Las fabricantes de hostias de Cuba

Las fabricantes de hostias de Cuba

Son quince monjas contemplativas, y producen millones por año para toda la Isla

por Luis Badilla

Son quince monjas y viven en un gran edificio de La Habana. Son las obreras de la fábrica más singular de Cuba y probablemente del mundo. No solo rezan y meditan las Sagradas Escrituras, sino que estas religiosas se dedican con extraordinario profesionalismo, y son las únicas en toda la Isla, a fabricar hostias para todas la parroquias e iglesias cubanas. Producen más de un millón de hostias por año. Una de ellas es Sor Teresa María de la Virgen de la Caridad, de 90 años, de los cuales ha pasado 69 sin salir de su convento. Sor Teresa María entró a la clausura cuando solo tenía 14 años, en 1945/46, cuando todavía faltaban 13 años para el triunfo de la Revolución encabezada por Fidel Castro. La más joven de ellas es Liset. Entró a la clausura hace dos años y ella coordinó la producción de todas las hostias que requirieron las Celebraciones Eucarísticas del Papa Francisco en septiembre del año pasado.

Esta historia la cuenta, con muchísimo éxito, un documental que presentó en el Festival de Cine de Málaga, España, el director David Moncasi, que tardó casi cinco años para convencer a las hermanas que dejaran entrar al convento las cámaras. Pero después, cuando ya estaba terminando el montaje, debió retornar sorpresivamente a Cuba para poder incluir en su obra la preparación de la visita del Papa Francisco.

La filmación (trailer) muestra con elegancia, respeto y discreción la vida y el trabajo cotidiano de las religiosas, que cada día producen un promedio de casi 3.000 hostias. Todas las mañanas, con la ayuda de algunos laicos, hombres y mujeres, en camionetas o bicicletas, sus envíos emprenden el camino hacia sus destinatarios: las diócesis, las parroquias y las capillas de toda la Isla, desde Pinar del Rio al Oeste hasta Santiago de Cuba en el este.

La “fábrica” de las hermanas cuenta con tecnología muy avanzada y el proceso de producción es riguroso. Las “obreras” dedican muchas horas de su jornada a este trabajo que viven como un compromiso vocacional y asumen con alegría y entusiasmo. Las religiosas contemplativas, además, se ocupan de su huerto, donde cultivan la mayoría de los productos que se utilizan en la cocina del convento. Al mismo tiempo, si es necesario, las más jóvenes hacen también las pequeñas reparaciones que requiere el edificio, bastante grande, que siempre se presenta en la capital cubana como una construcción recién restaurada.

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