Desde Roma, un poderoso y claro influyente en la política Argentina

Desde Roma, un poderoso y claro influyente en la política Argentina

Desde su asunción, el Papa ha incidido en la coyuntura de su país de origen, a veces a su pesar y más allá de la neutralidad adoptada ante determinados temas. Su papel en la designación de un ministro de la Corte Suprema.

Sin ceremonias oficiales, fiel a su estilo, el Papa Francisco conmemorará hoy el segundo aniversario de su elección como Sumo Pontífice. Desde este viernes hasta el 18, revivirá los momentos que transitó hasta asumir el cargo de jefe de la Iglesia Católica.  Un puesto de poder eclesiástico que, para el primer Papa argentino de la historia, ejerce una enorme influencia en su terruño. Quizás por eso, el Papa jesuita no sólo hará un balance de su gestión eclesiástica, también podrá advertir que dentro de la política nacional su poder ha crecido al punto de transformarlo en uno de los grandes electores de estos comicios, pero desde el Vaticano.

"Dicen que Dios camina derecho por caminos torcidos. Bergoglio se le parece un poco –bromea un alto funcionario de la Casa Rosada que lo conoce de antaño– pero el problema es que cuando tuerce el paso, no pone guiño", se queja mientras trata de graficar la relación actual que mantiene Francisco con el gobierno nacional en medio de un año electoral, posiblemente, el más importante de la última década. Sin embargo, por estos días, hay otra elección que ocupa la atención papal: la designación por parte del Senado del jurista Roberto Carlés para remplazar a Raúl Eugenio Zaffaroni, el ministro saliente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El joven titular de la Comisión de Reforma del Código Penal deberá comparecer ante la Comisión de Acuerdos de la Cámara Alta, para defender el pliego que presentó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a instancias del ex arzobispo porteño, amigo y mentor del joven penalista que conoce en detalle el pensamiento jurídico de Bergoglio.

Hace pocos días, discretos voceros del Vaticano, en nombre del Papa, negaron en forma terminante que Carlés tenga el apoyo del Pontífice. Algunos le apuntan la versión a monseñor Guillermo Karcher, ceremoniero argentino del Papa, que a veces oficia de vocero informal de Bergoglio. Su última aparición pública fue cuando negó la autenticidad de una carta oficial de salutación que finalmente el Papa mandó a confirmar. Dentro de la Casa Rosada, apuntan a la misma sotana como impulsora de las versiones contra Carlés. En el gobierno confirman que "más que un candidato del gobierno para la Corte, es un candidato del Papa con acuerdo nuestro", explicó un diplomático argentino que se encargó, personalmente, de rebatir los golpes contra el apoyo papal.

Algunas pruebas del apoyo las vivieron algunos funcionarios de otros signos políticos. Un ministro del Gabinete macrista escuchó en Roma, dentro de la residencia de Santa Marta, una frase que le quitó el buen humor. "Y, por cierto, decile a (el jefe de gobierno porteño Mauricio) Macri que yo lo apoyo a Carlés", le espetó el ex cardenal primado de la Argentina al católico ministro porteño. "Y ahora cómo se lo digo a Macri", se quejó el atareado funcionario. No se sabe si el mensaje llegó, pero desde entonces el PRO guarda estricto silencio sobre la postulación de Carlés que, si llega al recinto, podría contar con el inesperado apoyo de varios representantes ligados a Bergoglio, como la senadora nacional y precandidata a jefa de gobierno Gabriela Michetti, que mantiene estrechos intercambios con el Vaticano. Pero en reserva, como al Papa le gusta. Quien se jacta del llamado santo, paga un alto costo y no logra cruzar el río Trastévere ni transitar los puentes vaticanos.

EL AÑO DE LAS TORMENTAS. Hasta diciembre de 2014 las preocupaciones papales tenían que ver con el cierre de un año en paz. A fin de año redobló los controles verbales ante la llegada de un año electoral crucial, pero 2015 arrancó con la "muerte dudosa" del fiscal especial de la causa AMIA Natalio Alberto Nisman, y las hojas de ruta entre Roma y Buenos Aires sufieron el impacto. Nisman trabajaba muy cerca de las oficinas bergoglianas, separados por la Plaza de Mayo, casi el mismo tranco que separaba al arzobispado de la sede de la ex SIDE. Ni más ni menos que las vecinales cercanías del poder, pero también la justa medida de las desconfianzas que marcaron al mandato arzobispal de Bergoglio. Antes del estupor por la aparición del fiscal muerto, y de la caída en el ojo de la tormenta del ex virtual jefe de la ex SIDE Antonio Horacio Stiuso, Bergoglio ya había respaldado el descabezamiento del organismo, resuelto por la presidenta CFK el mismo día de su cumpleaños. La designación de Oscar Parrilli como jefe de la ex SIDE, hoy AFI, quedó disipada entre los agradecimientos del presidente de los Estados Unidos Barack Obama y su par cubano Raúl Castro, por el papel que jugó el jesuita en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana. Fue el 17 de diciembre, día de su cumpleaños, y fecha en que la estrategia diplomática de Bergoglio conquistó su primer logro concreto en la situación internacional.

