El encuentro de Bari y el “signo” de los cristianos en el Medio Oriente

El encuentro de Bari y el “signo” de los cristianos en el Medio Oriente

Las oraciones y el diálogo entre los líderes de las Iglesias orientales y el Papa en la ciudad de San Nicolás no representan una “cumbre estratégica” para imitar las reuniones de los líderes políticos, sino una ocasión para compartir una mirada de fe incluso sobre los casos actuales de martirio

El Obispo de la Iglesia de Roma, «que preside en la caridad» (San Ignacio de Antioquía»), convocó a Bari a los Patriarcas y líderes de las Iglesias de Oriente, invitándolos a rezar juntos por la paz en esa región. Estarán casi todos, desde el Papa copto Tawadros hasta el “Catholicos” armenio Aram I, pasando por el Patriarca ecuménico Bartolomé y el Metropolita Hilarion, alto representante del Patriarcado de Moscú. Será un evento inédito, que nunca ha tenido precedentes en la historia. Pero la ocasión no requiere tonos triunfalistas. Los líderes de las Iglesias, en algunas partes del Oriente, describirán más bien cómo está disminuyendo la presencia cristiana en las tierras desde donde el anuncio de Cristo se propagó hacia todo el mundo, y en donde ahora el cristianismo parece dirigirse hacia a la extinción. 

  

El encuentro en Bari no es una “cumbre estratégica” para imitar las reuniones de los líderes políticos. No se presta tampoco a reducciones tipo desfile del jet-set eclesiástico. No será redactado ningún “documento final”. No se propondrán planes elaborados de resistencia y contraofensiva. Después de la oración, el diálogo entre los líderes de las Iglesias será a puerta cerrada, cancelando los protagonismos. Será una ocasión para hablar y escuchar, y para ayudarse sobre todo a ver con una mirada de fe lo que está sucediendo en el Medio Oriente. 

  

Lo que convierte a este encuentro de Bari en una ocasión preciosa es sobre todo la presencia de casi todos los líderes de las Iglesias que han vivido en el campo las convulsiones del Medio Oriente durante los últimos lustros. No representan un grupo compacto: entre algunos de ellos hay diferencias para nada secundarias en la manera de percibir y juzgar los hechos y los fenómenos del presente. Pero en los últimos años muchos de ellos, casi siempre ignorados, han sugerido criterios y ofrecido detalles preciosos para comprender lo que está sucediendo en el Medio Oriente y con los cristianos de esa región. Fuera de lugares comunes y de operaciones políticas que en el Occidente se siguen construyendo sobre la piel de las comunidades cristianas del Medio Oriente. 

  

Todos sufren 

  

Los líderes de las Iglesias presentes en el Medio Oriente tienden normalmente a no aislar los sufrimientos de los cristianos de los de los demás pueblos de la región. «En los últimos años», dijo el patriarca caldeo (ahora cardenal) Luois Raphael Sako, «los cristianos han sufrido injusticias, violencias y terrorismo. Pero esto también le ha sucedido a los demás hermanos iraquíes musulmanes, y a los de otras religiones. No hay que separar a los cristianos de los demás, porque de esta manera se alimenta la mentalidad sectaria». Quien lleva la lúgubre cuenta de los bautizados que han abandonado los países árabes del Medio Oriente reconoce que en los últimos ha habido masacres contra cristianos coptos en Egipto, además de homicidios, secuestros, asaltos y destrucciones de iglesias, deportaciones y fugas masivas. Pero, como ha repetido en varias ocasiones el patriarca maronita Béchara Boutros Raï, cuando hay caos en el Medio Oriente, los cristianos pagan la factura, «sucede siempre así. Pero no podemos hablar de persecución verdadera y sistemática, mucho menos de genocidio… Los cristianos son víctimas como todos los demás, y los 12 millones de sirios que han tenido que escapar de sus casas o son cristianos». Y también las atrocidades de los yihadistas se han ensañado «más contra los musulmanes que contra los cristianos». «Me preocupa», dijo una vez Antoine Audo, obispo caldeo de Alepo y responsable de la Caritas de Siria, «el uso de los casos de persecución como instrumento de propaganda para reunir dinero. Como cristianos, deseamos justicia para todos, y cuando hay persecuciones de cristianos lo decimos. Pero no utilizamos la referencia a los sufrimientos de los cristianos para acusar a los demás o para alimentar nuestros intereses. Estos fenómenos representan un verdadero peligro, también para las Iglesias del Medio Oriente». 

