Francisco: hay quien recita el Padre nuestro sin comprender lo que dice

Francisco: hay quien recita el Padre nuestro sin comprender lo que dice

Durante la Audiencia general, el Papa habló sobre la oración que enseñó Jesús: «Cuando dices “padre”, ¿tienes una relación con este padre?»

«¿Cuántas veces hay gente que dice Padre nuestro y no sabe qué dice…?». El Papa Francisco dedicó la catequesis de la audiencia general a la oración que enseñó Jesús; dirigiéndose a un imaginario interlocutor, se preguntó: «Cuando dices “padre”, ¿es él padre tuyo, el padre de la humanidad, el padre de Jesús? ¿Tienes una relación con este padre?». 

  

El Padre nuestro, dijo Bergoglio, prosiguiendo con su ciclo de catequesis sobre el significado de la misa, «no es una de las tantas oraciones cristianas, sino la oración de los hijos de Dios. Es la gran oración, nos la enseñó Jesús. Efectivamente, el Padre nuestro, que nos fue entregado el día de nuestro Bautismo, hace que resuenen en nosotros esos mismos sentimientos que anidaron en Jesucristo. Cuando nosotros rezamos el Padre nuestro, rezamos como rezaba Jesús: es la oración que hizo Jesús y nos la enseñó a nosotros cuando los discípulos le dijeron: “enséñanos a rezar como Tú rezas. Formados a su divina enseñanza, osemos dirigirnos a Dios llamándolo “Padre”, porque hemos renacido como sus hijos mediante el agua y el Espíritu Santo. Nadie, en verdad, podría llamarlo familiarmente “Abbá”, padre, sin ser generado por Dios, sin la inspiración del Espíritu, como enseña san Pablo. Pero, ¿cuántas veces hay gente que dice el Padre nuestro, pero no sabe qué dice? “Sí, es padre, pero –prosiguió Bergoglio dirigiéndose a su interlocutor imaginario–, ¿sientes que cuando dices padre, él es el padre tuyo, el padre de la humanidad, el padre de Jesús? ¿Tienes una relación con este padre?”. “Ah, no, no lo había pensado”. Cuando rezamos el Padre nuestro, nos conectamos con el Padre que nos ama, y es el Espíritu Santo el que nos da esta conexión, ser hijos de Dios». 

  

En el Padre nuestro, prosiguió Francisco, «pedimos “el pan de cada día”, en el que descubrimos una particular referencia al pan eucarístico, del que tenemos necesidad para vivir como hijos de Dios. Imploramos también el perdón “de nuestras ofensas”, para ser dignos de recibir el perdón de Dios nos comprometemos a perdonar a quienes nos han ofendido. Y esto no es fácil, ¿eh? Perdonar a las personas que nos han ofendido –insistió el Papa– no es fácil, es una gracia que debemos pedir: Señor, enséñame a perdonar como Tú me has perdonado a mí”. Pero es una gracia, con nuestras fuerzas no podemos. Así, mientras nos abre el corazón a Dios, el Padre nuestro nos dispone también al amor fraterno. Para concluir, pedimos que Dios nos “libre de todo mal”, que separa de Él y nos divide de nuestros hermanos. Comprendamos bien que estas son peticiones muy adecuadas para prepararnos a la santa comunión». 

  

«Cuanto pedimos en el Padre nuestro se extiende en la oración del sacerdote que, en nombre de todos, suplica: “Líbranos, oh Señor de todo mal, concédenos la paz”. Y después queda de alguna manera sellado en el rito de la paz: antes que nada se invoca a Cristo para que el don de su paz (tan diferente de la del mundo) haga crecer a la Iglesia en la unidad y en la paz, según su voluntad; luego, con el gesto concreto que intercambiamos entre nosotros, expresamos “la comunión eclesial y el amor recíproco, antes de comulgar”. En el rito romano, el intercambio del signo de la paz, que desde la antigüedad va antes de la Comunión, está ordenado a la Comunión eucarística. Según la advertencia de san Pablo, no es posible comulgar en el único Pan que nos hace un solo Cuerpo en Cristo sin reconocerse pacificados por el amor fraternal. La paz de Cristo –subrayó el Papa– no puede arraigar en un corazón incapaz de vivir la fraternidad y de ajustarla después de haberla herido. La paz la da el Señor y nos da también la gracia de perdonar a los que nos han ofendido». 

  

«En el Pan eucarístico, dividido por la vida del mundo, la asamblea orante reconoce al verdadero Cordero de Dios, es decir al Cristo Redentor, y le suplica: “Ten piedad de nosotros… danos la paz”. “Ten piedad de nosotros”, “danos la paz” son invocaciones que, desde la oración del Padre nuestro hasta la división del Pan, nos ayudan a disponer el ánimo para participar en el banquete eucarístico, fuente de comunión con Dios y con los hermanos», dijo el Papa. «No olvidemos –concluyó– la gran oración: la oración que nos ha enseñado Jesús y que es la oración con la que él le rezaba al Padre, y esta oración nos prepara para la comunión. Ahora –dijo dirigiéndose a los fieles que estaban en la Plaza San Pedro–, sería bello acabar este coloquio rezando todos juntos el Padre nuestro, cada quien en la propia lengua: recemos juntos».  

  

Estaba presente en la Plaza San Pedro un grupo de fieles chinos, entre muchos otros, del Pontificio Colegio Urbano. Antes de la audiencia, alrededor de las 8.45 de la mañana, el Papa Francisco se reunió con la delegación taoísta del Bao’an Temple de Taipéi (Taiwán) en la salita que se encuentra al lado del Aula Pablo VI. «Les agradezco mucho por su visita y por sus palabras –dijo el Papa. Estoy contento de este trabajo conjunto con el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. Es un diálogo no solo de ideas, sino un diálogo humano, de persona a persona, que ayuda a todos a crecer, crecer como personas, en nuestro camino de búsqueda de lo absoluto, de Dios». El Pontífice agradeció «por la buena voluntad» y «por la invitación a visitar Taiwán. Lo aprecio mucho. Que el Señor bendiga a todos, “and pray for me”». 

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