Ese mismo día asumió Parrilli, el hombre de confianza de la presidenta que pocos días después recibió una bendición de parte del Papa. Se la envió desde el Vaticano, cuando recibió las cartas credenciales de su amigo Eduardo Valdés como flamante embajador argentino ante la Santa Sede. El mensaje, para los conocedores, fue doble. Más en contra de Stiuso que a favor de nadie. Valdés, además de tener una estrecha relación con el Papa, es un antiguo amigo del ex ministro del Interior Gustavo Béliz, el mismo que renunció al año de asumir, luego de mostrar el rostro del entonces jefe de Contrainteligencia de la ex SIDE y acusarlo de todos los males.

Valdés tiene un parecido con Carlés: ambos fueron designados a propuesta del Ejecutivo, pero con el activísimo auspicio del Papa, el mismo que también insiste con la candidatura a gobernador bonaerense del presidente de la Cámara de Diputados Julián Dominguez, un activo comprador de pasajes entre Roma y Buenos Aires.

Jesuita, cerril afecto al secretismo de su orden religiosa, no dirá más nada sobre el tema de Inteligencia. Con mandar mensajes a través del diplomático amigo de Béliz a favor de Parrilli basta, analiza un poderoso sacerdote que desaprueba esos gestos políticos tan ampulosos. No fue el único mensaje. El otro lo prodigó el 18F: mientras la lluvia azotaba la marcha en homenaje al difunto fiscal, Bergoglio recibió a familiares del caso AMIA y se comprometió a "hacer lo necesario" para que Irán e Israel colaboren en enviar a sus funcionarios para que declaren en el expediente. Pocos días antes, había recibido a la vicepresidenta de Irán, en una audiencia privada. El impacto no sólo estaba destinado a Buenos Aires, sino también a Washington, donde Bergoglio ya tiene un papel preponderante como hábil negociador, un rol que posiblemente desempolve pronto también para Venezuela, ahora considerada "una amenaza para los Estados Unidos" por decisión de Obama. Ante semejante inflamación caribeña, Bergoglio podría jugar el discreto pero eficiente rol de su secretario de Estado Pietro Parolin, ex nuncio apostólico ante el presidente Hugo Chávez y crucial en la troika cubano-estadounidense que inició el Papa Juan Pablo II.

ENTRE EL CARIBE Y EL 18F. El tejido internacional, motorizado por el añejo pero eficiente aparato diplomático con sotana, no le impide a Bergoglio meter su cuchara en el caldo nacional. Tras los respaldos por la reforma del área de Inteligencia y por el tema AMIA, el ex arzobispo se pronunció sobre el narcotráfico y la campaña. No lo hizo por los grandes medios, sino por mails o por medios barriales. "Querido hermano: Gracias por tu correo. Veo tu trabajo incansable a todo vapor. Pido mucho para que Dios te proteja a vos y a los alamedenses. Y ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización. Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror", le escribió al legislador Gustavo Vera, el mismo que denunció penalmente a Stuiso con un guante que el gobierno tomó cuando promovió otra denuncia contra el mismo espía por contrabando. El mensaje estaba vinculado al narco y a las denuncias por el caso Nisman, pero el término desató un problema público en México y Bergoglio tuvo que mandar a sus funcionarios a corregir el exceso. Así fue con el país azteca. Con su patria chica se mantuvo en sus trece y profundizó el tema a través del periódico La Cárcova News, de la villa del mismo nombre en el partido de San Martín, donde está su consejero y amigo, el párroco José María Di Paola. "Hay países que ya son esclavos de la droga. Hay países o zonas donde todo está bajo el dominio de la droga. Con respecto a Argentina, puedo decir sólo esto: hace 25 años era un lugar de paso de la droga, hoy en día se consume. Y no tengo la certeza, pero creo que también se fabrica", deslizó Bergoglio y desautorizó la política oficial al respecto.

Lo hizo por medio del padre Pepe, y no mediante el obispo de Gualeguaychú Jorge Lozano, el mismo que recibió al precandidato Sergio Massa, del Frente Renovador, para firmar, en nombre de la Comisión de Pastoral Social del Episcopado, un documento sobre "inseguridad, narcotráfico y pobreza". El diputado nacional se mostró con el ex ministro Roberto Lavagna, flanqueado por Lozano y por el ex titular de Cáritas, Alcides Jorge Cassaretto. Fue hace diez días, el mismo tiempo que lleva Bergoglio lamentando la movida. En respuesta, los puentes vaticanos, dicen en la Conferencia Episcopal, estan cerrados para Cassareto y también para Lozano, uno de los impulsores de las homilías de alerta por el caso Nisman durante las misas de cuaresma.

Cassareto corre la misma suerte que Massa: no logra llegar a Roma, menos aún ahora, que el propio Papa le adjudica maniobras para evitar la designación de Carlés, con la misma fruición con la que trató de impedir el éxito de la reforma del Código Penal, al calor de la mano dura, el espasmo punitivista que el Papa  quiere conjurar desde el interior de la Corte, antes de visitar América del Sur en una gira por Paraguay, Ecuador y Bolivia a mediados de año. Argentina no estará en la agenda hasta el año que viene, aunque es posible que salude a la presidenta en alguno de los tres países y combine otro almuerzo privado en el Vaticano. Será la comida de despedida para Cristina Fernández como presidenta, y el cuarto almuerzo reservado de ambos como jefes de Estado. Un plato muy difícil de tragar para los adversarios que tienen los dos, dentro y fuera del país y de la Iglesia.  «

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