"El Espíritu Santo nos empuja a Jesús", afirma Mons. Buenanueva

El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Buenanueva, dirigió una carta pastoral a los fieles de la diócesis con motivo de Pentecostés, en la que invitó a dar gracias por el ¨don inestimable¨ del Espíritu Santo y sugirió meditar cuál es la acción del Paráclito en cada fiel y en la Iglesia.

El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Buenanueva, dirigió una carta pastoral a los fieles de la diócesis con motivo de Pentecostés, en la que invitó a dar gracias por el "don inestimable" del Espíritu Santo y sugirió meditar cuál es la acción del Paráclito en cada fiel y en la Iglesia. 

A poco de predicar un retiro para jóvenes, monseñor Buenanueva comparó la fiesta litúrgica y este apostolado y aseguró que el Espíritu Santo "es la juventud de Dios que rescató a Jesús del poder de la muerte, lo levantó del sepulcro y, llenando de vida su santa humanidad, lo sentó a la derecha del Padre". 

El obispo consideró que en Pentecostés el Espíritu que resucitó al Señor se derrama para rejuvenecer el mundo entero. 

"El aliento vital de Dios da vida a todo lo que existe. Siempre imagino a una mamá que, embelesada y emocionada, lleva su mejilla junto al rostro de su pequeño hijo. Rostro con rostro, aliento con aliento. Es el misterio de la vida", ejemplificó el prelado. 

Monseñor Buenanueva explicó que el Padre hizo con la humanidad lo mismo que hizo con su Hijo en la tumba: "Sopló su Espíritu y lo resucitó. Eso hace Cristo Señor con su esposa la Iglesia y, a través de ella, con toda la creación. Así el Espíritu del Padre y del Hijo renueva todas las cosas". 

"¿Qué seríamos sin el Espíritu?", preguntó el obispo. "Demos gracias por el don inestimable del Espíritu que Dios continuamente alienta sobre nosotros, y que hemos recibido en el bautismo y la confirmación", continuó. 

El obispo de San Francisco invitó a meditar qué hace el Espíritu Santo en cada fiel, y sostuvo que Él "nos empuja a Jesús". 

"Nos convence de que en Jesús, el Cristo, está la Verdad. Que Él es Señor y Salvador. Y, como atados por Él al decir de San Pablo, nos lleva por donde Dios quiere. Nos lleva por los caminos del mundo. Nos empuja, como hizo con el mismo Jesús, hacia los hermanos, especialmente hacia los más pobres, los olvidados o excluidos", definió el obispo. 

"El Espíritu nos empuja hacia Jesús y hacia los hermanos -reiteró el obispo-. Nos hace 'discípulos misioneros'. En esto, el Espíritu de Jesús muestra toda la potencia que tiene de hacer nuevas y jóvenes todas las cosas. Es joven el que vive en Cristo". 

El obispo diocesano deseó un feliz Pentecostés a todos e invitó a rezar el Cántico de las creaturas que san Francisco de Asís compuso al final de su vida. 

Cántico de las creaturas de San Francisco de Asís 

Altísimo, omnipotente, buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición. 

A ti solo, Altísimo, corresponden, y ningún hombre es digno de hacer de ti mención. 

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente el señor hermano sol, el cual es día, y por el cual nos alumbras. 

Y él es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación. 

Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas. 

Loado seas, mi Señor, por el hermano viento, y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo, por el cual a tus criaturas das sustento. 

Loado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta 

Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual alumbras la noche, y él es bello y alegre y robusto y fuerte. 

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna, y produce diversos frutos con coloridas flores y 

hierba. 

Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y soportan enfermedad y tribulación. 

Bienaventurados aquellos que las soporten en paz, porque por ti, Altísimo, coronados serán. 

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. 

¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!: bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad, porque la muerte segunda no les hará mal. 

Load y bendecid a mi Señor, y dadle gracias y servidle con gran humildad.

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