“No existe una vida cristiana confeccionada a medida”

“No existe una vida cristiana confeccionada a medida”

El Papa durante la Misa que concluye la visita a Bolonia: no hay una existencia justa en Cristo «científicamente construida»; no basta «seguir algún dictamen para calmarse la conciencia»

por DOMENICO AGASSO JR.

 

No se puede «construir científicamente» una existencia justa. «No existe una vida cristiana confeccionada a medida». Lo afirmó el Papa Francisco durante la homilía de la Misa en el Estadio Renato Dell’Ara en Bolonia, con la que concluye la visita a la capital de la Emilia Romaña. El Pontífice afirmó que la existencia de un creyente es un camino «humilde de una conciencia nunca rígida y siempre en relación con Dios, que sabe arrepentirse y encomendarse a Él». 

 

Hoy la Palabra «nos provoca», indicó el obispo de Roma, «mediante la parábola de los dos hijos, que, ante la petición del padre de ir a su viña a responden: el primero no, pero luego va; el segundo sí, pero después no va». Hay «una gran diferencia entre el primer hijo, que es flojo, y el segundo, que es hipócrita». El Papa Bergoglio invitó a imaginar «lo que sucedió dentro de ellos. En el corazón del primero, después del no, resonaba todavía la invitación del padre; en el segundo, en cambio, a pesar del sí, la voz del padre estaba sepultada». El recuerdo del papá «despertó al primer hijo de la flojera, mientras el segundo, a pesar de conocer el bien, desmintió lo dicho con los hechos». Efectivamente, explicó Francisco, se había vuelto impermeable a la voz de Dios y de la conciencia y así había brazado sin problemas la doble vida. 

 

EL Hijo de Dios con esta parábola «pone dos caminos ante nosotros, que (lo experimentamos) no siempre estamos listos para decir sí con las palabras y con las obras, porque somos pecadores». Pero «podemos elegir si ser pecadores en camino, que siguen a la escucha del Señor y cuando caen se arrepienten y se vuelven a levantar, como el primer hijo; o bien pecadores seducidos, listos para justificarse siempre y solo con palabras según lo que convenga». 

 

Jesús se dirige a «algunos líderes religiosos del tiempo, que se parecían al hijo de la doble vida, mientras la gente común se comportaba a menudo como el otro hijo. Estos líderes sabían y explicaban todo, de manera formalmente incontestable, como verdaderos intelectuales de la religión. Pero –subrayó Francisco– no tenían la humildad para escuchar, la valentía para interrogarse, la fuerza para arrepentirse». 

 

Y Cristo, en este aspecto, es «muy severo: dice que incluso los publicanos los preceden en el Reino de Dios. Es un regaño fuerte, porque los publicanos eran corruptos traidores de la patria». El problema de «estos líderes» no está en alguno de sus errores, sino «en la manera de vivir y pensar frente a Dios: eran, de palabra y con los demás, inflexibles custodios de las tradiciones humanas, incapaces de comprender que la vida según Dios es en camino y exige la humildad de abrirse, arrepentirse y volver a comenzar». 

 

Y el Papa se preguntó: «¿qué nos dice esto a nosotros? Que no existe una vida cristiana confeccionada a medida, científicamente construida, en la que basta seguir algún dictamen para calmar la conciencia: la vida cristiana es un camino humilde de una conciencia nunca rígida y siempre en relación con Dios, que sabe arrepentirse y encomendarse a Él en sus pobrezas, sin nunca presumir que se basta a sí misma».  

 

De esta manera se va más allá de las «ediciones revisadas y corregidas de ese mal antiguo, denunciado por Jesús en la Parábola: la hipocresía, la doble vida, el clericalismo que se acerca al legalismo, la distancia de la gente». 

 

La palabra clave, en cambio, es arrepentimiento. Es la que permite no volverse rígidos, «transformar los no a Dios en sí, y el sí al pecado en no por amor del Señor». 

 

La voluntad de Dios se cumple «solamente en la forma del arrepentimiento y de la conversión continua». 

 

Resumiendo, en el recorrido terrenal «de cada uno hay dos caminos: ser pecadores arrepentidos o pecadores hipócritas». Y lo que verdaderamente cuenta «no son los razonamientos que justifiquen o traten de mantener las apariencias, sino un corazón que avance con el Señor, que luche cada día, que se arrepienta y vuelva a Él». Porque Dios «busca a los puros de corazón, no puros “de dientes para afuera”». 

 

La Parábola de hoy «nos llama también a las relaciones, no siempre fáciles, entre los padres y los hijos. Hoy, a la velocidad con la que se va de una generación a otra, se advierte más fuerte la necesidad de autonomía del pasado, a veces incluso hasta la rebelión. Pero –exhortó el Papa–, después de las cerrazones y los largos silencios de una u otra parte, es bueno recuperar el encuentro, aunque siga estando habitado por conflictos, que pueden convertirse en un estímulo para un nuevo equilibrio». Y todo ello en la familia, en la Iglesia, en la sociedad: nunca hay que «renunciar al encuentro, al diálogo, a la búsqueda de nuevos caminos para caminar juntos». 

 

En el mundo eclesiástico hay una pregunta frecuente: «¿A dónde ir, cómo salir adelante?». El Papa respondió: «Quisiera dejarles, como conclusión de esta jornada, tres puntos de referencia, tres “P”. La primera es la Palabra, que es la brújula para caminar humildes, para no perder el camino de Dios y caer en la mundanidad». Después está el «Pan, el Pan eucarístico, porque comienza todo de la Eucaristía. Es en la Eucaristía donde se encuentra a la Iglesia: no en los chismes ni en las crónicas, sino aquí, en el Cuerpo de Cristo compartido por gente pecadora y necesitada, pero que se siente amada y entonces se vuelve deseosa de amar». 

La tercera: los Pobres. Todavía hoy, «desgraciadamenre, a muchas personas les falta lo necesario. Pero hay también muchos pobres de afecto, personas solas, y pobres de Dios. En todos ellos encontramos a Jesús, porque Jesús en el mundo siguió la vía de la pobreza». 

 

Francisco citó la frase del cardenal Giacomo Lercaro (1891-1976), arzobispo de Bolonia de 1952 a 1958: «Si compartimos el pan del cielo, ¿cómo no vamos a compartir el pan terrestre?». Y la comentó de esta manera: «nos hará bien recordarlo siempre. La Palabra, el Pan y los Pobres: pidamos la gracia de no olvidar nunca estos alimentos básicos que sostienen nuestro camino».  

 

Al final de la Misa el arzobispo de Bolonia, Matteo Maria Zuppi, dirigió algunas palabras al Papa para agradecerle por su visita.  

 

Al concluir la Celebración, el Pontífice se dirigió en coche al helipuerto del centro deportivo Corticelli, para volver al Vaticano. 

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