  

El “enemigo” no es el islam 

  

También en los últimos años, salvo raras excepciones, los responsables de las comunidades cristianas en el Medio Oriente siempre han evitado atribuir indistintamente al islam la violencia y los abusos que sufrían. La barbarie yihadista es una patología religiosa que se desarrolló entre las comunidades islámicas. Las luchas de poder, como dijo el patriarca sirio-ortodoxo Ignatius Aphrem II, cuya sede se encuentra en Damasco, se han servido de «una ideología religiosa aberrante que dice apelarse a El Corán. Y puede hacerlo porque en el islam no existe una estructura de autoridad que tenga la fuerza para ofrecer una interpretación auténtica de El Corán y frenar con autoridad a estos predicadores de odio». Pero los líderes cristianos del Medio Oriente nunca han renegado el común destino que los vincula a las comunidades islámicas más grandes: «Nosotros –dijo el Patriarca Räi– queremos permanecer en nuestra tierra, junto a los musulmanes, en donde hemos vivido juntos por 1400 años, y queremos permanecer en nombre del Evangelio. Hemos creado una cultura juntos, una civilización juntos». 

  

Desconfianza hacia los aspirantes a “protectores” 

  

Las comunidades cristianas de Oriente repiten como una letanía que no son un cuerpo ajeno trasplantado a esas tierras como producto de exportación de otras civilizaciones. Siguen reafirmando con obstinación la propia fisionomía de Iglesias nacidas de la predicación de los apóstoles y, por lo tanto, el propio carácter autóctono indeleble, que en algunos casos (como los de los coptos o de los asirios) en los primeros siglos del cristianismo los expuso incluso a los abusos de los soldados y funcionarios del Imperio cristiano bizantino. Los cristianos del Medio Oriente siguen siendo una presencia incómoda para todos los que quieren dividir el mundo según fallas étnico-religiosas de verdaderos o presuntos «choques de civilizaciones». También por este motivo el encuentro de Bari no merece ser reducido a mera expresión de la alianza política entre aparatos eclesiásticos para hacer un “frente común” contra alguien. Mucho menos a un llamado para invocar protecciones o padrinazgos geo-políticos del extranjero. 

  

En agosto de 2016, el patriarca copto Tawadros II llegó a distanciarse públicamente de las manifestaciones promovidas en los Estados Unidps por grupos de la diáspora copta para protestar en contra de la violencia sectaria que sufrían las comunidades coptas en diferentes regiones del territorio egipcio. El Papa copto ortodoxo criticó el vasto programa de iniciativas y manifestaciones organizado principalmente en los Estados Unidos bajo la bandera de la “defensa” de los cristianos del Medio Oriente, afirmando que: «Nosotros, en Egipto, sabemos afrontar mejor nuestros problemas y nuestros contratiempos». Por su parte, el patriarca maronita recordó que también en el pasado las formas de “protectorado” ejercidas por potencias occidentales para con los cristianos de Oriente «han hecho más daño que bien», puesto que «los Estados se ocupan de sus intereses, y los cristianos eran identificados como un cuerpo extraño, que expulsar. Mientras nosotros, nacimos en nuestras tierras, y hemos sabido vivir incluso bajo los regímenes más dictatoriales». 

  

El martirio alejado de las propagandas “persecucionistas” 

  

En Bari, algunos patriarcas y líderes de las Iglesias de Oriente tendrán la oportunidad para volver a proponer la mirada de fe de la que a menudo ofrecen testimonio frente a las experiencias de martirio que viven sus comunidades. «Nuestros mártires, y el acto del martirio en sí», dijo en diciembre de 2016 el Papa copto Tawadros al celebrar el funeral de la masacre perpetrada en la iglesia de Botrosiya, «nos unen al Cielo y hacen que suba nuestro corazón hasta aquellos que ya están allí, y desde allí interceden por nosotros…». «Demos el adiós a nuestros seres queridos con espíritu de alabanza», añadió el primado de la Iglesia copta ortodoxa, «porque creemos que no hay muerte para aquellos que aman a Dios: ellos serán resucitados en la alegría a la vida eterna». 

  

En la experiencia de muchos cristianos del Oriente, el posible martirio no es vivido como una anomalía que hay que anular o una coyuntura accidental en contra de la que hay que manifestarse, protestar y alzar la voz. Su misma existencia representa un margen para falsificaciones que sitúan los sufrimientos de los bautizados bajo el estigma del miedo, de la venganza contra algún enemigo. Y precisamente los factores objetivos de la inacción encomendada a la gracia, que delinean las vivencias de muchos cristianos del Medio Oriente, convierten a sus comunidades en un signo y en una prefiguración de la condición propia y real de la fe de la Iglesia a lo largo de toda la historia, alejada de cualquier victimismo y de patéticos triunfalismos clericales. 

  

También por este motivo, precisó una vez Aram I, “Catholicos” armenio apostólico de la Gran Casa de Cilicia, siempre es conveniente «encontrar caminos cristianos para expresar la cercanía a los cristianos del Medio Oriente. Debemos evitar dos extremos. El extremo de los que se agitan y dicen que hay que hacer algo e ir al Medio Oriente para proteger a los cristianos. Y el extremo opuesto del inmovilismo que se convierte en indiferencia. Todos deben ver que los cristianos del Medio Oriente no han sido abandonados. Que son parte de una sola Iglesia de Cristo, que forman parte del único Cuerpo de Cristo». 

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