El fantasma de una nueva “Guerra Fría” y la respuesta del Papa

El fantasma de una nueva “Guerra Fría” y la respuesta del Papa

Mientras el escenario internacional parece revivir un ambiente propio de la Guerra Fría, con amenazas nucleares y controversias a distancia entre las potencias, un acreditado diplomático de la Santa Sede habla de las preocupaciones del Papa Francisco

“Tengo miedo de una guerra nuclear. Estamos al límite”. La confesión de Francisco sigue intacta, desde que pronunció esas palabras en enero pasado. El Papa teme un conflicto global y sus preocupaciones están bien motivadas. Todo esto, mientras el escenario internacional parece revivir los fantasmas de la Guerra Fría. En entrevista con el Vatican Insider, uno de los diplomáticos pontificios más acreditados habla de la respuesta de la Santa Sede ante la amenaza atómica   

Durante 13 años, entre 2003 y 2016, Silvano Tomasi se desempeñó como observador permanente de la Sede Apostólica en la Oficina de las Naciones Unidas de Ginebra. Desde allí jugó un rol clave en el apoyo a un reciente tratado contra la tenencia y uso de las armas nucleares, el primero en su tipo. Se convirtió en un experto en la materia, incluso cuando fue secretario delegado del Pontificio Consejo Justicia y Paz del Vaticano.  

  

El Papa ya se manifestó su alerta por la posibilidad real de que explote un conflicto nuclear advirtiendo que “hemos llegado al límite”. ¿De dónde surge esa preocupación?  

La preocupación del Papa está bien motivada, en los últimos tiempos se han dado cambios, una evolución en la situación mundial especialmente con la crisis en la Península Coreana, con Corea del Norte que amenaza con usar, mediante misiles, cabezas atómicas. Esta preocupación específica sumado al intento de otros países de construir bombas atómicas como sus instrumentos de defensa o de ataque, ha verdaderamente creado una tensión nueva en el tablero mundial. 

  

¿Los esfuerzos constantes por el desarme no han dado resultado? 

El tratado de no-proliferación (de armas nucleares) no ha sido respetado, existen países nuevos que tienen la bomba atómica, no sólo Pakistán, Israel, India. La bomba ya no está limitada al grupo inicial de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sino que el número se ha duplicado. Con la multiplicación de países que tienen estas armas ha crecido el riesgo de errores técnicos o de decisiones políticas erradas que puedan llevar al uso de una cabeza nuclear que genera una cadena de respuesta que corre el riesgo de destruir el planeta, incluso. Aunque no se habla tanto del riesgo de las bombas atómicas como en tiempos de la guerra fría, hoy el riesgo real existe y el Papa querido llamar la atención mundial justamente sobre este fenómeno. 

  

¿Estamos volviendo al ambiente proprio de la Guerra Fría? ¿Otra vez se piensa que estas armas pueden hacer la diferencia en la política internacional? 

La doctrina de la amenaza se aplica hoy todavía, por desgracia. Se pensaba que con el final de la Guerra Fría ya no había necesidad de establecer una relación entre los Estados basado sobre la amenaza de la destrucción recíproca. No es humano y no es civil que las relaciones sean fundadas sobre el miedo y la amenaza continua de destrucción de parte de uno y otro. Esto no es humano y es por esta razón que la Santa Sede y el Papa Francisco en especial insisten que no sólo el uso de la bomba atómica no es éticamente aceptable porque golpea indiscriminadamente objetivos militares, civiles, personas inocentes y provoca daños que no son controlables por nadie.  

  

¿Cuál es la posición de la Santa Sede con respecto a las armas nucleares? 

La posesión de las armas nucleares se ha convertido en éticamente inaceptable, porque si un Estado posee estos medios de destrucción quiere decir que tiene algún programa para usarlos y, además, expone a la familia humana al riesgo de un error técnico que haga explotar una bomba o un error político que provoque reacciones igualmente desastrosas. El tratado (suscrito por la ONU) en julio pasado, que prohíbe el uso y la posesión de las armas nucleares, es un paso en la dirección justa, aunque hará falta tiempo para que sea ratificado por todos. Los países tenedores no participaron en su formulación, pero fue firmado por 122 países mostrando la voluntad de la familia humana de no depender de estos instrumentos de destrucción de masa. 

  

Pero antes, la Santa Sede no condenaba abiertamente la tenencia y sí el uso, ¿hubo una mutación en la postura? 

Se ha dado una evolución en el pensamiento y en la doctrina social de la Iglesia en lo que respecta a la guerra. Partimos con Cicerón, incluso antes de Cristo, con el concepto de la guerra justa. Se daban argumentos para decir que la guerra era justa si existían motivos razonables. Después San Agustín y Santo Tomás de Aquino teorizaron teológicamente la justificación de la guerra justa. De hecho, llegamos ahora a la conclusión que la solución de los problemas no debe darse a través de la violencia sino mediante el diálogo, por lo cual tenemos la visita de Pablo VI a la Organización de las Naciones Unidas y su grito, que quedó en la historia: Nunca más la guerra. 

  

¿Es mero pacifismo? 

Sabemos que cuando iniciamos el uso de la violencia abrimos la puerta a consecuencias imprevisibles, que hacen daño a personas inocentes, que crean problemas, que van contra el bien común, y por lo tanto el camino para resolver las diferencias y para mantener relaciones dignas entre los Estados es el diálogo. Debemos verdaderamente reflexionar y trabajar para que el conflicto no se convierta en violencia que al final son las familias, las personas y los individuos, los niños, los que pagan el precio de esta violencia. El camino de la violencia no paga. 

  

En tiempos de la Guerra Fría existió el famoso “teléfono rojo”, que era una especie de metáfora para mostrar que entre Moscú y Washington existía un último recurso para evitar el conflicto global. ¿Hoy existe algo similar? 

Hoy los países comunican a través de varios medios, existe el sistema diplomático de los embajadores, las comunicaciones directas entre los jefes de Estado. Si se tiene una mínima buena voluntad, las opciones para comunicar se pueden encontrar. El problema es siempre la voluntad política para asegurar que se respete la dignidad de las personas y los Estados, no basándose en el miedo sino en la confianza. Es una estrategia difícil porque la amenaza del más fuerte parece imponerse más inmediatamente, pero el camino maestro para el futuro y la convivencia pacífica es el diálogo. Por eso la Santa Sede y la doctrina social de la Iglesia insisten constantemente en la importancia de dar prioridad al diálogo no sólo entre las personas, sino también entre los países, para evitar la violencia que hace pagar a los inocentes el costo del conflicto. 

  

¿La Santa Sede puede mediar? ¿Qué hace al respecto? 

La Santa Sede es muy activa en la búsqueda de la paz, mediante una diplomacia multilateral que ha desarrollado de manera muy visible, desde el final de la II Guerra Mundial hasta hoy. Está empeñada –sobre todo- en el campo de facilitar el diálogo, de prevenir las crisis violentas que hacen daño a las personas y a las familias, para nada responsables de las grandes decisiones. La voz del santo padre es escuchada, continuamente nos recuerda que el camino para el futuro es el de una convivencia pacífica y no el uso de la fuerza.  

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