«Francisco en Lesbos como en Lampedusa: contra la indiferencia»

«Francisco en Lesbos como en Lampedusa: contra la indiferencia»

Según el cardenal Montenegro, arzobispo de Agrigento, el Papa dejará una huella con su visita a la isla griega; es de los pocos que ha entendido que está cambiando la historia del mundo. Europa, patria de los derechos, ya no puede comportarse así; incluso Italia, sin migrantes, habría sido más pobre. No es justo decir que cada migrante es un terrorista en potencia, y las guerras han sido provocadas por nuestros intereses

Por FRACNESO PELOSO

Cardenal Francesco Montenegro, el Papa irá a la isla griega de Lesbos, una de las encrucijadas de este flujo de migrantes. ¿El Papa está actuando y las diplomacias europeas callan?

El Papa lleva a cabo un acto que entra en la lógica de todo lo que está haciendo. Que su voz sea una voz aislada, que grita en el desierto, forma parte de su misión. Cuando vino a Lampedusa, su presencia en la isla significó algo, y creo que en esta ocasión, con la visita a Lesbos, sucederá lo mismo.

De Lampedusa a Lesbos; los migrantes parecen ocupar el centro del magisterio del Papa...

Es un hombre que se ha dado cuenta de que está cambiando la historia del mundo, que estamos en un mundo construido o sobre la indiferencia o sobre la violencia o sobre la injusticia social, y entonces hay que cambiar la ruta, los modos y el estilo. Justamente por este motivo la intervención del Papa es preciosa, porque estamos corriendo el peligro de volver al pasado.

Europa e Italia viven una fuerte crisis económica y social interna. ¿Es por ello que no es fácil hablar de acogida y de solidaridad?

Creo que se requiere un salto de calidad. Es cierto, es un momento difícil para todos, pero me parece extraño que un continente como Europa, que entre otras cosas fue el que inventó el Derecho romano y todo lo relacionado con la legalidad en las relaciones entre las naciones, se encuentre de repente en dificultades; hablamos de la Europa que construyó la democracia, los derechos. ¿Cómo es posible? Por otra parte, nosotros sabemos que somos una Europa vieja, que necesitamos nuevas fuerzas; no se trata de utilizar a los demás para nuestro bien, sino que todos estén uno al lado del otro en la construcción del bien común. Se me hace extraño que Europa sea incapaz de todo esto. En Italia se dice que hay 5 millones de inmigrantes, pero han llenado un vacío que beneficiará a Italia. De lo contrario, no habríamos logrado salir adelante. Pero esto no lo digo yo, es lo que afirman los expertos.

Se discute mucho sobre el acuerdo entre la UE y Turquía sobre las repatriaciones y las expulsiones. ¿Cuál es su opinión?

Es un aspecto que me deja perplejo. Vemos a estas personas que son tratadas como si fueran paquetes: los tomo y los llevo a otra parte. Y luego, ¿justamente Turquía, que deja a todos perplejos, comienza a convertirse en garante de protección y de servicio a los hombres? Sí, me deja perplejo.

Los imponentes flujos de refugiados que hemos visto en estos últimos meses se deben en parte a los conflictos que está viviendo el Medio Oriente. ¿No será esta la situación pendiente que hay que resolver?

Pero antes hay que plantearse otra pregunta de fondo: ¿estos conflictos son sus conflictos o son el resultado de una actitud del Occidente hacia ellos? ¿Cuántos de sus gobiernos son apoyados por los nuestros? Ha habido guerras porque era muy cómodo para nosotros ir y apoderarnos de las materias primas; es decir, la cuestión no es solo que vivimos, mediante los prófugos, las consecuencias de un mal entendimiento entre ellos: es toda una actitud y una injusticia sobre la que se sostiene el mundo, y ahora está nos explota entre las manos. Fuimos y seguimos yendo a colonizar muchos de esos países. Entonces, no es fácil decir que ellos son los que hacen las guerras y nosotros somos los que pagamos las consecuencias. Nosotros estamos pagando las consecuencias de nuestras actitudes que pueden haber influido en los conflictos locales.

Otro aspecto que ha surgido es el del temor de que la entrada masiva de refugiados favorezca la llegada de fundamentalistas o terroristas a Europa…

Podría ser, y entonces se necesitan buenos acuerdos entre los estados, Pero los peligros existen por todas partes: los terroristas pueden llegar también como turistas. No ha que esperar a que estalle la guerra. Creo que este es uno de los riesgos que nos acompaña desde siempre, sí, pero decir que cada migrante sea un terrorista en potencia no tiene ningún fundamento. Yo soy siciliano y nosotros exportamos la mafia a otras partes, pero no me siento un mafioso, a pesar de ser siciliano, y me ofendería si alguien me dijera: «Tú eres mafioso porque eres siciliano». Entre toda esta gente que llega también hay muchas buenas personas. Así como son exportados los terroristas, también las buenas personas. Algunos de los que murieron en el naufragio de Lampedusa del 3 de octubre del año pasado llevaban en la boca una medallista o un crucifijo, no tenían pistolas y algunos murieron rezando, porque los encontraron con las manos juntas.

¿En qué términos la Iglesia vive el tema de la inmigración como un signo de cambio incluso evangélico?

El signo del cambio es que una cultura de la acogida está aumentando entre las comunidades cristianas. Si es posible acoger a más de 20 mil migrantes, si muchas parroquias están comprometidas para apoyar a esta gente, quiere decir que esto está sucediendo. Es lo que estamos viviendo nosotros aquí, porque hay cada vez más comunidades que se ocupan de estas problemáticas; no es solo: «Te traigo un vaso de agua», sino que se están interrogando sobre el significado de esta presencia que invita a la iglesia a vivir la fidelidad a Jesús concretamente, de las palabras a los hechos. Y entonces cada comunidad está viviendo una experiencia, sobre todo en donde hay centros para migrantes.

Según su opinión, ¿hay alguna diferencia entre el enfoque sobre la cuestión de los refugiados entre el norte y el sur de Italia?

 

Yo también he estado en el norte para hablar de estas cosas, y no he advertido esta diferencia. Creo que el motivo es el Evangelio. No porque yo sea del sur lea el Evangelio de cierta manera; podría ser más propenso a ciertos gestos, pero el Evangelio nos llama a todos, a los que viven en las fronteras del norte como a los que vivimos en el medio día, y se espera la misma respuesta. Cada inmigrante es una presencia en este sentido, yo, para él, soy ese Cristo que debe detenerse.

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