“Exhortamos a luteranos y católicos a trabajar juntos para acoger al extranjero”

“Exhortamos a luteranos y católicos a trabajar juntos para acoger al extranjero”

La declaración conjunta firmada en Lund: «A través del diálogo y el testimonio compartido, ya no somos extraños». Ayudemos a los que «son forzados a huir a causa de la guerra y la persecución», y defendamos «los derechos de los refugiados y de los que buscan asilo»

ANDREA TORNIELLI - ENVIADO A LUND

«A través del diálogo y el testimonio compartido, ya no somos extraños […] Nosotros, Luteranos y Católicos, instamos a trabajar conjuntamente para acoger al extranjero, para socorrer las necesidades de los que son forzados a huir a causa de la guerra y la persecución, y para defender los derechos de los refugiados y de los que buscan asilo». En un mundo en llamas y a menudo caracterizado por la que Francisco ha llamado la «globalización de la indiferencia», los cristianos de las diferentes confesiones pueden ofrecer el testimonio de su fe en las obras concretas. Lo afirma la declaración conjunta firmada hoy, 31 de octubre de 2016, en la catedral de Lund, al final de la oración ecuménica en la que participó el Papa, que llegó a Suecia para conmemorar con la Federación Luterana Mundial los 500 años de la Reforma.

Después de haber expresado «gratitud gozosa a Dios por este momento de oración en común», en el documento se confiesa que los luteranos y los católicos han «dañado la unidad visible de la Iglesia. Las diferencias teológicas estuvieron acompañadas por el prejuicio y por los conflictos, y la religión fue instrumentalizada con fines políticos». Claro, «el pasado no puede ser cambiado», pero «lo que se recuerda y cómo se recuerda puede ser trasformado». «Rezamos por la curación de nuestras heridas y de la memoria, que nublan nuestra visión recíproca —continúa la declaración. Rechazamos de manera enérgica todo odio y violencia, pasada y presente, especialmente la cometida en nombre de la religión. Hoy, escuchamos el mandamiento de Dios de dejar de lado cualquier conflicto. Reconocemos que somos liberados por gracia para caminar hacia la comunión, a la que Dios nos llama constantemente

Después, católicos y luteranos afirman su «compromiso para un testimonio común». «Muchos miembros de nuestras comunidades anhelan recibir la Eucaristía en una mesa, como expresión concreta de la unidad plena. Sentimos el dolor de los que comparten su vida entera, pero no pueden compartir la presencia redentora de Dios en la mesa de la Eucaristía. Reconocemos nuestra conjunta responsabilidad pastoral para responder al hambre y sed espiritual de nuestro pueblo con el fin de ser uno en Cristo»

Católicos y luteranos rezan para que Dios inspire, anime y dé fuerza a los cristianos de ambas confesiones para que puedan, juntos, defender «los derechos humanos y la dignidad, especialmente la de los pobres, trabajando por la justicia y rechazando toda forma de violencia. Dios nos convoca para estar cerca de todos los que anhelan dignidad, justicia, paz y reconciliación». En particular, se pide que los cristianos alcen la voz para poner fin a «la violencia y el radicalismo, que afecta a muchos países y comunidades, y a innumerables hermanos y hermanas en Cristo. Nosotros, Luteranos y Católicos, instamos a trabajar conjuntamente para acoger al extranjero, para socorrer las necesidades de los que son forzados a huir a causa de la guerra y la persecución, y para defender los derechos de los refugiados y de los que buscan asilo».

Otro campo común de servicio es el de la Creación, «que sufre explotación y los efectos de la codicia insaciable. Reconocemos el derecho de las generaciones futuras a gozar de lo creado por Dios con todo su potencial y belleza. Rogamos por un cambio de corazón y mente que conduzca a una actitud amorosa y responsable en el cuidado de la Creación». Para concluir, la declaración conjunta invita a las comunidades de católicos y luteranos de todo el mundo a ser «valientes, creativas, alegres y que tengan esperanza en su compromiso para continuar el gran itinerario que tenemos ante nosotros», este «gran camino…  Arraigados en Cristo y dando testimonio de él, renovamos nuestra determinación para ser fieles heraldos del amor infinito de Dios para toda la humanidad».

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