La elección del papa arranca el martes

La elección del papa arranca el martes
Lo que es casi seguro, porque así lo dijo la Santa Sede desde el principio, es que la Iglesia elegirá un nuevo pontífice con tiempo suficiente como para hacerse cargo de todas las celebraciones de la Semana Santa.

Por Elena Llorente

Desde Roma

Después de cinco días de deliberaciones y de cientos de especulaciones, los cardenales decidieron ayer que el cónclave que deberá elegir el sucesor del papa –hoy emérito– Benedicto XVI comience el martes 12 de marzo. No se sabe cuánto durará, pero hay quien asegura que no se tratará de más de tres o cuatro días. Lo que es casi seguro, porque así lo dijo la Santa Sede desde el principio, es que la Iglesia elegirá un nuevo pontífice con tiempo suficiente como para hacerse cargo de todas las celebraciones de la Semana Santa, que comienzan el domingo 24 de marzo.

La reunión de los 115 cardenales electores –menores de 80 años– se realizará en la Capilla Sixtina, cuyo nombre proviene del papa Sixto IV, que la hizo construir en el siglo XV. Durante el Renacimiento, la capilla fue decorada con frescos de grandes artistas como Miguel Angel, Rafael y Botticelli. La capilla, cerrada al público esta semana, está casi completamente preparada para alojar a los cardenales, con las 115 sillas de cerezo y varias mesas muy largas. También han sido colocadas las estufas que deberán quemar los votos y mandar por una chimenea hacia el exterior, para que todo el mundo lo vea, el humo blanco o el humo negro, según se haya elegido o no al nuevo papa.

También ha sido puesto bajo control y con un sistema especial de seguridad, el lugar donde los cardenales se alojarán durante los días del cónclave, la residencia Santa Marta, siempre dentro de los muros vaticanos. Ningún medio de comunicación hacia el exterior está permitido. No será posible usar teléfonos celulares, no habrá Twitter ni e-mail, ni Internet de ninguna índole. Los vidrios de la Capilla Sixtina han sido oscurecidos para que ningún fotógrafo o camarógrafo arriesgado pueda hacer alguna toma. Al parecer, se han puesto en funcionamiento, o lo estarán en esos días, aparatos que perturban las frecuencias de celulares, walkie talkie y otros aparatos similares, una tecnología de vanguardia que usan las fuerzas de paz italianas en Afganistán. Pero los purpurados no serán palpados de “armas”, llámese celulares o pequeñas computadoras, dijo ayer el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, desmintiendo lo que habían escrito algunos diarios. Habrá una especie de “escudo electrónico” en torno de la Capilla Sixtina y de Santa Marta que imposibilitará intercepciones de todo tipo, explicó Lombardi.

Ahora se habla más que nunca de los futuros candidatos. Después de cinco días de congregaciones generales o reuniones preparatorias, y en la medida en que se supone que los cardenales tienen ahora las ideas claras sobre lo que pasa en la curia vaticana, pero también sobre las necesidades de la Iglesia en el mundo, seguramente los cardenales se habrán hecho una idea de la personalidad que tiene que tener el próximo pontífice como para enfrentar ésos y otros desafíos. Por lo cual, para los 115 cardenales electores no debería ser demasiado difícil concentrar sus votos en los candidatos más aptos. Sólo que aquí intervienen también los distintos puntos de vista, a veces regionales, que, como en el resto de los ambientes mundanos, en la dirigencia de la Iglesia también existen. Hay quienes consideran que la jefatura de la Iglesia Católica debe volver a manos italianas, después de dos papas extranjeros que en total gobernaron por 35 años. Y los que piensan esto son principalmente los italianos, que, por lo demás, son la mayoría en el colegio de electores (28), seguidos de los estadounidenses (12) y los alemanes (6). Entre los italianos se habla de Angelo Scola, arzobispo de Milán, como un “papable”. Los latinoamericanos son 16 (tres de ellos de México, dos de Brasil y dos de Argentina). Brasileños y argentinos tienen sus propios candidatos al papado. Se habla insistentemente de Odilo Pedro Scherer, arzobispo de San Pablo, un hombre con una consistente experiencia en la curia vaticana. También se mencionan a los dos cardenales argentinos. El cardenal Jorge Bergoglio tuvo importante posibilidades de ser elegido en 2005, cuando finalmente fue votado el cardenal Joseph Ratzinger. Pero se habla también de Leonardo Sandri, radicado en Roma desde hace muchos años, que trabajó muy cerca de Juan Pablo II y del secretario de Estado en aquel momento, Angelo Sodano, pero que algunas organizaciones que defienden a los abusados por curas en el mundo lo marcan como uno de los responsables de haber encubierto el problema, lo mismo que Sodano. Pero Sandri no es el único acusado, también otros “papables” lo son, como el estadounidense Sean O’ Mally, el hondureño Oscar Rodríguez Madariaga y el mismo Angelo Scola. Se destaca en particular el caso del padre Marcial Maciel y de los Legionarios de Cristo, una especie de congregación fundada por el sacerdote mexicano, que adquirió mucha difusión y poder económico en el Vaticano (inclusive, se celebraron los 60 años de sacerdocio de Maciel). Pero se demostró que Maciel había abusado de decenas de seminaristas y había repartido varios hijos por el mundo. Pese a las denuncias que llegaban al Vaticano, el sacerdote mexicano recién fue condenado a “retirarse de la vida pública” después de la muerte de Juan Pablo II, y murió pocos años después. Quienes defienden al papa Ratzinger, que entonces era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe –ex Santa Inquisición, ex Santo Oficio–, dicen que él habría querido condenarlo mucho antes, pero no se lo permitían. En efecto, fue él siendo papa quien lo condenó y mandó hacer una investigación en los Legionarios de Cristo que dio resultados terribles.

Este asunto de la pederastia –que, como las finanzas vaticanas, el Vatileaks y la reforma de la curia vaticana han sido los temas centrales de las reuniones preparatorias– ha dado mucho que hablar a la prensa italiana y mundial. Y algunos purpurados se han mostrado realmente preocupados por la imagen que se pueda dar de la Iglesia si se elige a la persona equivocada.

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