Sin alejarse del todo de lo dogmático y el desarrollo del discurso fundamentador de la teología, el argentino Bergoglio realizó a lo largo de la semana una serie de intervenciones en las que habló de lo cotidiano, del relacionamiento de las familias, de la necesidad de fortalecer lo espiritual, de la identidad, de la solidaridad, y de la gran desigualdad que rige en la región.

Los debates pro vida y de este tipo, perdieron terreno para la confrontación con la apertura a la tolerancia y la diversidad que profesa Francisco.

En Paraguay, en particular, cientos de miles de creyentes vieron despertar un entusiasmo que excede lo cotidiano. Una sacudida de práctica religiosa para una sociedad con profunda base católica, que en los últimos años se vio menguada tanto en su participación así como en su devoción.

La estructura de organización que obligó la visita, fortalece a la iglesia católica en todas sus aristas, a lo que se suma el carisma propio de Bergoglio y le permite conquistar nuevos adeptos.

Discursos a favor de los jóvenes, la defensa de los recursos de la tierra, y críticas al modelo político, la corrupción y al mismísima propuesta económica, no generan confrontación con la clase política, pero sirven para la mayor identificación del feligrés común con su aún nuevo líder.