Francisco explica el Cónclave a los niños

Francisco explica el Cónclave a los niños

Respondiendo a un chico, Bergoglio contó su elección: «el Espíritu Santo ayuda. Y luego, cada uno da su voto y se cuentan. El que es elegido tal vez no es el más inteligente»

Por ANDREA TORNIELLI

 

«El que es elegido tal vez no es el más inteligente, tal vez no es el más listo, tal vez no es el más rápido para hacer las cosas, pero es el que Dios quiere para ese momento de la Iglesia». Papa Francisco, durante la visita a la parroquia romana de Santa María Josefa, el pasado domingo 19 de febrero, habló sobre el Cónclave que lo eligió, y explicó a los chicos que lo interrogaron la amalgama de factores humanos y de intervención del Espíritu Santo, que, según la mirada de fe, acompaña la elección papal. Aquí incluimos el diálogo completo, teniendo en cuenta las respuestas corales del pequeño público y las expresiones irónicas del Pontífice. 

 

Alessandro preguntó: «¿Por qué te convertiste en Papa?». Francisco respondió: «Porque hay “culpables”. Uno de los culpables es este [dijo indicando al cardenal Agostino Vallini, Vicario de Roma. Los niños se echaron a reír]. Porque, ¿tú sabes cómo se hace el Papa? Pues bien, te lo explico yo. ¿Ustedes saben cómo se hace el Papa?». «¡Nooooo!», respondieron los niños. «¿Se paga para volverse Papa?». «¡No!». «Pero, si uno paga mucho, mucho, mucho, ¿al final lo hacen Papa?». «¡No!». «No. ¿Se sortea el Papa?». «¡No!». «No, no se sortea. ¿Y cómo se hace? ¿Quiénes son los que eligen al Papa? Piensen bien: ¿quiénes son?». «Los cardenales».«Los cardenales. Y don Agostino [Vallini] es un cardenal, es el Vicario de Roma, y él era uno de esos 115 que estaban reunidos para elegir al Papa. ¿Entendieron?». 

 

«Y ellos se reúnen –continuó Francisco–, hablan entre ellos, piensan… “Eh, pero pensemos en esto, pensemos en esto, y este tiene estas ventajas, este tiene otras ventajas”, y razonan… Pero, sobre todo (y esto es lo más importante), se reza. ¿Entendido? Esta gente que está en clausura, es decir que no pueden hablar con gente de fuera, están como aislados, de la Casa Santa Marta van a la Capilla Sixtina a elegir al Papa. Hablan entre ellos sobre lo que necesita la Iglesia hoy, y por esto es mejor una personalidad de este perfil o de ese otro… todos razonamientos humanos. Y el Señor envía al Espíritu Santo y el Espíritu Santo ayuda en la elección. Después, cada uno da su voto y se cuentan, los sufragios, y el que tiene dos terceras partes de los números es elegido Papa». 

 

«Como ven –añadió Francisco– es un proceso que se hace con mucha oración. No se paga, no hay amigos potentes que impulsan, no, no. Entonces, ¿quién hace al Papa? No, mejor hago la pregunta así: ¿cuál es la persona más importante en ese grupo que hace al Papa? ¡Piénsenlo bien! ¿Quién es?». «El Papa»; dijo uno de los chicos. «No, todavía no hay Papa». Otros respondieron: «Dios». «Dios, el Espíritu Santo, que mediante el voto hace al Papa. Luego, el que es elegido, tal vez no es el más inteligente, tal vez no es el más listo, tal vez no es el más rápido para hacer las cosas, pero es el que Dios quiere para ese momento de la Iglesia. ¿Entendieron?». «¡Sí!», respondieron los chicos. 

