Una luz de esperanza en el desierto (violento) del Congo

Una luz de esperanza en el desierto (violento) del Congo

Un grupo comprometido de argentinos apuestan por transformar la cultura en la República Democrática del Congo, respondiendo a la petición del Papa de tender puentes con el continente donde más crecen los católicos. El inesperado viaje de Anibal Fósbery, el fundador de Fasta

La República Democrática del Congo vive una sangrienta paradoja. Un perenne conflicto político le impide ser fiel a su identidad y a sus orígenes. La democracia, allí, parece un bien de lujo. Es casi inexistente. Tanto como la estabilidad y la paz. En este contexto difícil, ha nacido una luz de esperanza. La menos pensada. Un grupo de argentinos que se han dado a la tarea de compartir experiencia y recursos humanos, para sembrar futuro en aquellas áridas tierras. Y, silenciosamente, responder a la petición del Papa Francisco de apostar por África, el continente donde más crecen los católicos en el mundo.

 

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Se trata de FASTA, la Federación de Agrupaciones de Santo Tomás de Aquino. Un movimiento joven, nacido en 1962 gracias a la intuición del sacerdote Aníbal Ernesto Fósbery. Sin más aspiración que iluminar la cultura desde una formación espiritual y un compromiso cotidiano, esta organización de laicos, sacerdotes y consagradas creció rápidamente. Hoy por hoy, es una pujante realidad con decenas de centros educativos en toda Argentina.

 

A contrapelo de muchas instituciones de la Iglesia católica, que buscan crecer allí donde sobran los recursos y se puede fortalecer (también económicamente) la propia acción, FASTA salió de la Argentina para aportar más que obtener. Para ser fecunda, allí donde lo que sobran son necesidades. Congo es el primer destino misionero de la Federación fuera de Argentina. Su fundador nunca pensó llevar la obra fuera de las fronteras de su país, mucho menos en África. Pero “el espíritu sopla donde quiere y hay que ser dócil para ir donde El quiere”. 

 

Él la concibió siempre como un movimiento de laicos, al calor del Concilio Vaticano II. Apenas en los años 90 creó la rama sacerdotal. Sugestivamente, siempre afirmó: “FASTA es un movimiento de laicos con curas, no un movimiento de curas con laicos”. Por eso, inscribió entre sus objetivos apostólicos la evangelización de la juventud, la familia y la cultura. La formación de jóvenes es su factor característico. En Argentina tiene una importante red de colegios, institutos y una universidad con centros en todo el país.

 

El célebre cardenal argentino Eduardo Pironio, quien fue prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica además de presidir, por años, el Pontificio Consejo para los Laicos, resultó clave para su reconocimiento como sociedad de derecho pontificio por parte de la Santa Sede. 

 

Actor destacado de la vida nacional argentina, al margen del clamor público estridente, Fósbery jamás imaginó que a sus 85 años y con evidentes dificultades para caminar, viajaría a Congo para inaugurar una capilla y sembrar oficialmente el carisma de FASTA en ese país. Pero lo hizo, incluso contra la recomendación de algunos de sus colaboradores más cercanos. Del 14 al 21 de marzo pasados cumplió su cometido, que consideraba un deber ineludible.

 

En ese país, FASTA tiene presencia desde hace algunos años. También como respuesta a la consternación manifestada por el Papa sobre la acción depredadora y cruel de las grandes corporaciones que fomentan las guerras entre grupos tribales y explotan el trabajo infantil para expoliar sus recursos naturales, entre ellos el coltán utilizado para la fabricación de teléfonos y tabletas digitales. 

Francisco conoce bien esa realidad gracias al cardenal Laurent Monsengwo Pasinya, arzobispo emérito de Kinshasa, quien fue -hasta diciembre pasado- miembro del C-9, su consejo de asesores más cercano. El propio pontífice manifestó públicamente, más de una vez, su deseo íntimo de viajar al Congo democrático, pero reconoció que la crisis política que azota al país impide alcanzar la estabilidad mínima necesaria para una fructífera visita apostólica. 

 

Justamente gracias a Monsengwo, FASTA comenzó a tener actividad en algunas parroquias de Kinshasa. Dos años atrás, el purpurado visitó Buenos Aires y, al regreso a su país, emitió un decreto definitivo de aprobación a la presencia estable del movimiento en su territorio. Incluso recomendó el establecimiento de un Centro de Formación Cultural. Porque África necesita más que simple caridad, necesita transformar la sociedad a todos los niveles.

 

Esa presencia continuada ya ha rendido frutos, y la federación cuenta ahora con su primer sacerdote autóctono congolés: Merleau Zsimba Goma, ordenado en Argentina. A él se suman varios seminaristas de esa misma nacionalidad. 

 

Además, dos profesionales argentinos se han sumado a la misión. Uno es licenciado en Administración de Empresas, el otro es ingeniero en Sistemas. Su objetivo es brindar sostenibilidad al proyecto, cuyo objetivo a largo plazo es -también- la fundación de una escuela. Mientras tanto, el centro de formación dictará cursos de humanística-cristiana, pero también de capacitación profesional para jóvenes en la promoción de negocios y empresas.

 

La economía congoleña es frágil y poco desarrollada. El país es joven e inestable, tras apenas 50 años de independencia como colonia belga. Sembrar futuro es también desarrollar la economía desde abajo, pero con sólidos cimientos. 

 

Es lo que se proponen hacer los pupilos de Fósbery, que en su viaje inauguró la capilla construida por los miembros de la propia comunidad en una misa junto a Édouard Kisonga, obispo auxiliar de Kinshasa. A este anciano sacerdote argentino lo rodearon numerosos jóvenes y otros miembros de los Convivios, como se denominan las comunidades de adultos. 

 

El fundador no estuvo solo. Lo acompañó Carlos Gustavo Rossini, vicepresidente de FASTA, quien sostuvo reuniones con el ministro de Relaciones con el Parlamento, Jean Pierre Lisanga Bonganga, con el secretario de la Juventud y otros funcionarios del gabinete y diputados. Formaron parte de la delegación Eduardo Lloveras, sacerdote responsable de la misión en África de la federación; así como los representantes del grupo en España: Jorge Parravicini, delegado y Daniel Medina, responsable en Madrid y encargado de la construcción de esa capilla en el Congo.

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