“Que no nos espante la diferencia de religiones, sino la ausencia de fraternidad”

“Que no nos espante la diferencia de religiones, sino la ausencia de fraternidad”

El Papa en la Audiencia en la Plaza San Pedro recordó el encuentro con los musulmanes durante su viaje a Marruecos. Y explicó: no me gusta decir «migrante», prefiero «persona migrante», es más respetuoso

No debemos espantarnos ante la existencia de religiones diferentes, porque Dios lo ha «querido permitir». «Pero sí, debemos espantarnos si no hacemos trabajo de fraternidad» con las personas de otras religiones: lo subrayó el Papa durante la Audiencia general en la Plaza San Pedro, en la que recordó el encuentro con los musulmanes de su reciente viaje a Marruecos. En relación con el encuentro con los que abandonan los propios países, «no me gusta decir “migrante”, prefiero “persona migrante”», aseguró Francisco indicando que existe una «cultura del adjetivo» que nos hace olvidar los sustantivos, «es decir la sustancia». Por lo que prefiere decir “persona migrante” porque «es más respetuoso».

 

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El «peregrinaje» a Marruecos, dijo el Papa a los fieles reunidos en la Plaza San Pedro, «siguió las huellas de dos Santos: Francisco de Asís y Juan Pablo II. Hace 800 años Francisco llevó el mensaje de paz y de fraternidad al Sultán al-Malil al-Kamil; en 1985 el Papa Wojtyla hizo su memorable visita a Marruecos, después de haber recibido en el Vaticano (primero entre los jefes de estado musulmanes) al Rey Hasán II», dijo Francisco, quien volvió a agradecer a las autoridades marroquíes, en particular al rey Mohamed VI, que «fue tan fraternal, tan amigo, tan cercano».

 

Servir a la esperanza, como decía el lema del viaje, significa, «en un tiempo como el nuestro», «antes que nada tender puentes entre las civilizaciones», dijo Francisco. Pero también recordó «el papel de la Creación, nuestra casa común», y el llamado por Jerusalén que firmó con el Soberano marroquí, «para que la Ciudad santa sea preservada como patrimonio de la humanidad y lugar de encuentro pacífico, especialmente para los fieles de las tres religiones monoteístas». El Papa rememoró las distintas citas de sus dos días en Marruecos y, en particular, la visita al Instituto para la formación de los imanes, de los predicadores y de las predicadoras, que «promueve un islam respetuoso de las demás religiones y rechaza la violencia y el integralismo». Todo esto «subraya que todos somos hermanos y que debemos trabajar por la fraternidad».

 

Francisco recordó que dedicó «particular atención» ala cuestión migratoria, sobre todo en el encuentro específicamente dedicado a las personas migrantes: «Algunos de ellos ofrecieron testimonio de que la vida de quien migra cambia y vuelve a ser humana cuando encuentra a una comunidad que lo acoge como persona. Esto es fundamental», dijo el Papa, quien también recordó que precisamente en Marraquech, en Marruecos, en diciembre del año pasado se ratificó el «Pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular», un «paso importante –recordó– hacia la asunción de responsabilidades de la comunidad internacional. Como Santa Sede ofrecimos nuestra contribución que se resume en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. No se trata de dictar desde lo alto programas de asistencia, sino de recorrer juntos un camino mediante estas cuatro acciones, para construir ciudades y países que, conservando las respectivas identidades culturales y religiosas, sean abiertas a las diferencias y sepan valorarlas en el signo de la fraternidad humana. La Iglesia en Marruecos está muy comprometida en la cercanía a los migrantes; por ello he querido agradecer y animar a cuantos, con generosidad, se gastan a su servicio realizando la palabra de Cristo: “Era extranjero y me acogieron”». Francisco añadió: «A mí no me gusta decir “migrantes”, me gusta decir “personas migrantes”: migrante es adjetivo, persona es sustantivo, y nosotros hemos caído en la cultura del adjetivo y olvidamos muchas veces los sustantivos, es decir la sustancia. El adjetivo va pegado un sustantivo, persona migrante, así hay respeto: la cultura del adjetivo es demasiado líquida, demasiado gaseosa».

 

El Papa concluyó su catequesis recordando que el segundo y último día de su viaje a Marruecos, el domingo pasado, estuvo completamente dedicado a la comunidad cristiana: «Es una pequeña grey, en Marruecos, y por ello recordé las imágenes evangélicas de la sal, de la luz y de la levadura. Lo que cuenta no es la cantidad, sino que la sal tenga sabor, que la luz resplandezca y que la levadura tenga la fuerza para fermentar la masa. Y esto no viene de nosotros, sino de Dios, del Espíritu Santo que nos convierte en testimonios de Cristo en donde estemos, en un estilo de diálogo y de amistad, que se debe vivir antes que nada entre nosotros los cristianos, porque (dice Jesús) “de esto todos sabrán que son mis discípulos: si se aman los unos a los otros”». La misa final del viaje, con «miles de personas de 60 nacionalidades diferentes», fue, en particular, «una singular epifanía del Pueblo de Dios en el corazón de un país islámico», y no es casual que, «allí donde los musulmanes invocan cada día al Clemente y al Misericordioso, haya resonado la gran parábola de la misericordia del Padre. Es así: solo quien ha renacido y vive en el abrazo de este Padre puede ser en el mundo siervo de la esperanza».

 

Al final de la Audiencia, el Papa recordó que hoy es la «VI Jornada Mundial del Deporte por la Paz y el Desarrollo», proclamada por las Naciones Unidas: «El deporte –dijo– es un lenguaje universal, que abraza a todos los pueblos y contribuye en la superación de los conflictos y en la unión de las personas. El deporte es también fuente de alegría y de grandes emociones, y es una escuela en donde se forjan las virtudes para el crecimiento humano y social de las personas y de las comunidades. Deseo a todos –concluyó– que se “pongan en juego” tanto en la vida como en el deporte».

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