“La fe no es una escapatoria de los problemas de la vida”

“La fe no es una escapatoria de los problemas de la vida”

Durante el Ángelus, el Pontífice puso en guardia frente a los «horóscopos y adivinos», y exhortó a «permanecer en la barca de la Iglesia, rechazando ideologías, modas y eslóganes»

Por GIACOMO GALEAZZICIUDAD DEL VATICANO

«Cuando no te aferras a la palabra del Señor, y consultas horóscopos y adivinos, uno se empieza a hundir», advirtió el Papa durante el Ángelus. La Iglesia es una barca que «a lo largo de la travesía, debe afrontar también vientos contrarios y tempestades, que amenazan con hundirla. Lo que la salva no es el coraje y las cualidades de su hombre: la garantía contra el naufragio es la fe en Cristo y en su palabra. Esta es la garantía: la fe en Jesús y en su palabra». 

 

Antes de la oración mariana, Francisco subrayó que la fe «no es una escapatoria a los problemas de la vida, sino nos sostiene en el camino y le da un sentido». E invocó a la Virgen para que nos «ayude a permanecer firmes en la fe para resistir a las tormentas de la vida, a quedarnos en la barca de la Iglesia rechazando la tentación de subirse en los botes fascinantes pero inseguros de las ideologías, de las modas y de los eslóganes». 

 

Reflexionando sobre las Sagradas Escrituras con los fieles reunidos en la Plaza San Pedro, Jorge Mario Bergoglio recordó que «hoy, la página del Evangelio describe el episodio de Jesús que, después de haber orado toda la noche en la orilla del lago de Galilea, se dirige hacia la barca de sus discípulos, caminando sobre las aguas». La barca, añadió, «se encontraba en medio del lago, bloqueada por un fuerte viento contrario. Cuando ven venir a Jesús caminando sobre las aguas, los discípulos lo confunden con un fantasma y se aterrorizan». Pero Jesús los tranquiliza: «¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!». 

 

El Papa después observó que Pedro, «con su ímpetu típico», le dice: «“Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua”; y Jesús lo llama “Ven”». Pedro baja de la barca y se pone a caminar sobre el agua hacia Jesús, pero debido al viento se agita y comienza a hundirse. Entonces grita: «¡Señor, sálvame!», y Jesús le tiende la mano y lo aferra. «Esta narración del Evangelio —explicó Francisco— contiene un rico simbolismo y nos hace reflexionar sobre nuestra fe, sea como individuos, sea como comunidad, también la fe de todos los que estamos hoy, aquí en la Plaza. La comunidad eclesial, esta comunidad eclesial, ¿tiene fe? ¿Cómo es la fe de cada uno de nosotros y la fe de nuestra comunidad? La barca es la vida de cada uno de nosotros pero es también la vida de la Iglesia; el viento contrario representa las dificultades y las pruebas». 

 

La invocación de Pedro: «Señor, mándame ir a tu encuentro» y su grito: «Señor, sálvame» se parecen mucho «a nuestro deseo de sentir la cercanía del Señor, pero también el miedo y la angustia que acompañan los momentos más duros de nuestra vida y de nuestras comunidades, marcadas por fragilidades internas y por dificultades externas». De hecho, continuó el Papa, «a Pedro, en ese momento, no le bastó la palabra segura de Jesús, que era como la cuerda extendida a la cual sujetarse para afrontar las aguas hostiles y turbulentas».  

 

Y es lo que puede pasarnos a nosotros, dijo Bergoglio: «El Evangelio de hoy nos recuerda que la fe en el Señor y en su palabra no nos abre un camino donde todo es fácil y tranquilo; no nos quita las tempestades de la vida». 

 

Además, «la fe nos da la seguridad de una Presencia – no olviden esto: la fe nos da la seguridad de una Presencia, esa presencia de Jesús – una Presencia que nos impulsa a superar las tormentas existenciales, la certeza de una mano que nos aferra para ayudarnos a afrontar las dificultades, indicándonos el camino incluso cuando esta oscuro». Esta es una imagen «estupenda de la realidad de la Iglesia de todos los tiempos: una barca que, a lo largo de la travesía, debe afrontar también vientos contrarios y tempestades, que amenazan con hundirla». Por ello, sostuvo el Papa, «lo que la salva no es el coraje y las cualidades de su hombre: la garantía contra el naufragio es la fe en Cristo y en su palabra. Esta es la garantía: la fe en Jesús y en su palabra. Sobre esta barca estamos seguros, no obstante nuestras miserias y debilidades, sobre todo cuando nos ponemos de rodillas y adoramos al Señor». 

 

Como los discípulos, que al final, se postraron ante Él diciendo: «“Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios”». 

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