómo puedo pensar en destinar fondos para la cooperación internacional?”. Pero así se olvida que, si en un país la pobreza es un problema social al que pueden darse soluciones, en otros contextos es un problema estructural y no bastan sólo las políticas sociales para afrontarla». Esta actitud, explicó el Pontífice argentino, «puede cambiar si reponemos en el corazón de las relaciones internacionales la solidaridad, trasponiéndola del vocabulario a las opciones de la política: la política del otro. Si todos los Estados miembros trabajan por el otro, los consensos para la acción de la FAO no tardarán en llegar y, más aún, se redescubrirá su función originaria, ese “fiat panis” que figura en su emblema». Para ello son fundamentales fundamental «la educación de las personas para una correcta dieta alimenticia», la necesidad de «revisar los modelos de comportamiento para asegurar, ahora y en el futuro, que todos puedan tener acceso al agua indispensable para sus necesidades y para las actividades agrícolas», y afrontar el problemas del «acaparamiento de las tierras de cultivo por parte de empresas transnacionales y Estados, que no sólo priva a los agricultores de un bien esencial, sino que afecta directamente a la soberanía de los países», que debe ser contrarrestado animando a las empresas familiares locales y promoviendo reglamentaciones justas del uso y de la propiedad de la tierra. 

«Trabajemos para armonizar las diferencias y unir esfuerzos y, así, ya no leeremos que la seguridad alimentaria para el Norte significa eliminar grasas y favorecer el movimiento y que, para el Sur, consiste en obtener al menos una comida al día», concluyó Papa Francisco. «Debemos partir de nuestra vida cotidiana si queremos cambiar los estilos de vida, conscientes de que nuestros pequeños gestos pueden asegurar la sostenibilidad y el futuro de la familia humana. Y sigamos luego la lucha contra el hambre sin segundas intenciones».

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