 

Después, Francisco hizo una pregunta a sus interlocutores: «Les hago una pregunta, pero piénsenlo bien. En la elección, tú hiciste la primera pregunta, Alejando, en la que me hicieron Papa a mí, éramos 115. Les hago una pregunta: ¿quién era el más inteligente de estos 115?». «Tú»; respondieron los chicos. «¡No!». Otros dijeron: «Todos». «No, no, el más, más…». «Dios», respondieron los chicos. «Dios. Dios es el 116… pero, no se sabe, pero el que es elegido no es necesariamente el más inteligente. ¿Entendieron? Hay más inteligentes que él, pero Dios eligió a ese. Y, como en todas las cosas de la vida, el tiempo pasa, el Papa debe morir como todos, o jubilarse, como hizo el gran Papa Benedicto, porque no tenía buena salud, y llegará otro, que será diferente, será diverso, tal vez será más inteligente o menos inteligente, no se sabe. Pero llegará otro de la misma manera: elegido por el grupo de los cardenales bajo la luz del Espíritu Santo. ¿Entendieron? Dime, Alejandro, ¿estás satisfecho con la respuesta? ¿Es verdadera? ¿No me equivoqué? ¿No he dicho una mentira? Gracias». 

 

Entonces, no es necesariamente el más inteligente o el más preparado, sino el que a ojos humanos y en el silencio de la oración sus colegas consideran que se adapta mejor al perfil que se discutió antes de la elección, a las necesidades de la Iglesia en ese momento, cuya elección (respetando los procedimientos canónicos) es consagrada por el 116° protagonista, el Espíritu Santo. Teniendo en cuenta siempre la máxima que se atribuye a San Vincenzo de Lérnis, quien afirmó en el siglo V: «Dios algunos Papas los da, otros los tolera y otros más los inflige». 

 

Un gran obispo de Génova, el cardenal Giuseppe Siri, celebrando en agosto de 1978 una de las misas de sufragio por Pablo VI con las que comenzaba el Cónclave, tendía a no reducir demasiado el factor humano, recordando a los colegas purpurados: «Me parece que necesario que me dirija a los venerados hermanos del sacro colegio y les recuerde que la tarea a la que nos preparamos no sería decorosamente recibida diciendo: “¡Se ocupa de todo el Espíritu Santo!”. Y abandonándonos sin trabajo y sin sufrimiento al primer impulso, a la sugestión irracional». 

 

También son famosas las palabras de la carta número 24 en el epistolario de San Bernardo, abad de Claraval, llamado “doctor melifluo”, en la que hablaba de la virtud necesaria para los que gobiernan. La resumió así, maravillosamente, Albino Luciani, en un capítulo de su afortunado libro “Ilustrísimos”, escribiendo justamente a san Bernardo: «Había un Cónclave. Los cardenales se movían inciertos entre tres candidatos conocidos uno por la santidad, el segundo por la cultura y el tercero por sentido práctico. Un cardenal acabó con la indecisión, citando su carta. “Es inútil titubear más, dijo, nuestro caso ya está contemplado en la Carta 24 del Doctor Melifluo. Basta aplicarse y todo saldrá a pedir de boca. ¿El primer candidato es santo? Pues bien, oret pro nobis, que diga algún Padrenuestro por nosotros pobres pecadores. ¿El segundo es docto? Pues qué maravilla, doceat nos, que escriba algún libro de erudición. ¿El tercero es prudente? Iste regat nos, que este nos gobierne y sea Papa”». «Inclinémonos, pues, ante los que entre nosotros son sabios y tienen piedad, pero elijamos al que está dotado de prudencia», añadió el mismo Luciani durante un discurso en la Universidad Federal de Santa María, en Brasil, en noviembre de 1975. 

 

Otra vez san Bernardo, doctor de la Iglesia, dedicó una serie de advertencias a su alumno Eugenio III, que reinó entre 1145 y 1153, tituladas “Consejos para un Papa”. Se trata de un librito todavía precioso: «Tú eres Papa, actúas como siervo: a los apóstoles se les prohíbe el dominio», afirmó Bernardo. «Es tiempo de podar, el Papa es sucesor de Pedro, no de Constantino». Particularmente significativas, sobre todo si se aplican a la situación actual, son las palabras dedicadas a los colaboradores que rodean al Pontífice y al ambiente de la Curia: «Entre más se digan tus siervos, más querrán el dominio». 

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