El escritor Federico Andahazi leyó entre lágrimas la amenaza antisemita que le mandaron por email

El escritor Federico Andahazi leyó entre lágrimas la amenaza antisemita que le mandaron por email

El escritor y psicólogo Federico Andahazi contó en Le Doy Mi Palabra, programa que se emite por Radio Mitre, que en la madrugada del miércoles recibió en su correo electrónico un email con una amenaza antisemita.

El escritor hizo pública la intimidación que le llegó a su correo, aclarando que no tiene nada que ver con la discusión de Corea del Centro ni con la pura coyuntura ni con lo sucedido en los premios Martín Fierro. Además, aseguró que el episodio está vinculado a hechos de muy larga data.

El psicólogo leyó la parte más legible del mail que recibió en su cuenta, el cual está plagado de insultos. Y expresó, a continuación: "Lo leo porque no quiero guardar silencio. Porque cuando guardamos silencio, la verdad es que no nos fue bien. Lo hago público para que sepan que no van a pasar, que no tienen chances, que la democracia llegó para quedarse, que la vamos a defender con uñas y dientes, con la palabra. Sepan que no nos van callar la boca. Sepan que los vamos a ir buscar. Con la ley, con la justicia. Los vamos a ir a buscar. No nos vamos a quedar quietos hasta encontrarlos. Sepan, estos valientes anónimos, que ya tenemos el IP, que ya sabemos desde qué servidor salió esta amenaza repugnante. Que sepan estos criminales que otra vez no nos va ocurrir”.

"Voy a leer sólo algunos pasajes, los más livianitos, del mail que recibí mientras escribía, en la madrugada":

(…) JUDIO SIONISTA PITO CORTADO HIJO DE UNA GRAN PUTA.

(…)

Pedazo de LACRA. No servis ni para jabon de mala calidad.

Segui yendo a las SINAGOGAS, que cuando esten todos los PITO CORTADOS JUNTOS, les damos CANDELA.

Hijos de puta. PEDAZO DE MIERDA SIONISTA.

SUCIO REPUGNANTE HIJO DE PUTA.

Ahi tenes, SORETE.”

Y cerró Andahazi, entre lágrimas: “Lo prometo por Esther Fainzilber, por mi abuelos, que tuvieron que escaparse de su tierra por gente como esta. Pero les tengo una mala noticia: esta vez no van a poder”.

El texto completo que leyó como preámbulo a su denuncia:

Esther Fainzilber era una inmigrante rusa llegada a la Argentina con apenas cinco años. Vinculada desde su juventud con diversas actividades culturales, participaba de un grupo de mujeres que se reunían a compartir lecturas en el Teatro IFT, en la calle Boulogne Sur Mer.

Fundado en el año 1932, el IFT era una de las escuelas de teatro independiente más antiguas de América Latina, una institución abierta a cualquier miembro de la sociedad, fuera o no judío, y tenía una clara orientación de izquierda.

Entre las diversas actividades del IFT estaban los Leienkrais, grupos de lectura integrados por mujeres que leían y comentaban libros.

En el año 1953, el teatro fue clausurado por el aparato de censura peronista con el argumento de que llevaba a cabo actividades conspirativas. A partir del cierre, los Leienkrais continuaron haciéndose de manera clandestina en las casas de los distintos miembros de cada grupo.

Esther Fainzilber, madre de dos hijos adolescentes y casada con un militante comunista, participaba de uno de estos encuentros de lectura en un departamento cercano al teatro, cuando un grupo de policías tiró la puerta abajo y detuvo a todas las mujeres.

El clima de delación imperante durante aquellos años era tal, que un vecino del edificio denunció a las mujeres por «comunistas y judías».

Esther Fainzilber fue llevada detenida a la comisaría 7º, de Lavalle y Pueyrredón. Estuvo encerrada en un calabozo durante dos días y, sin que se le concediera la asistencia de un abogado, fue trasladada al Departamento Central de Policía, donde la prontuariaron. Permaneció detenida en una celda hasta que le dieron la noticia que nadie quería escuchar: iba a ser trasladada a la temible Sección Especial, famosa por aplicar las más crueles torturas a los disidentes políticos. Esther pudo escuchar los gritos provenientes de las celdas de tormentos. La mujer fue llevada a los empujones frente al escritorio de un comisario. El hombre se puso de pie y con un tono intimidante, examinando sus documentos le dijo:

—Veo que ha nacido en Rusia…

Esther Fainzilber, aterrada, le explicó que hacía muchos años se había hecho ciudadana argentina.

El comisario, de pronto con una voz amable, le preguntó:

—Dígame, señora Fainzilber, ¿a usted le gustan los deportes?

Desconcertada y habida cuenta de que hacía algunos años ella había practicado remo, le contestó:

—Sí, ¿por qué?…

—Porque si le gustan los deportes, la vamos a deportar.

De ahí fue llevada nuevamente a una celda, con la convicción de que habrían de regresarla a Rusia. Le dijeron que sería embarcada en el primer vapor con destino a la Unión Soviética. Imploró desesperada, ante la amenaza de no volver a ver a sus hijos ni a su marido. Cada hora, se acercaba un oficial para decirle que pronto sería llevada al puerto. Así estuvo otros dos días en la Sección Especial, hasta que la subieron a un camión celular junto con otras mujeres.

Para su enorme alivio, le informaron que en lugar de deportarla, la llevarían presa al asilo San Miguel, en la calle Riobamba entre Lavalle y Tucumán. El asilo era en realidad un convento donde trasladaban a las mujeres sospechadas de actividades políticas contrarias al gobierno. Ahí, por primera vez en varios días pudo recibir la visita de su esposo y sus hijos.

Esther Fainzilber permaneció privada de la libertad durante un mes en el asilo San Miguel. Al entrar en su nuevo lugar de cautiverio descubrió con asombro que la mayor parte de las detenidas eran prostitutas.

Esther Fainzilber compartía con ellas la comida, el abrigo y el dinero que le llevaba su familia y trabó una gran amistad con varias de ellas.

Conozco este testimonio de primera mano porque Esther Fainzilber era la madre de mi madre. Vaya este recuerdo a la memoria de mi abuela, Esther Fainzilber, cuya pasión por la lectura seguramente contribuyó para que yo fuera escritor.

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