Finanzas vaticanas, la reforma a medias

Finanzas vaticanas, la reforma a medias

No han sido publicados los nuevos balances ni de la Santa Sede ni del Gobernatorado. El IOR logró salir de la opacidad. El APSA debe completar su restructuración interior. Pero el problema radica en el costo del personal

Durante los dos primeros años del Pontificado la reforma económica fue la flor en el ojal de la acción de renovación de la Curia vaticana impulsada por el Papa Francisco, porque precisamente en el sector de la gestión financiera habían nacido varios problemas durante la recta final del Pontificado de Benedicto XVI. Después algo frenó el impulso. De hecho, el proceso que puso en marcha Francisco ha tenido pasos muy positivos, pero también ha habido frenos y están surgiendo nuevas preguntas sobre la «sostenibilidad» financiera en el futuro del Vaticano. Vayamos por orden, empezando por el final.

Finanzas sin “ministro”

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La reciente condena por parte de un tribunal de Melbourne, Australia, del cardenal australiano George Pell por abusos sexuales contra dos menores, acabó con la carrera del alto prelado australiano como prefecto de la Secretaría para la Economía. Si, efectivamente, hay que esperar para conocer el veredicto final sobre las acusaciones en su contra (pues habrá un proceso de apelación y se está llevando a cabo el proceso canónico dentro del Vaticano), lo que es cierto es que la experiencia de Pell como guía del Dicasterio económico vaticano (creado por el Papa) se ha acabado, como indicó la Sala de Prensa de la Santa Sede. Pero todavía no se ha nombrado a ningún sustituto. Monseñor Luigi Mistò, sin embargo, sigue «coordinando» desde hace casi dos años la Secretaría (era el “vice” de Pell y lo ha sustituido, pero no ha sido nombrado nuevo prefecto). Entre las principales tareas del «ministro de la economía» vaticano está la de reunir los presupuestos y consuntivos de la Santa Sede y del Gobernatorado, y después establecer el límite de gasto, verificar los eventuales ingresos, hacer que todos los entes vaticanos sigan criterios contables transparentes y eficientes. Es urgente una “spending review” en el Vaticano para subsanar despilfarros y racionalizar el uso de los recursos.

Los balances nunca publicados

El punto de llegada de esta compleja obra de adecuación de las finanzas vaticanas debía ser la publicación de los nuevos balances de la Santa Sede, pero hasta el momento no han salido a la luz. Este, probablemente, es el retraso más evidente en la que pretendía ser una imponente operación de transparencia. Por otra parte, precisamente una parte nada despreciable de la credibilidad del proceso de la reforma financiera depende precisamente de la capacidad de publicar los balances.

También hay que recordar que la Secretaría para la Economía trabaja en colaboración con otro organismo (del que se tienen muy pocas noticias): el Consejo para la Economía, guiado por el cardenal Reinhard Marx, que también es líder de la Iglesia alemana (de donde proviene la mayor contribución a las cajas vaticanas, junto con la Iglesia de Estados Unidos). El Secretario del Consejo es un australiano, cercano al cardenal Pell, monseñor Brian Edwin Ferme, actualmente profesor de Derecho Canónico en la Universidad Urbaniana. El vicecoordinador es el banquero maltés Joseph Zahra.

Monseñor Mistò también es el enargado de la Comisión vaticana que debe reorganizar la sanidad católica: tarea nada fácil debido al extraordinario número de estructuras sanitarias católicas en el mundo (alrededor de 125 mil, de las cuales 40 mil se encuentran en Europa). El ente fue reorganizado para subsanar un marco en el que no faltaban escándalos, fracasos y procesos judiciales (como el clamoroso caso de la banca rota del IDI, Instituto Dermatológico de la Inmaculada, en Roma), o los problemas vinculados con malas gestiones, despilfarros, incapacidades de administración. Pertenece al ente Mariella Enoc, presidenta del hospital Bambino Gesù, estructura vaticana que mientras tanto se ha convertido en modelo de sanidad de vanguardia en la investigación y en las actividades médicas vinculadas con iniciativas de solidaridad.

El IOR ha salido de la crisis

En este marco de renovación, hay que notar que el IOR, el Instituto para las Obras de Religión, ha sufrido una transformación profunda: han cambiado personas y procedimientos, se ha completado el proceso para que se adecúe a las normas sobre el seguimiento de las transacciones de dinero, se han suscrito acuerdos internacionales (también con Italia) en contra de la evasión fiscal; se revisó y redujo notablemente la clientela, que pasó de alrededor de 25 mil en 2011 a los casi 15 mil actuales. Se cerraron miles e cuentas, fueron alejados personajes incómodos (una parte de ellos, a decir verdad, ya había comenzado a abandonar el Instituto en 2010, cuando la entonces nueva legislación para la transparencia financiera vaticana comenzó a dar sus primeros pasos). Ahora el IOR administra bienes por un total de 5 mil trescientos millones, cifra para nada excepcional si se compara con las cifras de los bancos normales.

