“No estamos exentos tinieblas, pero estamos contaminados por la luz”

“No estamos exentos tinieblas, pero estamos contaminados por la luz”

El Papa retoma las Audiencias generales de los miércoles después de la pausa de julio: «¿Se siente el calor?». Antes de la catequesis sobre el bautismo, recibió a los futbolistas del Borussia Moenchengladbach

Por IACOPO SCARAMUZZI

 

«La vida de la Iglesia, diré una palabra un poco fuerte, es contaminación de luz», porque «los cristianos no están exentos de tinieblas, exteriores y también interiores», pero son «hombres y mujeres “orientados”», ven hacia el Oriente, en donde surge la luz, símbolo de la esperanza de Dios, como resalta el rito del Bautismo, para el cual, en el pasado, se entraba a la iglesia de occidente a oriente. El Papa Francisco retomó las Audiencias generales de los miércoles, después de la pausa estiva, y al comenzar la catequesis preguntó a los fieles que llegaron al Aula Pablo VI si, haciendo la cola, habían sufrido el calor romano de estas horas («¿Se siente el calor, no?»). Antes de la Audiencia, Francisco recibió a los futbolistas del Borussia Moenchengladbach. 

 

«Hubo un tiempo en el que las iglesias estaban orientadas hacia el este», recordó el Papa, prosiguiendo su ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana con la catequesis dedicada al tema del Bautismo, «puerta de la esperanza». «Se entraba al edificio sacro por una puerta abierta hacia el occidente y, caminando en la nave, se avanzaba hacia el oriente. Era un símbolo importante para el hombre antiguo, una alegoría que en el curso de la historia decayó progresivamente. Nosotros, hombres de la época moderna, mucho menos acostumbrados a apreciar los grandes signos del cosmos, casi nunca nos damos cuenta de un detalle de este tipo. El occidente es el punto cardenal del crepúsculo, en donde muere la luz. El oriente, en cambio, es el lugar en donde las tinieblas son vencidas por la primera luz de la aurora y alude al Crucificado, Sol que surge de lo alto al horizonte del mundo». En este sentido, «¿qué quiere decir ser cristianos?», se preguntó el Papa: «Quiere decir ver hacia la luz, continuar haciendo la profesión de fe en la luz, incluso cuando el mundo está envuelto por la noche y por las tinieblas». 

 

«Los cristianos –dijo el Papa– no están exentos de las tinieblas, exteriores y también interiores. No viven fuera del mundo, pero, por la gracia de Cristo recibida en el Bautismo, somos hombres y mujeres “orientados”: no creen en la oscuridad, sino en la claridad del día; no sucumben a la noche, sino que esperan la aurora; no son derrotados por la muerte, pero anhelan resurgir; no son doblegados por el mal, porque confían siempre en las infinitas posibilidades del bien. Y esta es nuestra esperanza cristiana, la salvación que nos trae Jesús con su luz y nos salva de las tinieblas. Nosotros somos los que creen que Dios es Padre; ¡esta es la luz!». Y «creemos que cada afecto, cada amistad, cada buen deseo, cada amor, incluso los más débiles y descuidados, un día encontrarán su realización en Dios: esta es la fuerza que nos impulsa a abrazar con entusiasmo nuestra vida de todos los días, esta es nuestra esperanza, vivir en la esperanza es vivir en la luz». A propósito de la liturgia Bautismal, el Papa recordó que al final del rito se le entrega al bautizado una vela cuya llama es encendida con el fuego pascual, símbolo de Cristo resucitado: «La vida de la Iglesia, diré una palabra un poco fuerte, es contaminación de luz. Cuanta más luz de Cristo tengamos nosotros los cristianos, cuanta más luz haya en la vida de la Iglesia, más viva será la Iglesia. La vida de la Iglesia es contaminación de luz». 

 

El Papa invitó a los más de 6 mil fieles presentes en el Aula Pablo VI a hacer «una tarea en casa»: descubrir, preguntándole a un padre o a un abuelo (se no se lo recuerda), la fecha del propio Bautismo, «que es la fecha del renacimiento, la fecha de la luz, la fecha en la que fuimos contaminados por la luz de Cristo». Y subrayó que un cristiano debe ser «un “cristo-foro”, es decir ¡un “portador de Jesús” en el mundo! Sobre todo para los que están atravesando situaciones de luto, de desesperación, de tinieblas y de odio. Y esto –recordó Bergoglio– se comprende por muchos pequeños detalles: de la luz que un cristiano conserva en sus ojos, desde lo profundo de la serenidad que no es afectado ni siquiera por los días más complicados, del deseo de volver a comenzar a querer incluso cuando se han experimentado muchas desilusiones. En el futuro, cuando se escriba la historiad e nuestros días –concluyó–, ¿qué se dirá sobre nosotros? ¿Que fuimos capaces de esperanza, o que ocultamos nuestra luz? Si somos fieles a nuestro Bautismo, difundiremos la luz de la esperanza de Dios y podremos transmitir a las generaciones futuras razones de vida». 

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