Los notables cambios en el IOR también fueron impuestos por la Unión Europea, Banitalia y el Departamento de Estado de Estados Unidos, que, en 2012, dijo que el Vaticano era «vulnerable al reciclaje de dinero». De cualquier manera, en estos años se ha avanzado bastante, el IOR ya no es considerado un centro de posible reciclaje y su capacidad operativa ha vuelto progresivamente casi a la normalidad. Además se han adoptado criterios de inversión ética. No hay que olvidar que uno de los presidentes del IOR de alto rango financiero, Angelo Caloia, exponente de relieve de la “finanza blanca” lombarda, que estuvo al frente del IOR durante veinte años (de 1989 a 2009), se encuentra bajo proceso en el Vaticano por peculado y autoreciclaje, acusado con otros personajes de haber conducido operaciones de especulación que dañaron al Instituto (y a la Santa Sede). Este hecho basta para demostrar el cambio de época que se ha instaurado.

Para concluir, hay que recordar el papel positivo que ha desempeñado hasta ahora la AIF, la Autoridad Financiera, encargada de vigilar sobre los peligros del reciclaje, obra que ha llevado a cabo con una importante operación de vigilancia, con la que ha identificado, en los últimos años, decenas de irregularidades pequeñas y grandes.

La APSA y el patrimonio inmobiliario

En el ámbito de la APSA, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, cuyas riendas tomó monseñor Nunzio Galantino (ex secretario de la Conferencia Episcopal italiana) por voluntad del Papa Francisco (que lo nombró en junio del año pasado), los progresos hacia la transparencia han sido menos visibles.

La APSA, que funciona como banca central, se ocupa de un rico patrimonio inmobiliario y actúa en mercados accionarios. Tampoco en este caso se tiene la certeza de las cifras de los bienes. Lo que es cierto es que el Papa Francisco, durante el verano pasado, poco antes de nombrar a Galantino en lugar del cardenal Domenico Calcagno, afirmó: «Un problema que me preocupa tanto es que no hay claridad en los inmuebles. Hay tantos inmuebles adquiridos por donación o compra. Hay que seguir adelante con una claridad. Esto depende de la APSA». Pero en el frente financiero las cosas no han mejorado: se recuerde el caso del contador de la APSA, monseñor Nunzio Scarano, que acabó siendo investigado por las procuradurías de Roma y Salerno en 2013 (los procesos todavía no han concluido) por delitos como fraude y reciclaje. Formaba parte de la APSA también el banquero Giampietro Nattino, ex jefe del grupo Finnat Euroamerica, sobre quien también hay sospechas de haber manipulado el mercado accionario y evasión de capitales mediante cuentas tanto en la APSA como en el IOR. Pero esto pertenece al pasado; ahora se espera que la justicia, tanto del Vaticano como fuera de él, siga su curso.

Alarmas sobre las jubilaciones

En el frente de la gestión interna, más allá de las cuestiones vinculadas con la transparencia, hay un problema de urgente liquidez. Encontrar los recursos para pagar los salarios y las jubilaciones se está convirtiendo en una cuestión demasiado seria: los empleados del Vaticano son alrededor de 5 mil, los jubilados aumentan con el paso de los años y hay que considerar que el pequeño Estado del papa puede contar con las donaciones que llegan de todo el mundo, pero, al mismo tiempo, no tiene ingresos fiscales (los ciudadanos vaticanos son unos cientos). Hace algunos años, el cardenal George Pell, todavía en funciones, se refirió a una deuda anual para el gasto de las jubilaciones de alrededor de 30 millones de euros e indicó la necesidad de «inversiones sustanciosas» para afrontar el problema y lograr pagar las jubilaciones en el futuro.

Pesa todavía en las cajas vaticanas la crisis, en particular relacionada con la situación negativa de la economía italiana y del pendular rendimiento de los títulos de Estado de Italia. Un discurso que se relaciona con el IOR particularmente, pues «tutela el patrimonio de los propios clientes, invirtiendo principalmente en instrumentos caracterizados por riesgos extremadamente contenidos (por ejemplo, los títulos de Estado, obligaciones emitidas principalmente por instituciones y entes gubernamentales u organismos internacionales, además de depósitos en el mercado interbancario)». Otra cosa es el patrimonio inmobiliario que se puede adjudicar al Vaticano: por una parte, se puede pensar en los inmuebles de Propaganda Fide, que son una fuente de riqueza, pero por otra, su manutención tiene costos para nada indiferentes.

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